Valderrepisa es un ejemplo de yacimiento arqueológico inicialmente excavado gracias a las intervenciones de urgencia o salvamento que, posteriormente, ha seguido siendo estudiado y se ha puesto en valor con el propósito de que los ciudadanos puedan conocerlo y visitarlo. Descubierto en la década de los años 80 del siglo XX, no sería hasta diez años más tarde cuando se realizaran los primeros trabajos.
Excavaciones arqueológicas
Debido a su estratégica ubicación, este poblado-fundición romano ha sido excavado en varias ocasiones como consecuencia de la realización de diversas obras de infraestructura que le han afectado directamente: en 1990 la construcción del gasoducto Madrid-Sevilla, en 1991 la modernización de la red de Telefónica y en 1993 la ampliación de la carretera N-420. En todas ellas, previamente a la realización de las obras, fue necesario llevar a cabo un seguimiento arqueológico en cumplimiento de la legislación vigente. A dichas intervenciones se les suma una campaña de limpieza y consolidación de muros realizada en 2008 por el Ayuntamiento de la localidad y otra campaña de excavación, esta vez dentro de la convocatoria de los Proyectos de Investigación del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico de Castilla-La Mancha, acometida en 2017 con la financiación de la propia Junta y del Ayuntamiento de Fuencaliente. En la actualidad el yacimiento forma parte de un proyecto I+D titulado "Producción y circulación de bienes en el reborde meridional de la Meseta" dirigido por la catedrática de la UNED, Mar Zarzalejos.
Situación geográfica
El yacimiento de Valderrepisa, situado junto al puerto de montaña que le da nombre, se asienta sobre una suave pendiente, en la vertiente septentrional de Sierra Morena, en pleno corazón de Sierra Madrona. Su privilegiado emplazamiento, junto a un importante punto de paso entre la Meseta Sur y Andalucía, unido a la proximidad de dos arroyos y una fuente (la Fuente del Almirez), y los densos bosques de las inmediaciones convirtieron este paraje en un lugar idóneo para instalar una fundición metalúrgica. A tal efecto, disponía de un suministro permanente de agua, abundante madera para alimentar los hornos y una buena ventilación, necesaria para activar la combustión de estos. Todas estas ventajas fueron más importantes que la proximidad de la fundición a las minas, ya que era más fácil transportar el mineral que la madera necesaria para activar los hornos (se calcula que para fundir una tonelada de mineral eran necesarias 100 toneladas de madera).
Planta del poblado
Las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz una serie de estructuras que parecen definir tres sectores bien diferenciados.
Sector A
Es el más septentrional y se prolonga a ambos lados de la carretera N-420, que secciona el yacimiento en dos partes. Se compone de varios departamentos adosados a dos largos muros paralelos orientados en sentido N-S. Perpendicular a ellos, otro muro cierra este bloque arquitectónico por el sur.
Al oeste se disponen 17 pequeños recintos a los que se accede desde un amplio espacio central abierto (de 6,20/6,40 m de anchura y 57 m de longitud), a lo largo del que discurre una canalización de agua subterránea. Están organizados de una forma regular: a dos pequeños, de planta rectangular, les sucede uno mayor, de planta cuadrangular. Algunos de ellos quedaron inhabilitados cuando, durante una reforma posterior, se procedió a cerrar el extremo meridional, levantando dos nuevos muros, tal vez a causa de una reconversión funcional. En la fábrica de estas estructuras se emplearon piedras cuarcíticas de buen tamaño.
Su interpretación es incierta, por la escasez de restos arqueológicos aparecidos en su interior (fragmentos de escorias de fundición, galena…). A modo de hipótesis, es posible que se usaran para almacenar las herramientas de trabajo, el mineral, etc.
Al este del potente muro oriental que delimita el referido espacio central se hallan varias dependencias de mayores dimensiones, algunas de ellas comunicadas entre sí. Su carácter doméstico queda confirmado por la existencia de un hogar, cerámica común y de cocina… Los paramentos fueron construidos con piedras de cuarcita de tamaño mediano, cohesionadas con barro, y los pavimentos son de arcilla roja apisonada, sobre un lecho de guijarros mezclados con ceniza. Ocasionalmente, sobre la tierra batida se extiende una capa de plomo fundido, quizás con el propósito de impermeabilizar el suelo.
Canalización hidráulica
Enterrada bajo el pavimento del sector A y parte del B apareció una conducción de agua, de la que se documentaron unos 55 m de longitud, si bien su recorrido total originario era mayor, puesto que proseguiría por el norte y sureste. Aunque todavía no se ha localizado su punto de partida ni de destino, esta estructura hidráulica probablemente se alimentaría del cercano Arroyo del Puerto.
Está compuesta por tubos de cerámica, cuyas bocas tienen diferente grosor y presentan un rebaje en los bordes para permitir su ensamblaje, ya que se acoplan por el método de “enchufe y cordón”. Como material de sellado de las juntas se utilizó un sólido mortero de cal que impediría pérdidas de agua en los empalmes.
