En diciembre de 1912 el poeta austriaco Rainer Maria Rilke escribió una apasionada carta a la princesa Marie von Thurn und Taxis en la que mencionaba una pintura que había descubierto en Toledo y que le provocó una profunda impresión.
Se trataba del testamento artístico de uno de los grandes genios de la pintura universal, Domenikos Theotokopoulos ‘El Greco’ (1541-1614), una Inmaculada Concepción, confundida durante años con la Ascensión debido al intenso movimiento vertical de la composición y su dinamismo, realizada entre 1608 y 1613 por encargo de doña Isabel de Oballe, dama toledana acaudalada que había hecho fortuna en Perú, para su capilla personal en la parroquia de san Vicente Mártir de Toledo.
Desde 1965 esta obra cuelga de los muros del antiguo Hospital de la Santa Cruz, levantado a principios del siglo XVI por los cardenales Mendoza y Cisneros, hoy convertido en el Museo de Santa Cruz de Toledo, el buque insignia de los museos de Castilla-La Mancha gestionados por el Gobierno Regional.
Esta pintura, de grandes dimensiones, obra maestra indiscutible de la última etapa vital del genio de Candía, y su último encargo conocido, es un depósito de la parroquia de San Nicolás de Bari en Santa Cruz, y constituye por derecho propio la obra más importante y representativa de entre todas las colecciones del museo.
En la obra se resumen todas las aportaciones artísticas del genio cretense a la pintura universal; el alargamiento y la espiritualidad de las figuras, los contrastes lumínicos, las intensidades tonales del color y el tremendo movimiento ascensional que imprime a toda la escena, de composición vertical, donde se separan los universos terrestres y celestes.
A pesar de la avanzada edad y la enfermedad el artista desbordó su torrente creador en esta innovadora composición.
La Virgen aparece ligeramente inclinada, cruzando sus manos en el pecho, arrobada por la intensidad del momento, mientras se rodea de ángeles músicos, serafines y querubines que la acompañan y la elevan.
En la parte superior destaca la paloma del Espíritu Santo, irradiando de luz toda la escena, mientras que en la parte inferior encontramos una evocación nocturna de Toledo, trasunto de la Civitas Dei, donde se dispersan los símbolos marianos recogidos en las Letanías de Loreto, las rosas y los lirios, -símbolos de pureza-, el espejo sin mácula, la fuente de los jardines, el pozo de aguas vivas y la Stella Maris, la estrella de los mares, que guía y protege a los marineros en peligro de naufragio.
Sin duda, un cuadro referente de la obra de El Greco del que puedes disfrutar en el Museo de Santa Cruz de Toledo.
Más información y reserva de entradas en: AQUÍ
Autor: Fernando Luis Fontes Blanco
Director del Museo de Santa Cruz y sus museos filiales