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10 Noviembre 2023


Historia del Palacio

El antiguo palacio de los marqueses de Villamejor es uno de los escasos ejemplos que quedan en la ciudad de Guadalajara de la arquitectura civil del siglo XVII. Se trata de un monumento que conjuga a la perfección, en el exterior, la estética barroca imperante en la arquitectura civil de la Corte -manifestada en su fachada- con los cánones de la tradición edificatoria de la ciudad, subordinándose en el interior a ellos a partir de un patio vertebrador con una galería de columnas de piedra y capiteles, zapatas y jácenas de madera.

 

Fachada principal, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara
Fachada principal, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara

 

El Palacio fue mandado construir por Rodrigo Torres Messía, regidor perpetuo de la ciudad de Guadalajara, en torno a 1681, año en que contrajo matrimonio con doña María de Morales y Zupide, señora de Romanones, Valdemorales e Irueste. El maestro de obras encargado de la traza resolvió la construcción del inmueble siguiendo el modelo general de la vivienda de tradición clásica: un patio central definido por cuatro crujías rectangulares cuyas dependencias gravitan sobre aquél. 

En el exterior el palacio presenta los nuevos gustos y características barrocos, como es dejar vista la fábrica y una distribución racional de elementos arquitectónicos, configurándose así el denominado “aparejo toledano”. Ofrece dos fachadas a la vía pública, siendo la principal la orientada al norte con vistas a la plaza. 


Esta fachada presenta una sólida construcción, con muros de carga sin revocar, dejando a la vista la fábrica, que se resuelve siguiendo la técnica del denominado “aparejo toledano”: machones de ladrillo macizo en los ángulos de intersección de planos y en torno a los huecos de ventanas y balcones, reforzados estos con dimensionados dinteles del mismo material y, en los entrepaños, casetones de mampostería ordinaria de piedra caliza recercados con hiladas de ladrillo. 

Esta disposición se quiebra en los extremos horizontales: en la planta baja con un zócalo regularizador y en el alero con una cornisa de ladrillo volado de gran desarrollo con sucesión de hiladas horizontales. Esta portada se define con sillares de piedra bien labrados, reducidos a un volumen plano en toda la embocadura sobre el ras del paramento.

En el interior, el responsable anónimo de las trazas del Palacio de los Marqueses de Villamejor recurrió al modelo instaurado en Guadalajara a principios del siglo XVI para la distribución de estancias tomando un patio central como vertebrador de los distintos espacios. El elemento más importante es la galería de columnas de piedra y capiteles, zapatas y jácenas de madera, imponiendo una solución vertical compuesta por columnas en la planta baja y corredor cerrado en la superior, donde desaparecen los pies derechos de madera al quedar embutidos dentro del paramento. 

 

Patio interior, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara
Patio interior, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara

 

El patio presenta simplicidad en la traza con solo tres columnas, las necesarias para crear un corredor en sus lados sur y oriental. La escalera es otro elemento significativo de los palacios alcarreños y el acceso al patio con zaguán. Todo ello permite asegurar que la obra primigenia de este palacio responde a las necesidades de su propietario para mostrar su estatus social.

Esta casona aristocrática, que se mantendrá invariable en las siguientes centurias, será ampliada en 1892 bajo proyecto de Manuel Medrano Huetos y por encargo de sus propietarios, los marqueses de Villamejor, quienes encargaron las obras precisas para la mejora de habitabilidad y la adaptación a los nuevos gustos y corrientes de finales del siglo XIX, incorporando nuevos elementos arquitectónicos y ornamentales; de este modo, el proyecto ejecutado por Manuel Medrano Huetos se configura como un modelo arquitectónico propio de la ciudad de Guadalajara, frente al monumentalismo ecléctico burgués de la época, donde la característica principal de las fachadas era la mezcla de distintos aparejos de piedra y ladrillo.

