El Mesozoico es un periodo habitualmente referido como la “Era Secundaria” o la “Edad de los Reptiles”. Se trata de un relativamente largo lapso temporal, que comenzó hace algo más de 250 millones de años, concluyendo con la bien conocida extinción masiva producida hace unos 66 millones de años, que acabó con muchos linajes, incluido el de los dinosaurios, de los que sólo sobrevivió un grupo muy modificado que continúa formando parte de la biodiversidad actual: las aves. Los yacimientos con vertebrados mesozoicos, especialmente aquellos con restos de reptiles, son abundantes en el contexto europeo. En Europa suroccidental es especialmente relevante el registro de los últimos 90 millones de años de ese periodo, desde la última parte del Jurásico, hasta la citada extinción, que marca el final del Cretácico.
Muchos de los grupos faunísticos registrados en el Jurásico Superior europeo siguieron siendo comunes o dominantes en este continente a lo largo de la primera mitad del Cretácico, conocida como Cretácico Inferior. Sin embargo, las faunas del Cretácico Superior, bien representadas en yacimientos del final de este periodo, han sido reconocidas como radicalmente diferentes. Este reemplazamiento entre ambos conjuntos faunísticos ha sido tradicionalmente objeto de debate, especialmente debido a la notable falta de registro durante la primera mitad del Cretácico Superior. En este sentido, extremadamente limitados fósiles depositados durante ese periodo habían sido documentados tanto en la península ibérica como en los países cercanos, generalmente correspondiendo a escasos dientes de cocodrilos y de dinosaurios, o escamas de peces, hallados, de manera casual y aislada, en canteras o recogidos en prospecciones superficiales. Así, hasta hace muy pocos años no se conocía ningún yacimiento con concentración de restos óseos de las faunas que habitaron en tierra, ríos o mares de la región cálida e insular en la que, para entonces, se situaba lo que actualmente es Castilla-La Mancha, con la línea de costa ubicada en plena Guadalajara. Precisamente es en la base del Cretácico Superior, en el periodo geológico denominado Cenomaniense, donde se ubica el yacimiento de Algora, en la citada provincia castellanomanchega.
Objetivos
Algora supone un enclave único para el estudio de las faunas de ese periodo, que habitaron hace unos 95 millones de años. Se presenta aquí una puesta al día sobre este yacimiento, especialmente teniendo en cuenta los hallazgos de las últimas campañas de excavación, incluida la de 2024.
Descripción
El hallazgo casual de varios restos fosilíferos fragmentarios y aislados en la localidad de Algora evidenció la potencial concentración de restos de vertebrados, lo cual justificó realizar una primera intervención para evaluar su interés, efectuada el año 2012. Los primeros resultados mostraron que se trataba del primer auténtico yacimiento paleontológico de vertebrados cenomanienses en el suroeste de Europa, siendo el único actualmente conocido. Así, Algora supone una referencia a nivel global para el conocimiento sobre la transición faunística entre el Cretácico Inferior y el Cretácico Superior. Desde entonces, se han realizado seis campañas de excavación, financiadas por la Viceconsejería de Cultura y Deportes (Consejería de Educación, Cultura y Deportes de Castilla-La Mancha) y dirigidas desde el Grupo de Biología Evolutiva de la Facultad de Ciencias de la UNED (Madrid). Esta labor es especialmente intensa desde 2019, realizándose una intervención de campo anual (sólo interrumpida en 2020, a consecuencia de la pandemia de la COVID-19), y la preparación y estudio de los restos fosilíferos, mediante un equipo multidisciplinar, compuesto por investigadores de varias instituciones e incluso países, a lo largo de la totalidad del periodo entre campañas de excavación. Cada año se identifican animales y vegetales previamente no registrados, y se obtienen nuevos datos que ayudan a reconstruir, con mayor precisión, muchas de las especies allí representadas. De esta manera, los hasta ahora pobremente documentados ecosistemas continentales y costeros de la base del Cretácico Superior de Europa van siendo mejor conocidos, pudiendo reconstruirse, con más precisión, a medida que aparecen nuevos restos.
