El puente Viejo de Talavera de la Reina es una de las obras más representativas de la arquitectura civil de la ciudad. Está ubicado en un eje de comunicación norte-sur sobre el río Tajo. Tradicionalmente conocido como “Puente Viejo” ha servido como principal acceso de la urbe por su sector meridional con medios terrestres hasta que se construyó un nuevo puente, conocido popularmente como “el de hierro”, en 1908.
Aunque se trate de uno de los elementos arquitectónicos más emblemáticos dentro del imaginario colectivo e identitario de la ciudad, el puente de Talavera no resulta ser una de las obras más estudiadas. Pese a las noticias y reseñas realizadas por eruditos y cronistas entre los siglos XVI y XIX, habrá que esperar a las referencias realizadas a mediados del siglo XX por Jiménez de Gregorio para obtener una visión histórica y geoestratégica del puente. En una línea semejante, lo reseña Malalaña, en un trabajo sobre puentes-fortaleza en torno al curso medio del Tajo.
En 1990 se produjo un gran descenso de las aguas del Tajo motivadas por las obras que se estaban ejecutando en el azud de los Molinos de Abajo, que unido a la sequía estival hizo que afloraran estructuras que fueron estudiadas por Moraleda y Pacheco, quienes llegaron a la conclusión de que se trataban de los pilares originales del puente romano, los cuales son reutilizados como cimentación en su primer tramo. Sin embargo, a pesar de los avances obtenidos hasta ese momento, no será hasta el cambio de milenio cuando Pacheco acomete la no sencilla labor de realizar una aproximación a la historia arquitectónica y a la edilicia del puente durante el medievo. Las aportaciones de citado autor ofrecen una lectura previsiblemente coherente sobre la que trabajar de cara a futuras investigaciones. No obstante, el estado de conocimiento actual sobre el puente resulta insuficiente; aún hay numerosas cuestiones por dilucidar y que esperamos se vayan resolviendo progresivamente desde una óptica multidisciplinar.
La obra medieval del denominado “Puente Viejo” tiene sus orígenes en época romana, cuya obra es parcialmente reaprovechada como cimentación de las primeras pilas en la margen septentrional. Este fenómeno de reutilización estructural y de elementos constructivos aislados, conocido como spolia, fue habitual en todo el ámbito del antiguo imperio romano, hecho que también sucede en numerosos lugares de Hispania y en el puente de Talavera, como es el uso de un epígrafe funerario latino en uno de sus estribos. El devenir histórico ha provocado que la obra romana se encuentre prácticamente desaparecida. No obstante, a partir del análisis arqueológico de las pilas del primitivo puente, realizado por Moraleda y Pacheco, se observa que apenas se conservan dos hiladas de sillares de granito (opus quadratum).
Tanto las fuentes medievales islámicas y cristianas que hacen referencia a Talavera, no aluden al puente que salvaba el Tajo. Poco después, la documentación bajomedieval registra la existencia de la Puerta del Río, que se trataba del principal acceso a la ciudad por el sur y que comunicaba con el puente que aquí nos ocupa. Por su parte, otros postigos como el de Nazar o el de los Jerónimos, se sumaban a la comunicación directa con el río.
En todo caso, pese al silencio documental, el puente debió ser un elemento estratégico de primer orden en la infraestructura viaria, pues aseguraba la conexión entre ambas márgenes a lo largo del año en el sector fronterizo que nos ocupa de la Marca Media, cuyo territorio presentaba diferentes fórmulas de fortificación.
La referencia documental más antigua que existe del puente medieval data del primer tercio del siglo XIII, momento durante el cual el rey Fernando III da orden de controlar el trasiego comercial en los puentes del Tajo. Debido al alto coste de la obra, el concejo de Talavera solicitó en mencionado año al Papa Honorio III, que se le concedieran 20 días de indulgencias a quienes auxiliaran mediante limosnas y subsidios la obra del puente. Es muy probable, tal y como indica Pacheco, que algún tramo del entorno de la antigua fábrica hidroeléctrica esté asociado a este periodo.
No resulta descabellado pensar que las obras quedaran sin analizar o que la estructura resultara mal parada con motivo de las riadas ya que, durante la primera mitad del siglo XV, el puente se encontraba en estado ruinoso. Para ello, el concejo inició un nuevo programa de reformas, que se desarrollaron entre 1423 y 1427 según Jiménez de Gregorio. En torno a 1449 el Honrado Concejo de la Mesta, llega a un acuerdo con el concejo que se concreta en la firma de una Concordia que suponía la contraprestación para el Honrado Concejo de tener que pagar en concepto de pontazgo, un derecho de dos cabezas por cada mil ovinos o caprinos que pasaran por los puentes de Talavera; fórmula que suponía ciertas garantías para mantener en buen estado el puente. Sin embargo, pese a las estipulaciones indicadas, no llegaron a cumplirse debidamente.
