La arquitectura industrial constituye un capítulo importante en la España de la Ilustración. La provincia de Guadalajara contó con diversas explotaciones industriales relacionadas con sus recursos naturales como la plata y la sal, trabajadas desde la antigüedad. No obstante, la industria más importante instalada en la provincia fue la textil, con Reales Fábricas establecidas en la capital y en Brihuega. Ambas se enmarcan dentro del interés de la nueva dinastía borbónica por impulsar la industria y el comercio en España.
La Real Fábrica de Paños de Brihuega se localiza en el extremo este del núcleo urbano de Brihuega. Constituye uno de los ejemplos más relevantes de la arquitectura industrial del s. XVIII en España.
En Brihuega existía una tradición textil importante, que se inicia en los siglos XIII y XIV, como queda demostrado por los numerosos batanes que se localizan en sus inmediaciones. Por otra parte, era necesario contar con abundante agua, leña y las materias primas necesarias para los tintes, además de la mano de obra. En 1750 se funda la Real Fábrica, que se construirá a lo largo de los primeros años de este decenio, dentro del recinto amurallado de la ciudad y en el lugar que ocupaba la ermita de Santa Lucía.
La creación obedece a una Real Cédula expedida el 8 de marzo de 1750 por Fernando VI para la construcción de una Casa Fábrica en Brihuega, indicándose que fuese “amplia y capaz” para la función que debía cumplir. Se trata de un edificio del s. XVIII, con puerta barroca de 1810, que da acceso a un patio con capilla. El zaguán da paso al cuerpo principal o rotonda, donde estaban instalados los ochenta y cuatro telares de paños.
La Fábrica de Paños fue concebida a modo de ciudad a pequeña escala, capaz de acoger los usos derivados tanto de la actividad fabril como de administración y residencia de los funcionarios y trabajadores, incluso aportando espacios de recreo en sus jardines.
En 1751, Manuel de Villegas concibió un inmueble singular de planta circular, formada por dos anillos, uno exterior y otro interior que cierra un patio central. Este edificio se organiza en dos alturas, una primera planta baja abovedada en la que se alojarían almacenes, despachos de maestros y piezas de hiladas y la planta alta, ya adintelada, donde se dispondrían telares e hilanderas. La puerta principal al norte da paso al zaguán, en el que arranca una escalera. Los dos cilindros están perforados por numerosos vanos que permiten la iluminación del interior. La fachada exterior presenta una ordenación rítmica de huecos rectangulares con sencillas embocaduras (1).
Unos años después Vendura Padierne redimensionó la fábrica, basándose en el diseño de Villegas. A grandes rasgos se respeta el primer proyecto, con la salvedad de un desplazamiento lateral de la escalera del vestíbulo, que permitía el acceso directo al patio y la supresión de las bóvedas de la planta baja (1).
En 1769 se lleva a cabo otra modificación en la fábrica para mejorar su uso residencial. Se levanta en esta fase una nueva vivienda para el Superintendente con sus correspondientes jardines, ocupando un espacio existente entre la nave de prensas y capilla. En 1786 se completó el conjunto al construir al norte una nueva nave para telares, amplia y con una gran escalera (1).
Destacan como parte intrínseca de la Fábrica sus jardines versallescos, con parterres y cipreses, adornados con farolas, miradores, cenadores y fuentes; dominando el conjunto de la ciudad los edificios destinados a la administración y residencia de los funcionarios que se ocupaban de su gestión.
A pesar de que durante la segunda mitad del siglo XVIII la Fábrica fue una de las instalaciones más prestigiosas del país, en 1835 cerró sus puertas. Tras la desamortización pasó a manos privadas, lo que dio a la Fábrica diferentes usos, predominando el meramente residencial durante el s.XX hasta la Guerra Civil española.
La actividad industrial del edificio, como productora de mantas para el ejército, finalizó definitivamente en 1936, coincidiendo con la Guerra Civil Española.
Posteriormente, tras muchos años cerrado, el 24 de noviembre de 2020 abriría de nuevo sus puertas, ya como edificio turístico, tras las obras de restauración.
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Referencias
(1) “La época ilustrada en la provincia de Guadalajara”, María Larumbe Martín. Wad-al-Hayara: Revista de estudios de Guadalajara, ISSN 0214-7092, Nº. 26, 1999, págs. 239-289
