Los Archivos Históricos Provinciales se crearon en noviembre de 1931, a los pocos meses de proclamada la II República, aunque es verdad que ya desde varias décadas atrás había habido intentos de crear estos centros que recogiesen la documentación histórica, de la misma manera que se habían ido creando los museos o las bibliotecas provinciales. Por un lado, urgía ocuparse de la documentación procedente de las instituciones eclesiásticas desamortizadas, que debía depositarse en el Archivo Histórico Nacional pero que, por diversas razones, no siempre se enviaba a ese destino. Por otro lado, los notarios, obligados a ocuparse a sus propias expensas de los protocolos (es decir, los registros de las escrituras) de sus antecesores a veces desde el siglo XV, reclamaban que se les eximiese de esta pesada carga y, de paso, se pudiesen utilizar estos documentos por los historiadores.
En Toledo, el director de la Biblioteca y del Museo provinciales, y también del Instituto de Segunda Enseñanza, Francisco de Borja San Román ya en 1928 realizó un exhaustivo informe sobre la situación de los documentos históricos en la provincia y, de hecho, había empezado a ocuparse de los protocolos notariales. Así que el Decreto de 1931 no le pilló desprevenido, sino todo lo contrario.
No sabemos, sin embargo, cuándo se inauguró el Archivo Histórico Provincial de Toledo (AHPTO), ni cuándo llegaron los primeros protocolos notariales. La guerra civil, que había respetado a los propios documentos históricos, se llevó por delante toda la documentación administrativa del archivo y el propio San Román hubo de reconstruir de memoria el registro de entrada de documentos al finalizar la contienda. Es necesario rendir homenaje a este erudito, arqueólogo de vocación pero sobre todo defensor del patrimonio histórico en épocas realmente difíciles. En todo caso, atendiendo a su actividad antes y después de la guerra, y algunas informaciones auxiliares, parece claro que el AHPTO empezó a funcionar de manera efectiva muy poco tiempo después de su creación oficial, probablemente en 1932. Se instaló en el Hospital de Santa Cruz, compartiendo edificio con la Biblioteca y el Museo provinciales hasta 1966, año en que se trasladó a la recién construida “Casa de la Cultura”, en el cercano paseo del Miradero, junto con la biblioteca. En 1992 pudo tener al fin su edificio propio, en el antiguo convento de Jesús y María, adaptado para este fin y donde actualmente permanece.
Los archivos en general, y los AHP en particular, son la memoria de la gente corriente, del pueblo. Los artistas, los intelectuales y los científicos dejan sus nombres y el testimonio de sus vidas en los museos y las bibliotecas, pero en los archivos queda reflejada, aunque sea mínimamente, la vida de todo el mundo. Casi todas las personas pasan alguna vez por el notario, y éste registra escrupulosamente su nombre en la escritura correspondiente, que luego formará parte del protocolo. Todos los ciudadanos pagan sus impuestos, y la Delegación de Hacienda anota con toda precisión todos estos pagos. Muchas personas van al Instituto, y los expedientes de sus matrículas o las actas de sus calificaciones quedan en los archivos de estos centros. Todo eso acaba en un AHP, entre otros muchos grupos documentales. Y no sería raro que estos documentos, creados por efecto de la rutina administrativa, sean el único testimonio del paso por el mundo de gran parte de las personas corrientes.
Por eso todos los archivos son esenciales, porque, sin ellos, perdemos la memoria realmente colectiva, la del común de los mortales. Pero en el caso de Toledo esa importancia se acrecienta porque aquí han vivido y trabajado personajes que hoy consideramos singulares por su labor artística, científica o intelectual, desde Santa Teresa de Jesús a Miguel de Cervantes, desde Lope de Vega a Miguel de Unamuno, pasando por Juanelo Turriano, fray Bartolomé de las Casas, José Zorrilla o Garcilaso de la Vega. Todos ellos también tuvieron que pasar por las instituciones toledanas y dejar plasmado su nombre y hasta su firma como cualquier otro habitante de estas tierras.
La misión formal del AHPTO es conservar y hacer accesible la documentación considerada “histórica” producida por diversas instituciones provinciales. Ya se han mencionado a los notarios, y a ellos deben añadirse las oficinas del Estado, los juzgados y las delegaciones provinciales de las consejerías autonómicas, además de una amplia y heterogénea serie de instituciones, empresas, asociaciones y particulares que han depositado sus fondos documentales en el centro de una manera u otra: el Hospital del Rey, la Junta Provincial de Beneficencia, la parroquia de Getafe (Madrid), el ayuntamiento de Añover de Tajo o el diplomático Javier Malagón, entre otros. El AHPTO se preocupa de que estos documentos estén correctamente conservados y puedan utilizarse de manera ordenada ahora y en el futuro.
