El escaso patrimonio urbano conservado en Albacete justifica más que sobradamente que hoy hablemos de una de las dos casas anteriores al siglo XVIII que se han conservado. Nos referimos a la conocida como «Casa Perona» o «Casa Carcelén», por los apellidos de sus últimos dueños.

Se cumplen, además, trescientos años desde la fundación de un vínculo y mayorazgo que incluía este inmueble, lo que nos ha permitido rastrear su historia y determinar que el nombre exacto que le corresponde es el de casa de los Fernández Cantos.
No es extraño que se sitúe en la calle de la Feria ya que siempre fue una de las más transitadas. La razón es que el camino real al pasar por Albacete tenía varios accesos, uno de ellos lo hacía a través de su itinerario.
La importancia de la calle y sus casas
El nombre de calle de la Feria es muy antiguo, sin duda que va unido a la celebración de las ferias en la Edad Media. Aparece escrito por primera vez en 1444 cuando se reparó la barrera, con que se cerraba la calle, en caso de peligro o epidemia. En esa barrera se colocaba una puerta de acceso, llamada en este lugar de la Feria o de las Almenas.

Por ese motivo las visitas reales tales como la de Carlos III en 1731, o la de su hija, la infanta María Luisa, en 1765, hicieron su entrada por esta calle que se engalanaba, se empedraba e iluminaba para agasajar a la Corte.

En esta calle vivían los personajes más ilustres, ricos e influyentes, por ello en los alistamientos de viviendas para acomodar a los reyes cuando transitaban por Albacete, la calle con más casas de primera categoría era la de la Feria. La de don Juan Fernández Cantos, que es la que nos ocupa, en 1765, tenía disponibles tres habitaciones con tres camas, diez pesebres y un parador de carros, por lo que parte del séquito de la infanta María Luisa se alojó en ella. No sería la única ocasión, según Alberto Mateos, el 22 de agosto de 1812 se alojó en ella el rey intruso José Bonaparte, huyendo de Madrid a Valencia. También la visitó Isabel II, quien sólo paró para almorzar y no pernoctar como se dice, el 10 de septiembre de 1860, camino de Alicante.
Pero no sólo acogió a personalidades, sino también a instituciones, como fue el caso de la Audiencia Territorial. Según Roa Erostarbe, en 1834, sirvió de sede para instalar provisionalmente el Alto Tribunal, mientras se formaban los planos del proyecto. Su dueño, don Miguel Fernández Cantos Carcelén, la desocupó con este objeto y la cedió gustoso a este fin.
Historia de la casa
El inmueble formaba parte de un vínculo creado en el testamento de don Juan Fernández Cortés Cantos el 30 de diciembre de 1725. El motivo para testar no fue la cercanía de la muerte -pues él fallecería en 1734- sino asegurar unos bienes, que, en caso de que él falleciera, permitieran finalizar los estudios eclesiásticos a su hijo don Antonio, que aspiraba a ordenarse sacerdote, una carrera de la que su padre, que era familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Murcia, se sentía muy orgulloso pues suponía prestigio para el linaje y apoyo espiritual para la familia.

El vínculo incluía unas casas principales en las que vivía, «que están en la calle de la Feria de esta población, linde con otras de doña Isabel Benítez, mi prima, y de don Luis Verdugo, conde de la Moraleda, y por las espaldas con la calle de Albarderos, con sus portadas a ella y veinticuatro tinajas que hay en el sótano y cueva de dichas casas, de cabida de mil arrobas poco más o menos».
Don Juan era un personaje de alta alcurnia, hijo de Juan Fernández Felipe Cortés y de doña Mariana de Anguix y Argüello, y nieto de Juan Fernández Cantos, hidalgos, ricos propietarios de tierras, ganados, y habitualmente regidores y otros cargos del concejo. Su esposa, doña María de Cantos Barnuevo, no se quedaba atrás pues pertenecía al linaje de los Cantos, el más importante de Albacete. ¡Y qué decir de los Barnuevo, emparentados con la más rancia hidalguía de Chinchilla!
Para su encumbramiento personal, el 12 de octubre de 1709, fue reconocido como hidalgo notorio de sangre por el concejo, presentando la certificación de armas de los linajes de sus antepasados: Fernández, Felipe, Benítez y Cortés. Este reconocimiento implicaba disfrutar de todos los privilegios de la hidalguía y el permiso para colocar los escudos de armas en la portada de su casa, en sus capillas de enterramiento, vajillas, joyas, reposteros...
Los sucesores del vínculo
Gracias a los mayorazgos, los bienes se mantuvieron en las mismas familias hasta la desaparición de esta institución a mitad del siglo XIX. Mientras tanto, los herederos no podían vender, ni enajenar, ni dividir, sólo acrecentarlos para transmitirlos a sus sucesores con el fin de mantener la integridad del patrimonio familiar. De esta forma la casa llegó al siglo XX íntegra, aunque con las reformas y el sello personal que cada dueño le imprimió según sus gustos y necesidades.
El vínculo creado por don Juan estipulaba que el sucesor sería don Antonio, pero al ser clérigo, no tendría descendencia, por lo que la línea seguiría preferentemente por el hijo mayor varón, en este caso, su hermano, don Juan, que se casó con doña Antonia Castellanos. Ellos fueron los padres de don Francisco, casado con doña María Antonia Carcelén, y padres a su vez, de don Miguel, nacido en 1795, político que destacó por la defensa de Albacete como capital de la provincia, y fue gobernador de ella. Durante su etapa la casa fue conocida como «casa Carcelén». Contrajo matrimonio con María Josefa Ladrón de Guevara el 5 de marzo de 1823, padres, a su vez, de otro Miguel, que se casó con María Encarnación Núñez de Aro en 1853. De este enlace nació una niña en 1857, llamada Anunciación, que contrajo matrimonio el 18 de agosto de 1878 con Joaquín Velasco Rodríguez, abogado de Hellín. Este, como marido de doña Anunciación, vendió la casa en 1921 a don Ignacio Martínez Molina, quien se hizo también con la contigua, lindera al callejón de las Portadas. El 14 de marzo de 1934 adquirió toda la finca Benedicto Perona Escribano, de ahí que la casa sea conocida como «casa Perona».
Es a raíz de esta fecha cuando el edificio sufrió sus últimas reformas, se alquiló y, parte de él, se explotó como churrería, según nos muestran las fotografías antiguas. A finales del siglo XX la casa se encontraba en un lamentable estado de abandono, por lo que fue adquirida por las Cortes de Castilla La-Mancha para albergar la institución del Defensor del Pueblo, creada en mayo de 2002. El 19 de octubre de 2005 se inauguró, siendo presidente de Castilla La-Mancha don José María Barreda Fontes. El edificio fue adaptado a su destino como oficinas de la administración pública, hoy, Delegación de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha.

