«Atempora Sigüenza, Segontia entre el poder y la gloria», es el nombre elegido para la nueva edición de la exposición que, con motivo de la conmemoración de los 900 años de la reconquista/repoblación de Sigüenza, recorre 2.300 años de historia de la ciudad y su comarca en una exhibición en la Catedral. La muestra recorre la historia de la ciudad desde sus remotos orígenes en la Edad del Hierro bajo el nombre de Segontia hasta finales del siglo XVIII, fecha en la que se puso fin a su señorío episcopal. La exposición incluye vestigios celtibéricos, romanos, visigodos, andalusíes y cristianos, estos últimos abarcan desde el siglo XII al XVIII, momento de mayor esplendor de la urbe, en una propuesta museográfica en la que contenido y continente se funden.
La práctica totalidad de piezas seleccionadas para la exposición proceden de Sigüenza y su comarca, siendo muchas de ellas inéditas, en el mayor intento realizado hasta la fecha por reunir en la catedral, el espacio más emblemático de la ciudad seguntina, una colección de objetos elaborados sobre todo tipo de materiales y soportes, representativos de la milenaria historia de la comarca.
La muestra queda dividida en 6 grandes secciones o bloques temáticos, ordenados cronológicamente y que se recorren mediante un circuito dirigido en el que el visitante según avanza en el espacio también avanza en el tiempo.
En este caso la catedral, sede de la exposición, configura y condiciona el recorrido, al tiempo que la exposición, reconfigura el edificio y la forma en la que lo percibimos. Este recorrido nos permite diseccionar el templo y entender cómo la historia de la comarca y la de este emblemático edificio se entrelazan hasta hacerse una sola, pasando distintos elementos de la catedral, tanto muebles como inmuebles, a formar parte de la propia muestra. El edificio no es un mero contenedor de una gran exposición, sino que forma parte de ella.
Una exposición, por otro lado, que persigue enseñar algo, en la que las piezas mostradas, más allá de su valor artístico, son el instrumento perfecto para contar una historia. Una conexión entre el pasado y el presente que tiene en estos objetos materiales su nexo de unión, la prueba irrefutable del devenir histórico de una comarca.
Esta exposición saca a la luz multitud de piezas que habitualmente no se exhiben al público, bien por falta de espacio en sus respectivas instituciones matrices, bien por motivos de seguridad, conservación o simplemente porque hasta la fecha no habían sido restauradas. Una oportunidad única de poder contemplar objetos extraordinarios por su valor histórico y artístico, organizados siguiendo una secuencia lógica que facilita su comprensión.
Entre las 178 piezas que componen la exposición, destacan dos: la Urna de Santa Librada y el Retablo de San Juan y Santa Catalina de Alejandría, cada una de ellas, por un motivo diferente. La Urna, por ser la primera vez que se expone al público, al menos en 500 años, y el Retablo, por el esfuerzo realizado para recomponerlo mezclando las tablas originales que se conservan en la catedral con una réplica a escala 1:1 de las tablas que custodia el Museo del Prado.
Se trata de una obra poco conocida, tanto por los fieles como por los estudiosos, al ser la primera vez que se expone. Excepto algún privilegiado que la había podido ver tras la reconstrucción de la catedral en el siglo pasado, solo había podido ser estudiada a través de su vaciado en escayola, conservado también en la catedral. Había permanecido guardada en otra urna elaborada en el siglo XVI. Fue en ese siglo cuando el obispo Fadrique de Portugal mandó construir un nuevo altar en la catedral dedicado a Santa Librada y en la parte superior se colocó esta nueva arca, con un tamaño seis veces superior a la del siglo XIV para darle mayor dignidad y protección a los restos mortales de la santa.
La urna de Santa Librada del s. XIV es un arca de madera recubierta de plata con una decoración de muy difícil explicación, dada su variedad. Es obra debida a la devoción del obispo Simón Girón de Cisneros y, por tanto, se puede fechar en los años de su ministerio, es decir, entre 1300 y 1327, aunque es probable que el diseño de su decoración se pueda atribuir a época anterior. De esto no cabe la menor duda, pues en el remate del lado principal encontramos numerosos escudos suyos entre los tejadillos de las diez diversas figuras femeninas. Quizá esta presencia de su escudo esté en el origen de la leyenda de haber traído este obispo las reliquias de la Santa, desde Florencia, ciudad relacionada con Santa Librada, lo mismo que Lucca, también en Toscana.
En la parte inferior encontramos ocho figuras, de las cuales seis son varoniles, excepto las de ambos extremos. Entre ellas vemos a los apóstoles Pedro y Pablo, identificables por las llaves y la espada, respectivamente; ambos con féminas al lado. Pero, mientras todas las demás figuras están cubiertas por lo que he denominado tejadillo, incluidas las dos mujeres de este mismo lado, las figuras varoniles están representadas con el círculo representativo de la santidad. En el lado posterior del arca, encontramos nueve figuras en la parte superior y seis en la inferior, con la cerradura en el centro. En ambas partes encontramos estas figuras femeninas mirándose respectivamente por parejas, excepto la central. Son figuras representadas genéricamente, sin nombre o indicación alguna.
Los dos extremos del arca representan al obispo preparado para ejercer litúrgicamente como tal, con su casulla, mitra y báculo; la representación de su mano sugiere el magisterio episcopal. La casulla de ambas representaciones episcopales está centralmente decorada con el símbolo de los Cisneros; en un caso en forma de ípsilon (Y) y en la otra simplemente de arriba abajo (I). El arca tiene una amplia representación de figuras femeninas que, quizá quieran colocarnos a Santa Librada entre las muchas santas cristianas; o entre las santas vírgenes, pero entre ellas no podemos identificar con seguridad a santa Librada.