Durante la guerra civil que tiene lugar bajo el reinado de Juan II, el puente sufre nuevos desperfectos motivados por varios ataques. En este sentido, los libros de actas del concejo de Talavera recogen el acuerdo “…de faser en el arco postrero un torrejón con su puerta para que los veçinos de Toledo no les tornaren a quebrar la puente...”. Pocas décadas después, el puente es testigo de importantes obras, esta vez bajo la prelatura del cardenal Pedro González de Mendoza, cuyas tareas de mecenas impulsaron numerosas obras en el arzobispado. Según el cronista De Torrejón esta serie de obras fueron coordinadas por fray Pedro de los Molinos quien: “…tanvién fue procurador y grande artífice en tragar obras y edifiçios y por entenderlo tanto, siempre que se ofreçía alguna cosa destas al ayuntamiento pedían al prior le diese ligençia para salir a verlas y tragarlas y por borden suya se higo la puente deste río que está junto a la villa por donde se pasa a la Xara, la qual esta ya muy arruynada por las muchas y grandes avenidas y la poca firmeça que ay en la tierra ques muy arenisca...”. De este modo, es al jerónimo fray Pedro de los Molinos a quien se le atribuye la dirección de obra del primer tramo del puente. Esta suposición ya fue planteada por el historiador I. Fernández, quien se percató de la diferente obra del periodo de Mendoza y otra anterior.
El prelado dejó testimonio de su actuación a través de la instalación de un epígrafe y su escudo heráldico en el arco que hace el quiebro, lo que sirvió para apodarlo como “Arco de las armas”. Según Ponz, en 1773 aún podía leerse: “PETRUS DE MENDOZA / CARDENAUS HÍSPANME ARCHIEP./TOLETAN.A.MCCCC...”. La lectura incompleta del año, motivada por la deficiente conservación de la inscripción, ha llevado a algunos autores a adscribir las obras en 1483, primer año de su pontificado. Por su parte, Pacheco se inclina a favor de una fecha más tardía, en torno a 1490, data que nos resulta más coherente. No obstante, a partir las constantes referencias recogidas en los libros de acuerdos del concejo, el deterioro del puente siguió produciéndose en años posteriores, fenómeno que se irá repitiendo a lo largo de la historia de la infraestructura. Este hecho ha obligado a realizar continuas reparaciones que han servido para nombrar también al puente como “de los remiendos”. Otras denominaciones son “Puente Romano” o “Puente de Santa Catalina”.
Con posterioridad, el devenir histórico del puente con estará caracterizado por las continuas roturas y reparaciones motivadas por las avenidas del río Tajo, lo que ocasionaba el intermitente corte del puente y la necesidad del uso de barcas de paso.
La estratégica ubicación del puente como único punto de paso en este sector de la Cuenca Media del Tajo fue transcendental durante periodos bélicos, llegando a constituirse una “Cabeza Puente” durante las Guerras Carlistas o la pasada Guerra Civil.
Desde la Antigüedad el puente supuso un paso estratégico permanente a lo largo del año entre ambas mesetas, lo que condicionó su valor como nexo de comunicaciones entre ambas márgenes del Tajo. La infraestructura ha condicionado la confluencia de varias vías pecuarias de valor histórico que fueron transcendentales entre el medievo y la etapa contemporánea para la práctica de la trashumancia. De igual modo, posibilitaba la comunicación con lugares ubicados al sur del Tajo, formando parte del camino a Córdoba o como itinerario alternativo a Guadalupe, entre otros lugares.
Dadas sus singulares características materiales e inmateriales y su ubicación, el Puente ha sido declarado Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento, el 28 de mayo de 2021
Autor :
Sergio de la Llave Muñoz
UNED Talavera de la Reina-ICOMOS España
Para más información:
DE LA LLAVE, S. y ESCOBAR, A. (2018): “Aproximación a los signos lapidarios del puente viejo de Talavera de la Reina (Toledo)”, Revista Otarq, 3, pp. 23-36.
MORALEDA, A. Y PACHECO, C. (1991): El puente romano de Talavera de la Reina. Talavera de la Reina: Excmo. Ayuntamiento.
PACHECO, C. (2001): “Obras públicas en Talavera de la Reina: Los puentes medievales. Aproximación histórica y arqueológica”. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Historia medieval, 14, pp. 163-191.
José Antonio el Mié, 30/06/2021 - 09:54
Muy interesante, por la Historia.
Por favor, me gustaría me indicaran o donde puedo ver las obras realizadas en el puente Viejo a partir año 1950 y fotografías de esas fechas.
Gracias.
francisco pol … el Vie, 24/02/2023 - 21:56
interesante y documentada reseña