El 15 de abril se celebra el Día Mundial del Arte, debido a que este es el natalicio de uno de los mayores artistas de la humanidad, “el hombre del renacimiento” Leonardo Da Vinci, pintor, escultor, diseñador, arquitecto, poeta, biólogo y un largo etcétera…Las celebraciones del Día Mundial del Arte contribuyen a reforzar los vínculos entre las creaciones artísticas y la sociedad, a fomentar una mayor conciencia de la diversidad de las expresiones artísticas y a poner de relieve la contribución de los artistas al desarrollo sostenible. Asimismo, esta fecha es la oportunidad de destacar la educación artística en las escuelas, ya que la cultura es el camino hacia una educación inclusiva y equitativa.
La proclamación del Día Mundial del Arte, una celebración para promover el desarrollo, la difusión y la promoción del arte, tuvo lugar en la 40ª reunión de la Conferencia General de la UNESCO en 2019.
A través de este artículo queremos acercarte diferentes piezas de arte destacadas de algunos Museos de Castilla-La Mancha, las cuales complementaremos con piezas arqueológicas.
Una mujer sentada en el Museo de Albacete. Joan Rebull y su Desnudo de mujer
El Desnudo de mujer es una escultura de bulto redondo, de tamaño algo mayor del natural, esculpida en piedra negra de Calatorao por Joan Rebull i Torroja (Reus, 1899 – Barcelona, 1981).
Rebull fue el ganador del Gran Premio de Escultura en la primera Bienal Hispanoamericana de Arte, celebrada en Madrid en 1951. El premio de pintura fue para el albacetense Benjamín Palencia, y fruto de ese encuentro, y de su posterior viaje a La Habana para la segunda Bienal, entablaron amistad. Con el paso del tiempo, pintor y escultor se intercambiaron obras, y así es como este Desnudo de mujer (ca. 1977) acabó formando parte de la donación que el pintor de Barrax hizo al Museo de Albacete.
La mujer sentada pertenece a una tipología que el escultor inicia en los años cincuenta del siglo XX y que mantendrá con algunas variaciones hasta el final de su trayectoria. Rebull entiende que la belleza emana de la realidad, aunque ese exceso de realismo lo combate representando unas exageradas manos y pies con respecto al cuerpo. Algo que ya había hecho en sus piezas de los años 1920-1930, y que son una verdadera huella de la obra de Matisse y Picasso, que conocía muy bien, e incluso de otros artistas como Zadkine y Lipchitz. También la influencia clásica, siempre muy presente en su obra, torna en los modelos de los años setenta hacia la escultura antigua egipcia, y este desnudo con su melena larga, lisa y recortada, es un claro ejemplo de esa inspiración.
La superficie lisa, firme y tersa proporciona una gran calidad y elegancia a la escultura, y la mujer, satisfecha, se convierte en una espectadora que contempla serena la vida que discurre a su alrededor y nos invita, desde su posición central en la sala, a imitarla y parar para disfrutar sin más de las obras de arte.
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Crátera griega de campana de figuras rojas en el Museo de Ciudad Real
Procedente de la Necrópolis ibérica III de Alarcos (Poblete, Ciudad Real), elegimos la Crátera griega de campana, hecha a torno, con las pastas de color naranja salmón, con las superficies recubiertas de un barniz negro, decorada con figuras rojas.
En la Cara A aparece una escena dionisíaca con dos sátiros, dos ménades y, en el centro, la posible representación de Ariadna, ya que dicho personaje femenino recibió un tratamiento técnico diferenciado con respecto a las dos ménades identificadas, como es el uso del blanco y el dorado para la carnación y el peplos. La composición comienza en el extremo izquierdo con un sátiro danzante que sostiene un tirso, cuya piña es un círculo negro con puntos sobrepintados en blanco. Mediando una rama de hojas hay una ménade en contraposto que viste un peplos con apoptygma y se muestra de perfil. En el centro se encuentra la posible representación de Ariadna, en contraste con el resto de los personajes, está sentada y en reposo sobre un banco cubierto con una tela en la que se reproducen los pliegues. Por encima de su cabeza hay una guirnalda formada por puntos sobrepintados de blanco, una guirnalda o cinta que también sostiene entre sus manos. Frente a Ariadna se sitúa otro sátiro con el que parece conversar o tener una conexión como muestran sus brazos entrelazados. Esta composición dionisíaca se cierra con otra ménade que, en paralelo compositivo con el sátiro del extremo opuesto, lleva también un tirso negro.