Una arqueta de plomo, actualmente expuesta en el Museo de Ciudad Real, regulaba la salida del agua. Una tubería desemboca en su interior y de la cara opuesta sobresalen dos conductos de metal que se introducen en sendos tubos de barro cocido, configurando dos ramales paralelos. Este depósito, por tanto, tenía por objeto redistribuir el agua a través de esas dos baterías de tubuli fictiles.
El agua encauzada tendría un uso industrial, destinándose al lavado del mineral y a enfriarlo una vez fundido en los hornos. De hecho, la canalización se dirige al Arroyo del Puerto, zona donde, según testimonios orales de algunos ancianos vecinos de Fuencaliente, antiguamente había varios hornos de adobe, posiblemente desmontados después por los lavadores de escorias, que las reaprovecharon en los años 60 del siglo XX para obtener plomo.
Sector B
Es un vasto espacio prácticamente diáfano, salvo tres lienzos de muro mal conservados que lo delimitan por el Oeste, flanco desde el que parece tener acceso.
La tubería de barro cocido cruza casi diagonalmente esta zona intermedia del poblado, describiendo un amplio arco desde el lado este, y atraviesa por debajo el muro que separa los Sectores A y B, hasta llegar a la arqueta de plomo. A 3 m de la arteria principal aparecen restos de otro tramo de cañería, que traza igualmente una curva y rompe el mencionado muro, perdiéndose dentro del mismo. Debía de formar parte de uno de los canalillos de derivación del agua a distintos puntos de este establecimiento metalúrgico.
Estaba relleno de escorias, plomo fundido, fragmentos cerámicos, algunos objetos metálicos, ramas carbonizadas y tierra calcinada, concentrados fundamentalmente en la mitad meridional. Dichos vestigios arqueológicos atestiguan que aquí se llevaron a cabo labores de transformación del mineral.
La fundición del mineral (galena argentífera) debió de generar ingentes cantidades de escorias, que hasta principios del siglo XX se hallaban acumuladas en la zona norte del poblado, al otro lado de la carretera. Estas escorias, que todavía conservaban restos de mineral de plata y plomo, fueron vendidas a la empresa Peñarroya para su reaprovechamiento a mediados del siglo pasado.
De la riqueza metalífera de Sierra Morena dan testimonio varios autores antiguos, quienes describen la importancia que estas materias primas tenían para el Estado romano, propiciando para ello una explotación sistemática de los recursos de esta y otras regiones. Durante la República, las minas eran de propiedad estatal, pero fueron arrendadas a comerciantes y navieros, particulares o asociados en compañías privadas (sociedades de publicanos), que controlaban el proceso de extracción y comercialización, a cambio del pago de un canon al erario público.
En cuanto al abandono de este poblado metalúrgico, al igual que ocurrió con otros de la vertiente norte de Sierra Morena, probablemente se debió a que se trasladó el interés de los inversores a otras zonas más rentables, como, p. ej., la de Cartagena.
Sector C
Se halla a una cota superior. Las estructuras están algo desplazadas hacia el este respecto al eje de axialidad de los otros dos sectores. También difiere un poco su tipología constructiva, ya que aquí se emplearon piedras redondeadas y no angulosas, como en los restantes paramentos. Igualmente, varía el grosor de los muros exteriores respecto a los tabiques divisorios.
Al sureste, colindando con el Sector B, se disponen cuatro habitáculos, en dos de los cuales aparecieron sendos hogares, cerámica, carbón, tejas (imbrices), pesas de plomo, clavos de hierro…, sobre pavimentos de tierra batida. Los otros dos ambientes están intercomunicados. Del primero de ellos, cuya puerta originaria fue clausurada, parte un tubo cerámico que enlazaría con una canalización de obra realizada con lajas de pizarra, localizada en la estancia contigua. Este canal atraviesa por debajo el muro septentrional de cierre y prosigue desde ahí con un recubrimiento de piedra, desembocando en el Sector B. Esta habitación fue solada con lajas de pizarra y cuarcita, buzando levemente en sentido este-oeste. Con toda probabilidad corresponden a una zona de vivienda.
Al sur de las estructuras anteriores se yuxtaponen 6 estrechos compartimentos rectangulares, apenas excavados, por lo que prácticamente se ignora su contenido. Inicialmente el tránsito se realizaría por el oeste, pero los vanos se tapiaron durante un reajuste llevado a cabo más adelante en algunos puntos de esta sección del complejo metalúrgico. A la entrada del penúltimo compartimento aparecieron dos tubos de barro cocido ensamblados correspondientes quizás a vestigios de un cordón hidráulico acoplado con la mencionada conducción de pizarra, lo que podría indicar que llegaba hasta aquí otro ramal, tal vez para suministrar agua a un supuesto lavadero. La presencia de abundantes escorias de fundición en dos de estos reductos podría avalar esa hipótesis. No obstante, la planta de este conjunto arquitectónico guarda gran similitud con un hórreo, por lo que su identidad funcional apunta en este sentido, a falta de completar su excavación y así obtener pruebas concluyentes.