Por otro lado, el arquitecto, con la incorporación de otros elementos, amplía los recursos ornamentales del palacio, propiciando la renovación estética y de aproximación al nuevo gusto e ideario que marca este contexto histórico, consiguiendo que el inmueble no desentone de los palacetes burgueses de la restauración.

Por ejemplo, con la colocación de antepechos para la protección de balcones y vanos  en forja, como se observan en la fachada exterior y en el interior de la galería, con antepechos de gruesas pletinas de hierro ensambladas en roblones con volutas entrelazadas y adornos de fundición; la propia pasarela de unión del edificio con anillo de fundición, florones, con piezas seriadas en los entrepaños y cenefas geométricas en el remate superior e inferior –también empleado en los antepechos de los balcones del salón con vistas al patio de la calle San Esteban–. A este repertorio, hay que añadir el guarda-polvos que protege la salida del zaguán al patio central, resuelto con pletinas de hierro forjado de artístico diseño de filigrana curva entrelazada. 

 

Barandilla y trasera, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara
Barandilla y trasera, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara

 

Otros elementos de renovación presentes que dan este carácter aristocrático y en consonancia con el nuevo gusto estético serían, por ejemplo, la disposición de los salones de protocolo; la remodelación de la escalera principal en todo su desarrollo y el frente acristalado que cierra el acceso al patio central.

 

Escalera, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara
Escalera, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara

 

En concreto, hay que destacar de la escalera de honor su carpintería, con barandilla de balaustres torneados (ca. 1890) y plafones que rematan la armadura y todo el zócalo perimetral. La escalera de honor se resuelve en dos tiros de buena anchura, es toda de madera, con barandilla de balaustres de gran sección y pasamanos moldurado en varios niveles. Todo el desarrollo cuenta con un zócalo de grandes casetones en sucesión vertical, rematado con molduras a juego con la baranda. Los paramentos están enlucidos de yeso y cuenta en la planta superior, en el frente sur, con un ventanal que la ilumina. Antes de entrar en la galería de distribución hay un descansillo al que se abre un ventanal protegido con una artística reja de hierro forjado con ornamentos fundidos y una puerta de cuarterones que cierra el paso a la zona residencial.

 

Escalera, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara
Escalera, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara

 

Otra muestra de este refinamiento es el protagonismo que se otorga a los frontales de las chimeneas abiertas en los nuevos salones, con embocaduras de mármol con diseños clásicos utilizando pilastras, ménsulas y dinteles moldurados.

De otro lado, debemos señalar que la reconversión de la huerta en un jardín de corte romántico “al natural” encaja perfectamente en la tendencia de la España Ilustrada, con ejemplos tan destacados como la última fase del Jardín del Príncipe en el Real Sitio de Aranjuez y el Capricho de la Alameda de los Duques de Osuna (Madrid). Es una concepción pintoresca que otorga protagonismo a las especies arbóreas de copas de gran desarrollo, tales como laureles y adelfas, así como especies estilizadas y perennes como los cipreses. De este espacio ajardinado hay que destacar las dos fuentes de mármol de Carrara con pilones de fábrica de cemento, que son de un excelente diseño y ejecución, especialmente la denominada “Fuente de los Delfines”.

 

Fuente del jardín, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara
Fuente del jardín, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara

 

 

En relación a la renovación interior y los recursos decorativos del palacio, hay que destacar en la planta superior el de temática oriental de carácter exótico que tan en boga se puso en esta época. El denominado “Salón Chino” con su singular tapicería de papel de arroz, procedente de los talleres de la China de la dinastía Quing (1644-1911) de gran excepcionalidad artística y que equipara la chinería de Guadalajara a otros raros y escasos ejemplos que se han conservado en países occidentales.

 

 Salón Chino, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara
 Salón Chino, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara

 

El tapiz cubre todos los paramentos, a excepción del espacio del escenario, reproduciendo más de trescientas figuras de individuos en distintas escenas de la China feudal. La tapicería presenta una longitud de 24,15 m por 3,60 m de altura, montada sobre un zócalo de 0,50 m carente de decoración.

