Del 21 de octubre al 15 de noviembre de 2024

Mundos invertidos.

      La exposición Mundos invertidos propone un diálogo de un conjunto de procesos artísticos en los que se presentan aspectos como la identidad, la memoria y el conflicto desde obras que transitan por la pintura, el dibujo, la instalación, la escultura, la fotografía, el arte textil y el videoarte.

      La potencia del encuentro para la recuperación de la memoria es uno de los motivos principales de esta exposición. Las artistas son capaces de confrontarnos con dispositivos de diferente naturaleza que nos revelan lo que pasa desapercibido o está normalizado. Hay una mirada compartida, interseccional e intergeneracional, una mirada espejo de la sociedad que se extraña, que cuestiona, que protesta y que se indigna. Esa mirada está marcada por el duelo, por la carga, por el exceso y subraya también las partes oscuras y terribles que hay que nombrar.

      La identidad se construye en la obra pictórica de Nené Rodríguez cuando a través de un gesto mínimo se crean las líneas de ese primer plano sobre el que nace la pertenencia al hogar. En las fotografías de Clara Lozano se interpreta una visión contemporánea de las personas que habitan un pueblo, como si fuera un lugar divino. La luz en las pinturas de Beatriz Cano detiene el tiempo en su atmósfera y las piezas de Ángela Carrasco Gil nos transportan a la infancia y al desarrollo de la vida. Ana Jarandilla se abre al vértigo que produce enfrentarnos a dejar la casa-nido y María Leda confronta a dos generaciones que dialogan para conocer en el presente de sus vidas. En la obra textil de Laura Camarón la piel se encarna a través del bordado y los autorretratos proyectados de Alicia Arias-Camisón nos devuelven a la realidad bifurcada en pantallas.

   Sobre la memoria y la afectación de los cuerpos se produce un camino de transición: Davinia Fillol coreografía una videodanza que mediante el movimiento y la palabra homenajea a sus ancestras y al espacio del lavadero como punto de encuentro; Isabel Campos recoge el polvo de los nichos para dar forma a la tela del lienzo, cargada de significado y potencia; Paula Cuesta Leal en sus pinturas logra emocionar con las secuencias de la infancia y la vejez de los cuerpos; Patricia Cruz espiga y recompone los restos de imágenes encontradas y Concha Espinosa redibuja una nueva temporalidad en la que lo onírico se apodera de la
escena; Paula Espliego Torija da cuerpo y forma a la distancia física de los trayectos y Ángeles Huertas nos procura un lugar nuevo para sentarnos,
fuera de las normas y convenciones.

   Terminando el recorrido se manifiesta la polaridad y el conflicto: de luces y sombras se compone el tríptico realizado con cortes firmes de Victoria
Santesmases. A su lado, la pieza audiovisual de Sylvia Peceño Serrano realiza un ejercicio de fragmentar lo invisible y recobrar aquello que ha
sido borrado; Lo Super y Ana Marchante Jiménez despliegan la imagen del terror que se expande de lo micro a lo macro; en la obra de Asunción
Caballero un fragmento de ala gigante simboliza la igualdad y Mayte Olmedilla recobra la experiencia de los cuerpos violentados restituyendo
de forma simbólica la vida y obra de la artista italiana Pippa Bacca, que imaginó un mundo en libertad.

   Ellas encajan las palabras, la imagen y el cuerpo de una época comunicándose a través del lenguaje del arte, sorteando barreras y censuras. Muchas de estas artistas nos recuerdan aquello que se está desvaneciendo. Los sesgos se multiplican, y esa multiplicación produce la desaparición de muchas obras de arte que son borradas de los lugares visibles, fuertemente condicionados por algoritmos opacos. Es complejo conocer aquello que ha desaparecido, que ya no está en nuestras
imágenes cotidianas, pero todavía podemos preguntarnos por aquello que aún recordamos y potenciar miradas que desde otros lugares nos
conmuevan, remuevan y emocionen. Imaginar un mundo invertido en el que todo cambie y nos transforme finalmente.

Isis Saz
Comisaria de la muestra