En el momento en el que se acumularon los restos fósiles, Algora estaba situada en plena línea de costa, representando un ambiente deltaico. Esto permite registrar una elevada diversidad, ya que allí se depositaron restos de animales totalmente terrestres, cuyos cadáveres fueron desplazados por las aguas fluviales y acumulados en lo que sería el yacimiento (como es el caso de, entre otros, dinosaurios o tortugas primitivas), restos de organismos de agua dulce (como algunos cocodrilos y peces), una elevada concentración de animales que habitaban en aguas salobres (siendo especialmente relevante el caso de la tortuga Algorachelus, de la que se hablará más abajo, siendo, con diferencia, el organismo más abundante en la concentración fosilífera), y también representantes de grupos totalmente adaptados a la vida en aguas marinas profundas, alejadas de la costa (como tortugas marinas y plesiosaurios). Pero allí no sólo se registra una acumulación de animales y vegetales de ambientes muy diferentes, sino también una mezcla de linajes que llevaban establecidos muchos millones de años en Europa con otros que suponen nuevos colonizadores para este continente. En este sentido, por un lado, se reconocen especies o grupos que, hasta ahora, se pensaba que podrían estar extintos en ese momento, ampliándose su registro temporal gracias al hallazgo de sus últimos representantes. Por otro, y lo que parece ser la tendencia común para muchos de los linajes allí registrados, se identifican los más antiguos representantes europeos de grupos que serán muy exitosos al final del Cretácico, ampliándose su distribución temporal en el continente al evidenciarse que su llegada a Europa, especialmente desde los continentes del sur (los que habían formado parte de la antigua masa continental de Gondwana), se produjo antes de lo previamente interpretado o documentado.
El material paleontológico de Algora no sólo destaca por la diversidad y cantidad de restos hallados (varias centenas siendo inventariados en cada campaña de campo), sino también por su excelente preservación. Algunas de las especies allí registradas han sido reconocidas como formas exclusivas de esta localidad, permitiendo la descripción de nuevas especies. Este es el caso de Algorachelus peregrina, cuyo nombre significa la tortuga peregrina de Algora, dado que supone el primer representante de uno de los dos linajes de quelonios que forman parte de la biodiversidad actual (aquel de las tortugas pleurodiras, es decir, las que muestran una retracción del cuello en el plano horizontal para esconder la cabeza en el caparazón) que llegó a los continentes del norte. De hecho, este género de tortugas definido a partir del material de Algora ha permitido difundir el nombre de esta pequeña localidad por diversos continentes, ya que actualmente no sólo se identifica en otras regiones europeas (como es el caso de Portugal), sino que se conoce una especie de Algorachelus en Estados Unidos (en Utah) y otra en Oriente Próximo (en Israel). La abundancia de restos de esta tortuga, y su excelente preservación, han permitido realizar estudios no aplicables o escasamente empleados para otros representantes de este linaje de reptiles, mediante la combinación de técnicas tradicionales con otras más novedosas o menos usadas en esta disciplina. Entre ellas se incluyen análisis cuantitativos sobre la variabilidad, para definir cómo se modificaba el caparazón de esta tortuga desde su estadio juvenil hasta el adulto o para diferenciar machos y hembras; estudios neuroanatómicos para reconstruir, entre otros elementos, su cerebro y oídos, y conocer así detalles sobre su modo de vida; o análisis morfo-funcionales para conocer, por ejemplo, su manera precisa de desplazarse al analizar huesos apendiculares, o su tipo de alimentación gracias al estudio de cráneos y mandíbulas. Tras su llegada a Europa, evidenciada por primera vez en Algora, este linaje de tortugas se hizo muy exitoso, sustituyendo a la mayoría de los de agua dulce y costeros registrados en el Cretácico Inferior del continente, llegando a representar la mayor abundancia y diversidad en los ecosistemas del final del Cretácico.