Durante siglos, la urna ha permanecido oculta a los ojos de los feligreses o al público y por eso es una gran ocasión para verla expuesta.
Exponer al público esta pieza tiene un valor simbólico y emocional para los seguntinos, dada la devoción que hay en la ciudad a la santa.
Retablo de San Juan y Santa Catalina de Alejandría
En el brazo sur del transepto, en lo que fue el ábside meridional de la catedral románica de Sigüenza, se encuentra la capilla de San Juan y Santa Catalina a la que el obispo Joscelino (1168-1178) dio la advocación de Santo Tomás Cantuariense. En el siglo XV la familia De la Cerda ejerció su patronato y cambió la advocación por la que hoy tiene.
En 1486 el comendador Fernando de Arce pidió al cabildo la cesión de la capilla para enterramiento de su hijo, Martín Vázquez -el Doncel-, muerto en la guerra de Granada. Pocos años después, en 1491, se les concedió dicha cesión con la facultad de poder quitar de su altar, arcos y muros, todas las inscripciones que había en ella. Solamente quedó la heráldica de los De la Cerda en las claves de la bóveda de crucería con terceletes (un castillo en la central y leones rampantes), como vestigio de los antiguos patronos que fueron.
No se sabe en qué momento se desmontó el retablo que presidía la capilla, que debía constar de un banco y dos cuerpos con cinco calles, dispersándose sus tablas. Las que quedaron en Sigüenza, que debían corresponderse con las del segundo cuerpo, ya fueron descritas en 1899 por Pérez-Villamil, aunque con los añadidos de un Apostolado del siglo XVI y una Crucifixión del XVII.
Se trata de un banco con el Llanto sobre Cristo muerto, en el centro y, a los lados, seis profetas alternados con seis santas: a la izquierda, Abacuc/Santa Eulalia?; Daniel/Santa Águeda; David/Santa Catalina de Siena?; a la derecha, Santa Bárbara/Isaías; /Santa Elena/Jeremías y Santa Apolonia/Joel.
Las dos tablas de la izquierda corresponden al ciclo del Bautista: el Anuncio a Zacarías, cortada, y el Nacimiento de Juan. Las de la derecha recogen el ciclo de Santa Catalina: la Santa conducida ante el emperador Majencio o Maximiano y el Triunfo de Catalina sobre los ídolos, también cortada. En la tabla central se representa la Crucifixión; entre las escenas principales del segundo cuerpo se intercalan santos y Padres de la Iglesia: San Sebastián, San Gregorio?, San Jerónimo, San Agustín?, San Francisco y San Ambrosio?
Los escudos coronados por capelos, que aún se aprecian en la parte superior de las tablas, hacen referencia a Fernando de Arce, obispo de Canarias, verdadero promotor de las obras de la capilla.
En el Museo del Prado se conservan cinco tablas que formaban el primer cuerpo del retablo: la central con los patronos, San Juan y Santa Catalina, flanqueados, a la izquierda y de abajo arriba, por San Pablo, San Pedro y San Lorenzo; a la derecha, por un apóstol, San Bartolomé y San Antón. En cuanto a las laterales, dos corresponden al ciclo de San Juan: Festín de Herodes/Danza de Salomé y Degollación del Bautista, y las dos dedicadas a Santa Catalina: Santa en la rueda de púas y la Decapitación.
La historiografía ha atribuido este retablo a Juan de Sevilla o Juan Hispalense, pintor que trabaja en la primera mitad del siglo XV en Sevilla y Castilla. De él se conserva un tríptico cuya tabla central representa a la Virgen con el Niño y Ángeles músicos (Museo Lázaro Galdiano) como única obra firmada. Su estilo se caracteriza por intensidad narrativa y escenas anecdóticas, detalladas arquitecturas y, sobre todo, un potente cromatismo que lo sitúa en el entorno del llamado Estilo Internacional. Identificado también con el nombre de Maestro de Sigüenza, probablemente pintaría más retablos para la catedral, algunos desaparecidos y otros dispersos.
Retablo de San Juan y Santa Catalina de Alejandría
Maestro de Sigüenza ¿Juan de Sevilla?
Primera mitad del siglo XV
Óleo y temple sobre tabla
Banco del retablo: 63 x 315 cm. (Banco completo, con tablas de Abacuc y Joel: 386 cm); Anuncio a
Zacarías: 101,5 x 51 cm; Santa Catalina ante el emperador: 102,5 x 52,5 cm; Nacimiento del Bautista: 125 x 80 cm;
Santa Catalina conducida ante el emperador: 125 x 80 cm; Crucifixión; 125 x 126 cm.
Catedral de Sigüenza / Museo Diocesano de Arte Antiguo de Sigüenza /
Museo del Prado. Inv. P001336
La exposición puede visitarse hasta el 11 de diciembre en la Catedral de Sigüenza (Guadalajara), también puedes disponer del catálogo AQUí
Autores
Víctor Manuel López-Menchero Bendicho, comisario de la exposición. Licenciado en Historia y Doctor Europeo en Arqueología. Director Científico en España en Global Digital Heritage. Actualmente es el Presidente de la Sociedad Española de Arqueología Virtual (SEAV), miembro de ICOMOS (Vocal de la Junta Directiva de ICOMOS España 2018-2021) y miembro del Centro de Estudios de Arqueología Virtual de la Universidad de Murcia.
Pedro Alberto Olea Álvarez, sacerdote y doctor en Historia de la Iglesia.
María Teresa López de Guereño Sanz, profesora Titular de Arte Medieval del Departamento de Historia y Teoría del Arte de la UAM.