Crátera griega de campana de figuras rojas en el Museo de Ciudad Real. Necrópolis ibérica III de Alarcos (Poblete, Ciudad Real)
La cara B representa una escena de palestra con tres hombres envueltos con himation, los dos de la izquierda mirando hacia la derecha y el del extremo derecho, el rhabdophoros o portador del bastón. Los tres personajes son de estatura baja, de complexión ancha y con peinados rematados en dos o tres bucles que les caen en sus perfiles.
En los laterales de la crátera, debajo de las asas, se elaboraron sendas palmetas de abanico verticales, con trece pétalos, que reposan sobre dos volutas internas que flanquean los dos semicírculos centrales, los arranques de las asas están rodeadas por ovas muy estilizadas. Por último, se encuentra la decoración geométrica formada por un friso metopadado de grecas y ajederezados, de la parte inferior que, junto con la guirnalda de laurel de la parte superior, enmarca las escenas de las caras A y B.
El borde está delimitado por una guirnalda de hojas de laurel sin frutos.
Técnica: Figuras rojas, con blanco y dorado. Material: Cerámica. Dimesiones: Altura 37 cm; diámetro del borde 36,8 cm; diámetro de la base 15,5 cm; profundidad 28,5 cm. Cronología: s.IV a.C.
Autoría: R. García Huerta; F.J. Morales Hervás; D. Rodríguez González; P. Miguel-Naranjo y M. A. Rodríguez-Rabadán.
Bibliografía: A new example from the Telos group: the bell-krater of the iberian necropolis of Alarcos III (Poblete, Ciudad real, Spain)
Más información del Museo de Ciudad Real AQUÍ.
Sátiro del Museo de Cuenca
La figura se representa de pie, desnuda, de espaldas a nosotros, en posición de tres cuartos. Está de puntillas, apoyado en línea de suelo. Su pierna izquierda está estirada hacia atrás. Lleva la nébrida enroscada en su brazo derecho que le cuelga paralela a las piernas y detrás aparece un elemento curvado, que puede representar el bastón pastoril o pedum.
Sostiene un racimo de uvas con la mano izquierda. La gema está rota en su parte superior izquierda y en la parte inferior, habiéndose perdido la representación de la mano derecha y parte de la línea de apoyo de la representación. Un motivo común dentro de la thiasos de tema dionisíaco es el Sátiro, que junto a Ménades y Ninfas se entregan a báquicas danzas (Gebhardt, 1880: 315). Con una posición del Sátiro similar, se encuentra una gema procedente de Poitiers (Viena), fechada en época augustea (Guiraud, 1988: n.º 274, 116, pl. XVIII). También en Carnuntum, un sátiro con el torso desnudo sostiene un racimo de uvas con su Boletín del Museo Arqueológico Nacional 42 / 2023 315 Págs. 307-321 / ISSN: 2341-3409 Rosario Cebrián Fernández y Concepción Rodríguez Ruza Entalles romanos del Museo de Cuenca mano derecha y un pedum se eleva en la izquierda (Dembski, 2005: n.º 508, 102, taf. 49) y otro con la misma postura (Dembski, 2005: n.º 511, 103, taf. 50) se fechan en el siglo ii d. C
Siglos i-ii d. C. Jaspe de color rojo. Forma ovalada. Cara superior e inferior planas. Perfil cortado hacia el reverso. Dimensiones: 14 × 11 × 2 mm. N.º inventario: AA74/15/570. Procedencia: Valeria. Catálogo Museo de Cuenca, n.º 251. Bibliografía: Osuna et al., 1978: n.º 2, 155, lám. LVII, 2.