A unos 30 m al sur de esta zona se documentó un almacén con varias ánforas y dolia cuyos fragmentos se habían conservado in situ, cerámica común, una gran piedra de molino localizada junto a un pilar o poyete de mampostería, objetos metálicos, ladrillos, etc. La orientación de los muros de este ámbito es asimétrica respecto a la de los restantes.
Cultura material
La escasez de materiales arqueológicos descubiertos en las distintas intervenciones arqueológicas y la ausencia de signos de destrucción denotan un abandono gradual y pacífico del lugar, de manera que sus pobladores se llevarían consigo todo cuanto tuviera valor. Tanto los restos cerámicos como los numismáticos indican que este centro metalúrgico fue fundado probablemente hacia mediados del siglo II a.C. y estaría en funcionamiento hasta el primer cuarto o mediados del siglo I a.C., es decir, en época tardorrepublicana. Una vez abandonado, no volvería a ser ocupado nunca más.
Material numismático
En el yacimiento se han documentado monedas de plata y de bronce procedentes de diversas cecas (Roma, Abra?, Obulco, Castulo, Titiakos...,). La presencia de este numerario podría ser la prueba de que se remuneraba la actividad de, al menos, algunos de los trabajadores (hombres libres asalariados) y también del movimiento de personal, que en algún caso pudo ser de proveniencia foránea.
Las ánforas
Del conjunto cerámico destacan las ánforas de importación. La mayoría son ánforas vinarias, es decir, para contener vino, del tipo Dressel I fabricadas en la Península Itálica, concretamente entre Etruria y Campania. Además, se conserva un ejemplar de ánfora africana antigua, procedente de la provincia tripolitana (en el África septentrional), desde donde debió de llegar aquí conteniendo aceite de oliva.
El comercio
Estos hallazgos delatan la existencia de relaciones comerciales. Se importaba lo que no producían.
En la vertiente norte de Sierra Morena, jalonada de establecimientos de carácter similar al de Valderrepisa, habría un tráfico comercial de alimentos y toda clase de mercancías a través de las arterias de comunicación que cruzaban este territorio. Diversos artículos agrícolas, ganaderos e industriales circularían por caminos que los interrelacionaban con los mercados vecinos e incluso con lejanos puntos del Imperio a través del mar.
La comercialización de los productos de esta región interior se vio favorecida por la existencia de esos bien organizados canales de distribución, que promovieron el desarrollo de numerosos núcleos de población en toda la cuenca minera. La gran demanda existente justifica su inserción en las redes de distribución creadas por Roma, que servían de cauce para el intercambio mercantil tanto de productos de consumo de primera necesidad como de la producción minero-metalúrgica de esta comarca.
Uno de esos caminos se dirigía hacia Córdoba, importante enclave poblacional desde la Edad del Bronce y muy probable puerto de embarque, por el Guadalquivir, de los productos metalíferos de todo este rico distrito minero. Se exportarían tanto a la metrópolis, a través del puerto de Ostia, como a otros lugares del mundo romano.
Por lo tanto, el poblado de Valderrepisa no estaba tan aislado como pudiera suponerse, al poder relacionarse con otros enclaves más alejados mediante la compleja infraestructura viaria construida por los romanos conforme avanzaba y se consolidaba su dominio en estas tierras de la Meseta Sur.
BIBLIOGRAFÍA
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-Fernández Rodríguez, M. - García Bueno, C. (1994): “El poblado romano de Valderrepisa (Fuencaliente)”, Arqueología en Ciudad Real, Patrimonio Histórico-Arqueología 8 (Jornadas arqueológicas de Ciudad Real en la UAM), Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Toledo,195-210.
-García Bueno, C. - Fernández Rodríguez, M. (1995): “Minería y metalurgia en Sierra Morena. El poblado romano republicano de Valderrepisa (Fuencaliente, Ciudad Real)”, Revista de Arqueología 170, Madrid, 24-31.
-Fernández Rodríguez, M. - García Bueno, C. (1997): “Valderrepisa: un ejemplo de aplicación de la Ley de Patrimonio histórico-arqueológico en un yacimiento metalúrgico romano”, en Actas de la Primera Sesión Científica sobre Patrimonio Minero Metalúrgico (Almadén, 1996), Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 55-62.
-García Bueno, C. - Fernández Rodríguez, M. (1997): “La fundición romana de Valderrepisa: alteración y protección de un asentamiento metalúrgico”, en Actas de la Primera Sesión Científica sobre Patrimonio Minero Metalúrgico (Almadén, 1996), Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 1997, 193-198.
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-Pina Burón, Mª R. (2017): “Las ánforas de Valderrepisa (Fuencaliente, Ciudad Real)”, Lucentum XXXVI, Alicante, 129-138.
Autoras:
Macarena Fernández Rodríguez.
Carmen García Bueno.
Arqueólogas y directoras de las excavaciones
José Rodríguez… el Lun, 01/08/2022 - 12:42
Cómo me encantaría visitar la excavación cuando estéis trabajando.
Un saludo desde Almadén.