En total, el AHPTO custodia casi 120 fondos documentales distintos. Un fondo documental es el conjunto de la documentación producida por una institución (o, en su caso, familia o persona) durante su existencia. De todos estos fondos, el más popular es, sin duda, el de los protocolos notariales, que hemos mencionado reiteradamente. También se utiliza mucho el “Catastro de Ensenada”, que forma parte del fondo de la Intendencia de Toledo (antecedente de la actual Delegación de Hacienda) y que es un exhaustivo compendio de todos los habitantes de la “intendencia” toledana y de sus propiedades. Téngase en cuenta que esta “intendencia” era una demarcación territorial bastante más amplia que la actual provincia. No menos útil es la documentación de la antigua Universidad de Toledo, que funcionó entre los siglos XVI y XIX, y que, al suprimirse, dio origen al Instituto de Segunda Enseñanza, cuyos documentos también se conservan en nuestro centro, junto con los de los institutos de Talavera de la Reina, Quintanar de la Orden y Madridejos. No podemos dejar de citar los documentos procedentes de conventos e instituciones religiosas desamortizadas en el siglo XIX y que se remontan a la Edad Media; o la enorme y complejísima documentación procedente de la antigua Delegación provincial de Sindicatos, una de las instituciones más características de la dictadura franquista; la de las cámaras agrarias locales, indispensables para la microhistoria local contemporánea o los expedientes de la Jefatura provincial de Sanidad y sus órganos relacionados. Todos ellos reflejan la vida de los toledanos desde el siglo XIII hasta la actualidad.
Permítasenos dar relevancia especial a algunos de estos conjuntos documentales, además de los ya citados. En primer lugar, el fondo del Catastro Inmobiliario, que recoge detalladamente la situación y evolución de todas las propiedades inmuebles, tanto urbanas como, sobre todo, rústicas, de nuestra provincia desde finales del siglo XIX hasta principios del XXI, y que hoy es utilizado no por investigadores o historiadores, sino por ciudadanos que necesitan resolver problemas administrativos más perentorios. Hay que señalar que este fondo supone aproximadamente la mitad de las consultas totales de documentos del AHPTO. En segundo lugar, los dos fondos fotográficos, procedentes de la Casa Rodríguez, de Toledo, y de Luis Escobar, de Albacete. Ambos fueron comprados por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en los años 80 del siglo pasado y, en conjunto contienen unas 150.000 fotografías que nos dan la imagen de la vida no solo en Toledo y su provincia sino también en Cuenca y Albacete desde finales del siglo XIX hasta casi el mismo momento de su adquisición. En tercer lugar, el fondo del “Reformatorio de Adultos” (es decir, la cárcel) de Ocaña, que incluye los expedientes de los presos que pasaron por ella desde hasta aproximadamente los años 60 del siglo pasado, pero también los de los establecimientos penitenciarios, muchas veces auténticos campos de concentración, que dependían de ese centro. Los expedientes de estos presos son ahora de gran utilidad en las investigaciones relacionadas con la memoria democrática, especialmente en combinación con el pequeño pero muy interesante fondo de la Comisaría de Policía de Toledo, cuyos documentos se refieren, principalmente, a la represión de los delitos políticos tras la guerra civil.
6.
Como se ha dicho, el AHPTO lleva 90 años conservando y haciendo accesibles a los interesados todos estos fondos documentales. Son 90 años de gestionar la memoria de la gente. Hoy, además, añade a esta misión un esfuerzo de difusión, de manera que no solo estén los documentos a disposición del que venga a utilizarlos, sino que se ofrece a los ciudadanos la posibilidad de conocer algunos de manera más cercana e incluso sin necesidad de desplazarse. Así, se realizan diversas actividades culturales al año, desde visitas guiadas a talleres didácticos para centros educativos, pero también exposiciones temporales, como la que se acaba de inaugurar, y se mantiene abierta una exposición permanente. Además, contamos con un blog propio y presencia en las redes sociales más extendidas, donde se publican aproximadamente una entrada semanal.
Lejos de ser un lugar cerrado, ajeno a la ciudadanía o incluso un tanto misterioso, el AHPTO es un centro vivo, abierto y muy activo.
Que siga siendo así al menos por otros 90 años más, puedes obtener más información AQUÍ
Autor: CARLOS FLORES VARELA. Director del Archivo Histórico Provincial de Toledo
https://ahpto.wordpress.com/
Jose Maria Pér… el Sáb, 17/12/2022 - 22:13
Estoy buscando datos de un tio carnal Jose Maria Pérz de Laborda y Villanueva, que entro a trabajar com Ingeniero en los Saltos de Alberche creo que en 1932
Archivo Histór… el Lun, 25/09/2023 - 11:49
Por favor, escríbanos un correo electrónico a nuestra dirección (ahp.toledo@jccm.es) para que podamos atenderle adecuadamente. Muchas gracias.