En Pastrana, Guadalajara, encontramos uno de los rincones más espectaculares de Castilla-La Mancha. Conserva en su trazado urbano y en sus muros la grandeza que exhibió en la época de esplendor, cuando en el marco de la Edad Moderna se convirtió en “Villa Ducal”. La Pastrana actual ha sabido integrar su pasado y parte del mismo podemos contemplarlo en uno de los edificios más emblemáticos, el Palacio Ducal.
Un “Viaje a la Alcarria” para disfrutar desde su interior.
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Situada en la comarca de La Alcarria, a 45 km al sureste de Guadalajara, aparece la bella villa ducal de Pastrana. Declarada Bien de Interés Cultural en 1966, con la categoría de conjunto histórico, aún hoy exhibe en sus calles y monumentos el pasado grandioso que la envuelve.
Personajes clave en la historia de España como la atractiva e intrigante princesa de Éboli, nuestros místicos Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, o el Premio Nobel Camilo José Cela, han vivido y paseado por sus rondas y caminos, contribuyendo a inmortalizar el prestigio de la villa ducal alcarreña.
Ya en época protohistórica se puede situar una ciudadela carpetana que fue destruida por Tiberio Sempronio Graco en el 180 a. C, durante la conquista romana. Un siglo después se levanta una nueva ciudad, por orden del cónsul Paterno Paterniano, que se ha identificado como la Paternina romana, según los historiadores, y dará origen a la Pastrana actual.
En la Edad Media, concretamente en el año 1174, el rey Alfonso VIII de Castilla concedió a la Orden de Calatrava la aldea de Pastrana, junto con Zorita de los Canes, de quienes obtendrían importantes privilegios. Más adelante, en 1369 el rey Enrique II de Castilla, a propuesta del maestre calatravo, le concedió el privilegio de villazgo. A partir de entonces Pastrana creció en detrimento de Zorita.
En 1541, con fuerte oposición de sus habitantes, que no querían perder el estatus de realengo, compró la villa a la Corona doña Ana de la Cerda, abuela de la célebre doña Ana de Mendoza de la Cerda (princesa de Éboli), quien casaría con don Ruy Gómez de Silva, secretario real de Felipe II, obteniendo del monarca los títulos de Duques de Pastrana y Príncipes de Éboli.
En su casco histórico predominan las casas señoriales como la Casa del Caballero Calatravo, Palacio de los Burgos, Casa del Concejo, Casa de los Canónigos o la Casa de la Inquisición. Son numerosas las puertas con arcos de medio punto con sus escudos heráldicos, y se prodigan los edificios como el Palacio Ducal del S. XVI, la Colegiata con su iglesia del S. XIV, que alberga una colección de tapices flamencos del S. XV, o el antiguo Convento de las Carmelitas fundado por Sta. Teresa de Jesús y S. Juan de la Cruz.
Dentro de la arquitectura renacentista que domina la villa de Pastrana queremos destacar, por su imponente perfil arquitectónico, el Palacio Ducal. Ordenado construir en 1541 por la condesa de Mélito, la ya referida abuela de la princesa de Éboli, recurrió al arquitecto real mejor valorado en ese momento, Alonso de Covarrubias.
El edificio sigue un claro trazado renacentista español: de planta cuadrada con cuatro torres esquinales y patio central, así como un jardín escalonado en la parte posterior del mismo y frente al palacio una gran plaza de armas. Desde el primer momento doña Ana tenía problemas, con el concejo y la gente de la villa, para construir el conjunto palacial y por diversos motivos legales, el palacio no se finalizó en el siglo XVI.
La fachada, flanqueada por dos torres, es sobria con sillares en piedra de tono dorado, presentando saeteras y troneras en la parte superior. Carece de ornamentación, teniendo como único elemento decorativo los escasos vanos simétricos que están rematados con una moldura simple. En el centro, la portada principal destaca por su carácter italianizante, con un gran arco de medio punto que da paso al interior del palacio, bajo la vigilancia de dos bustos de piedra (probable representación de doña Ana de la Cerda y su marido. En los laterales, encontramos dos columnas estriadas con basamento y capiteles corintios que sujetan un entablamento en el que aún se puede leer ‘DE MENDOÇA I DE LA CERDA’. En el interior del frontón dos amorcillos sujetan el escudo de los Mendoza.
Años después de la construcción del palacio se abrió el balcón que rompe con la decoración superior de la portada principal, para que los duques pudieran disfrutar de las corridas de toros que se celebraban en la plaza durante el siglo XVII. En la torre de levante, donde estuvo retenida y prisionera por orden de Felipe II la princesa de Éboli, desde 1581 hasta su fallecimiento en 1592, aparece el balcón enrejado de sus estancias, al que tan solo la dejaban asomarse durante una hora al día. De ahí el nombre de la plaza en la que se ubica el palacio, como “plaza de la Hora”.
En el interior del palacio, se conservan unos maravillosos artesonados diseñados por Alonso de Covarrubias, en estilo plateresco. Completándose la decoración del paramento interior con zócalos de azulejería toledana de estilo mudéjar. No obstante, el proyecto inicial de arquitecto toledano, quedó inacabado, afectando sobre todo al cerramiento de patio y ciertas dependencias internas.
Un sinfín de avatares históricos impidieron que se terminase esta edificación hasta finales del siglo pasado, ya en la edad contemporánea, cuando la Universidad de Alcalá acomete la recuperación del espacio, incluyendo soluciones arquitectónicas modernas integradoras y respetuosas con el pasado.
Con el ducado dio comienzo la mejor época de la historia de Pastrana, convirtiéndose en polo de atracción de población y privilegios, llegando hasta el S. XVIII cuando los duques trasladaron su residencia a Madrid, perdiendo definitivamente su protagonismo como enclave político y económico de la zona. Se inicia entonces una lenta decadencia de la villa, aunque sigue dando muestras de su brillante pasado a través del patrimonio que hoy podemos admirar.
Gabriel el Mar, 07/12/2021 - 09:47
Excelente y muy documentado texto.
Este palacio, lejos de convertirse en una “hospedería” como pretende el Gobierno Regional y sus escasamente sensibles representantes (en todo lo que concierne a la historia y arte), debería preservarse lo más intacto posible, manteniendo sus esencias originales ideadas por Alonso de Covarrubias.