 

 Salón Chino, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara
 Salón Chino, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara

 

Es un ejemplo original de las “chinoiseries” de segunda generación, aquellas que se confeccionaban en occidente en la segunda mitad del siglo XIX con obras y producciones de artistas orientales de importancia y que ambientaban palacios y viviendas de las élites económicas e intelectuales del Romanticismo.

 

 Salón Chino, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara.jpg
 Salón Chino, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara.


El siguiente hito en la evolución histórica del palacio será la Guerra Civil española, cuando se transforma y adapta la planta del subsuelo, convirtiéndose este inmueble en testimonio histórico directo de esta contienda, al emplearse sus galerías y sótanos como refugio por la población civil. 

 

Galerías bajo el Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara.
Galerías bajo el Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara.

 

La última fase del inmueble comienza a partir del último tercio del siglo XX, tras su adquisición por parte del Ayuntamiento de Guadalajara con el deseo fallido de convertirlo en el “Museo Vizcondesa de Irueste”. 

A partir de 1979 se convierte en un Taller-Estudio -sin bienes culturales- como lugar cultural de fomento de las distintas artes plásticas y con apoyo del Ministerio de Cultura, abriendo sus puertas en octubre de ese mismo año, tanto a artistas como a sus discípulos para la transmisión de los conocimientos de los creadores.

En los primeros años del siglo XXI se acometen distintas intervenciones en el inmueble para su mantenimiento, adaptación y conservación, entre las que destacan las de restauración del “Salón Chino” (2000-2001), la reurbanización del jardín (2003), la restauración de la fachada posterior (2004) y a restauración de la portada del siglo XVII (2006).

En esta época comenzó a designarse al inmueble con el nombre con el que hoy se le identifica, palacio de La Cotilla, por asociación de la casona con la designación antigua de la plazuela, pues por algún tiempo, en estas casas principales tuvo su residencia doña Inés de la Cotilla, mujer hacendada que vivió en los años centrales del siglo XVI.

En el año 2016 se abren al público dos salas permanentes, previa reforma y acondicionamiento: Salas de Antonio Buero Vallejo, dedicadas a difundir la faceta pictórica y literaria del dramaturgo y que incluye la recreación escala 1/1 del despacho de su domicilio madrileño, y la Sala José de Creeft, escultor estadounidense nacido en Guadalajara, en la que se expone obras de este artista (dibujos, aguadas, pinturas y esculturas).

 

Salas de Antonio Buero Vallejo, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara.jpg
Salas de Antonio Buero Vallejo, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara

 

Recreación del despacho de Buero Vallejo, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara.jpg
Recreación del despacho de Buero Vallejo, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara.

 

. Sala José de Creeft, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara.jpg
Sala José de Creeft, Palacio de la Cotilla. Fotografía de Calixto Berrocal, propiedad del Ayuntamiento de Guadalajara

 

Artículo basado en el Informe elaborado por Pedro José Pradillo y Esteban, técnico de patrimonio del Ayuntamiento de Guadalajara y en el texto de su declaración como  Bien de Interés Cultural. 

GALERÍA DE IMÁGENES

Comentarios: 3

José Luis Sánc… el 27-03-2024

Excelente edificio, excelente descripción del inmueble y excelente documentación gráfica, ingredientes todos ellos necesarios para una futura declaración de BIC, con categoría de monumento.....!!Enhorabuena al técnico que lo ha hecho posible, D. Pedro José Pradillo...!!

Carmen.naci yv… el 27-03-2024

Lo disfrute amueblado y tengo fotos ,era por aquella época una preciosidad.
Ahora lo han restaurado y bien.pero no es MI PALACIO DONDE NACI Y ME CRIÉ. PEro aún así me alegro lo han restaurado bastante bien, faltan 2 fuentes del jardín y más cosas.

M Angustias el 27-03-2024

Me encanta, lo he visitado hoy, tengo curiosidad por saber cómo era antiguamente

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