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El retrato de Luisa Mendonza, VII Condesa de Saldaña ( Antonio Ricci, 1603) del Museo de Gudalajara
Este retrato de una dama de la casa ducal del Infantado fue adquirido por el Ministerio de Cultura y asignado al Museo de Guadalajara a cuyos fondos pertenece desde 2022.
El retrato firmado por Antonio Ricci en 1603 muestra a la joven condesa Luisa de Mendoza y Mendoza (1582-1619) llamada a heredar de su madre el título de duquesa del Infantado, sucesión que fue frustrada por su temprana muerte.
Lujosamente ataviada y adoptando la postura de los retratos cortesanos de la época, la imagen de Luisa de Mendoza ha llegado al Museo de Guadalajara, para permanecer en el edificio donde nació, la sede de esta Institución: el Palacio del Infantado.
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El pie de mesa procedente de la villa romana de Carranque, realizado en pórfido rojo y con forma de pata de leóndel Museo de los Concilios y Cultura Visigoda de Toledo
Esta pieza, elaborada en un material exclusivo, importado desde los confines del Imperio y siempre relacionado con el poder, nos hace pensar en el grado de refinamiento y la capacidad económica de la familia propietaria de la villa Hispano-romana de Carranque.
Este material, cuyo uso se remonta a la cuna de las civilizaciones asirio-babilónica y egipcia, era muy apreciado por su dureza y resistencia, y, según Plinio el Viejo, en época romana procedía exclusivamente de una cantera, denominada Mons Claudianus posiblemente en honor al emperador Claudio, situada al este del desierto de Arabia.
Durante el Imperio Romano el pórfido se empleó a menudo para la fabricación de sarcófagos para el emperador y sus parientes, y en el arte bizantino el pórfido también fue de uso exclusivo imperial. Tanto la procedencia del material como su vinculación con el poder, hacen de esta pieza un hallazgo único en nuestra provincia.
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Estela del guerrero en el Museo de Santa Cruz de Toledo
Mirando esta pieza, que con delicado esquematismo nos ofrece tanta información, uno comprende que, a veces, con trazos muy simples se puede definir algo muy complejo. El hecho de que esta tipología de estelas se repita a lo largo de la zona occidental y meridional de la península, remarca su carácter de representación de una identidad colectiva.
El Museo de Santa cruz cuenta con dos estelas de guerrero datadas entre los siglos IX y VIII a.C., pertenecientes al Bronce Final, halladas en las inmediaciones de las localidades de Las Herencias y La Estrella, al oeste de la provincia de Toledo.
Las estelas de guerrero son losas de piedra en las que se representa de forma esquemática a un personaje rodeado de sus armas (escudo, espada, lanza, casco, arco, coraza...) y, a veces, objetos de uso personal, como el carro con su rueda, que observamos en la estela de las Herencias.
No se sabe con seguridad su función. En todo caso, son objetos de representación del poder y la fuerza de su poseedor, marcadores de territorio, de una región dominada por un señor poderoso y belicoso.
Los pueblos que las utilizaron podrían ser pastores que recibieron influencias indoeuropeas y mediterráneas gracias al comercio. Su poder, y el dominio de las rutas y pasos naturales, cerca de los cuales se hallaban las estelas encontradas, se reflejaría con la representación de sus armas y objetos de prestigio.