Otra de las nuevas especies recientemente descritas gracias al registro fósil de Algora es Carentonosaurus algorensis. Se trata de un pequeño reptil, con adaptaciones óseas muy peculiares para un modo de vida en ambientes marinos próximos a la costa. Dado que previamente a los hallazgos en Algora apenas se disponía de material óseo con información adecuada para conocer qué especies estaban presentes en la base del Cretácico Superior de Europa, muchas de las allí registradas son identificadas como nuevas. Tal es el caso de, entre otros, cocodrilos y dinosaurios tanto carnívoros como herbívoros. La descripción de varias de ellas, actualmente en estudio, se podrá completar a medida que, mediante las nuevas intervenciones en campo, se recupere más material que permita su caracterización precisa.
Entre el material hallado en las últimas campañas, incluyendo el actual proyecto que se está desarrollando en 2024, destacan varios especímenes. Uno de ellos corresponde al esqueleto casi completo de una tortuga marina de relativo gran tamaño. Su caparazón medía más de un metro de longitud, en contraste con el de la forma de ambientes más litorales Algorachelus, no superando los 25 cm. Posiblemente represente una nueva especie. Se han identificado abundantes restos de cocodrilos de gran interés, conviviendo linajes primitivos con otros más modernos. Entre estos nuevos fósiles destaca un cráneo parcial, muy bien conservado, a priori no atribuible a ninguna forma previamente definida. Aunque hasta ahora se había citado una única especie de pez, compartida con el registro africano, una amplia diversidad está siendo reconocida, no sólo compuesta por peces óseos sino también mediante posibles tiburones. Cada vez se dispone de más evidencias, craneales y de otras regiones esqueléticas, que apoyan la presencia del linaje al que se atribuyen los mayores depredadores terrestres en los ecosistemas del final del Mesozoico en Europa. Se trata del grupo de los dinosaurios terópodos abelisaurios, con un potencial nuevo representante en esta localidad fosilífera. Sin embargo, los dinosaurios más abundantes en Algora eran aquellos del linaje de los herbívoros de largos cuellos y colas denominado saurópodos. Allí está representado el grupo conocido como el más abundante en el Cretácico más superior del continente, pero del que apenas existían evidencias en niveles más antiguos, como es al caso de aquellos de Algora. Muchos de estos restos están muy bien preservados, no sólo incluyendo individuos adultos sino también juveniles, tampoco atribuibles a especies previamente definidas.
Junto a los restos de animales también se identifican otros bien preservados de plantas. Se reconoce una asociación botánica muy diversa, identificándose desde restos de árboles de gran porte a vegetales muy vinculados a ambientes encharcados o incluso acuáticos. Como es evidente, para el conocimiento detallado del yacimiento también son necesarios los estudios vinculados con aspectos geológicos, a mayor y menor escala. De esta manera, se están obteniendo abundantes datos sobre cómo era el entorno en que habitó la fauna y flora de Algora, a medida en que se trabaja, de manera paralela, en la obtención de una datación más precisa, y se trata de responder a la pregunta sobre por qué se produjo allí esa excepcional concentración de restos fósiles.
Conclusiones
Como resultado de los estudios en proceso, se determina que la composición faunística de Algora difiere marcadamente de aquella registrada en el Cretácico Inferior europeo, mostrando afinidades con las del Cretácico más superior. Por lo tanto, dicho reemplazamiento faunístico ya había ocurrido, para algunos linajes, antes de la base del Cretácico Superior, estando marcadamente influenciado por los cambios climáticos ocurridos al final del Cretácico Inferior.
Autor:
- Adán Pérez-García. Profesor titular de la UNED. Grupo de Biología Evolutiva, Dpto. de Física Matemática y de Fluidos, Facultad de Ciencias.