La casa y los escudos
¿Cuáles son los elementos más antiguos que conserva esta casa?
Como ya hemos mencionado, los escudos se colocaron alrededor de 1709, por lo que la portada es el elemento más remoto, aunque la casa existía desde tiempo atrás. Según la descripción que hace su dueño en 1725, hasta nosotros ha llegado el sótano y cueva donde se alojaban 24 tinajas con capacidad para 1.000 arrobas (de vino). La casa ha reducido su planta considerablemente, puesto que tenía salida a la calle Albarderos. En la certificación de la contribución urbana de 1881 consta que tenía dos plantas, sótano, cuadras, cochera, jardín, cocedor, granero, noria y descubiertos. El edificio tenía 1.424 m. y el jardín 620 m.
Del último cuarto del siglo XVIII, fecha en que data su construcción Luis Guillermo García-Saúco, se conserva la escalera alojada en la caja rectangular, sobre la que culmina el tambor con trompas aveneradas que dan paso a la cúpula con linterna con luz para todas las plantas. En exterior la cúpula está revestida de tejas vidriadas en azul y costillas en blanco de inspiración levantina y permitiría su identificación desde la lejanía cuando las casas eran de escasa altura.
De la segunda mitad del siglo XIX se conserva el zaguán con puerta que lo une al resto de la casa, en cuyo altillo figuran las iniciales FMC, acrónimo de Miguel Fernández Cantos. La M está colocada en el centro por estética.

Por último, las yeserías en los techos y puertas de la planta noble, de estilo neo renacentista, corresponden a los años 20-30.
Analisis de los escudos
Los escudos pertenecieron al matrimonio de los titulares, Don Juan Fernández Cantos (o Cortés Cantos, de ambas formas se denomina) y doña María de Cantos Barnuevo, por eso los yelmos se miran entre sí, como suele suceder en los escudos acolados de las parejas, aunque la colocación siniestrada del de la izquierda esté en contradicción con los principios heráldicos, que indicaría, en otro caso, bastardía.
El escudo principal es el de la izquierda de la portada vista de frente, pero, que, en heráldica, es la derecha, porque el escudo se interpreta como si lo portase quien lo usa, habitualmente, un guerrero. Al ser el escudo principal, corresponde al varón. Está dividido en cuatro particiones. El primer cuartel es el del primer apellido, Fernández, y se describe así: en campo azur cinco flores de lis puestas en aspa y bordura de gules con ocho sotueres de oro. El 2º, corresponde a los Felipe, que traen en campo de gules, una banda de oro engolada en dragantes de su color. Bordura cosida de gules, cargada de ocho cartelas, cuatro de plata y cuatro de oro alineadas, éstas últimas cargadas con una F de azur, puestas en los ángulos. El 3º es de los Benítez, en campo azur un león de oro rampante, bordura de gules con ocho sotueres de oro. El 4º es de los Cortés, en campo de oro cuatro palos de gules y bordura de azur con ocho cruces de San Juan de Jerusalén de plata. Son las armas que usan los Cortés de Chinchilla.

Con respecto al de la derecha, este perteneció a doña María de Cantos Barnuevo. Fusiona las armas de los Barnuevo y los Cantos, apareciendo en primer lugar el de los Barnuevo por ser un linaje muy prestigioso, descendiente de los siete linajes de Soria. El primero lo podemos definir así: cuartelado, 1º y 4º de gules un castillo de oro. 2º y 3º, de azur una cruz de Calatrava de oro. El de los Cantos se puede definir como un águila empietada de un conejo o cordero.

En conclusión, la importancia del inmueble merece que se respete su historia y se denomine de aquí en adelante casa de los Fernández Cantos.
Autora: Elvira Valero de la Rosa. Directora del Archivo Histórico Provincial de Albacete.