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Plato serie alcoreña, finales s. XVIII, en el Museo Ruiz de Luna (Talavera de la Reina)
La loza y la alfarería popular, al igual que el resto de técnicas artísticas, son un reflejo del entramado de la vida cotidiana de cada momento histórico. Así, cuando observamos estos objetos cerámicos en los bodegones del siglo XVII realizados por Clara Peeters o Luis Meléndez ya en el siglo XVIII, nos sumergimos en esas escenas volviéndonos espectadores directos de esa cotidianeidad. La loza, que se realizaba a mano, deja la huella de la memoria cultural de la sociedad española a finales del setecientos como sucede con este plato de imitación alcoreña realizado en los alfares de Talavera de la Reina. En estos años la Casa Real recibió un obsequio que fue objeto de murmuración en la capital y alrededores, sobre todo cuando fue presentado al pueblo. Se trata de un elefante asiático procedente de Manila (Filipinas) regalado a Carlos III que estuvo alojado en la Casa de Vacas en Aranjuez hasta 1777 cuando murió. Posteriormente fue destinado al Real Gabinete, y actualmente se expone en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. El elefante hasta que llegó a Madrid pasó, entre otros pueblos de la península, por El Viso del Marqués, Santa Cruz, Valdepeñas, Manzanares, Tembleque, La Guardia u Ocaña, hasta finalmente llegar a San Ildefonso. Estos pueblos estuvieron obligados a facilitar a la comitiva alojamiento, víveres o cualquier otro elemento auxiliar que necesitaran para la custodia del elefante, calando así a todos los lugareños.
El revuelo que causó el elefante durante esos años ha quedado reflejado en la literatura del momento, en la cultura material dieciochesca, y en el arte, como el pastel Mujer con mantilla y otras figuras del pintor Lorenzo Tiepolo, estampas, abanicos, loza o incluso pervivió en la memoria hasta tiempos de Goya, que lo introdujo en algunos de sus aguafuertes. Este plato de loza de la serie alcoreña del ramito que se exhibe en el segundo patio del museo es la muestra perfecta de este episodio que marcó a todo aquel que lo vio.
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Dechado, lino, siglo XVIII circa, de la Casa-Museo Dulcinea del Toboso.
Entre la sala y la alcoba de la Casa-Museo Dulcinea del Toboso se encuentra un armario en lo que se conoce como entresala. Ese armario, cuyas dos puertas de casetones permanecen abiertas, exhibe multitud de elementos. En este caso vamos a pararnos en la primera balda, allí al fondo se encuentra un paño de lino que para muchos visitantes pasará desapercibido. Se trata de un dechado, un textil con distintas muestras de costura o bordados para aprender a coser. Como indica José Luis Sánchez Sánchez en su tesis sobre iconología simbólica en los bordados populares toledanos, no se trata solo de un modelo para imitar sino que es un libro de arte que reúne los motivos más importantes. Las cenefas que observamos en este ejemplar fueron los modelos más significativos de la comunidad de monjas del Convento de San Clemente en Toledo desde el siglo XVIII hasta su adquisición por parte del Museo de Santa Cruz bajo la dirección de Matilde Revuelta Tubino en 1971. En este paño pueden observarse bordados a punto de cruz, a espiguilla y pespunte en colores blanco y azul. Las distintas bandas con cenefas alternan motivos geométricos y cruciformes, y el centro lo compone una cruz de cuatro brazos conocida popularmente como Cruz de Caravaca. El marco, a modo de hilera, incluye motivos zoomorfos en distintos tonos de azul.
Aunque este dechado se data aproximadamente en el XVIII se conservan desde el s. XVI hasta el siglo XIX. Según el tipo de estructura que siguen las cenefas y los motivos así será la corriente artística o cronológica que tengan. Por ejemplo, en el siglo XVIII es común el protagonismo del espacio central para relatos, y se reducen los ejemplos de cenefas para obtener un resultado más artístico.
Estos dechados y el conocimiento que incluyen han llegado a nosotras gracias al esfuerzo de mujeres labranderas que recogieron estos símbolos, los recopilaron, los clasificaron, los reunieron y los legaron de generación en generación, formando así libros de memorias y de creencias en un solo vistazo.
Más información de la Casa-Museo Dulcinea del Toboso AQUÍ