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Las excavaciones realizadas entre 1996 y 2009 en el yacimiento de Oreto y Zuqueca permitieron documentar una serie de estructuras edilicias y una necrópolis tardoantigua con casi cuatrocientas tumbas, de las que se excavaron algo más de doscientas. 

 

Vista del yacimiento de Oreto y Zuqueca y del área de excavaciones hasta el año 2009 (Foto: TRAGSA)
Vista del yacimiento de Oreto y Zuqueca y del área de excavaciones hasta el año 2009
(Foto: TRAGSA)

 

El yacimiento se sitúa en el término Municipal de Granátula de Calatrava, en la ribera izquierda del Río Jabalón, al pie del Cerro Domínguez o de Oreto (una de las principales ciudades de la Oretania muy conocida y referenciada en las fuentes clásicas) y próximo al puente romano de “Baebius” (Fig.1) en un entorno que, además de ofrecer unas excelentes posibilidades para la explotación agropecuaria, fue un importante nudo viario. 

Fig.1. Situación del yacimiento de Oreto y Zuqueca, del puente de Baebius sobre el río Jabalón y del Cerro Domínguez o de Oreto (M.A.C Fotográfica 2003)
Fig.1. Situación del yacimiento de Oreto y Zuqueca, del puente de Baebius sobre el río Jabalón y del Cerro Domínguez o de Oreto (M.A.C Fotográfica 2003)

 

 

Las sepulturas fueron localizadas en el mismo espacio donde se han conservado estructuras de culto, funerarias y de hábitat pertenecientes a diferentes momentos, que evidencian una larga ocupación y una secuencia cronocultural prácticamente ininterrumpida. 

 

De época romana altoimperial quedan los restos de un edificio de planta rectangular situado, parte de él, bajo la actual Ermita y alterado por enterramientos de época visigoda. En la zona más alta subsisten las ruinas de una pequeña villa de carácter agropecuario (fin siglo III-inicios V) (Fig.2) y en varias zonas del yacimiento, sobre los niveles religiosos y funerarios anteriores, se distribuyen un conjunto de estancias con varias fases de ocupación y unos baños o hammam (fin siglo VIII-primer tercio siglo X) (Fig.3). 

Fig.2. Reconstrucción de la villa rural situada en la zona más alta de la necrópolis (Seg. W. Palomino)
Fig.2. Reconstrucción de la villa rural situada en la zona más alta de la necrópolis (Seg. W. Palomino)

 

Fig.3 Reconstrucción del hammam (Seg. W. Palomino). Bajo sus restos se documentaron una tumba de fosa simple y varias de latericio.
Fig.3 Reconstrucción del hammam (Seg. W. Palomino). Bajo sus restos se documentaron una tumba de fosa simple y varias de latericio.

 

La necrópolis se excavó en dos sectores (Fig.4). El primero (Sector 1) se sitúa en el entorno y bajo el Santuario y se extiende hacia el sur por una loma con una suave pendiente (Fig.5) y el segundo (Sector 2) se localiza en la zona más elevada (Fig.6). 

 

Fig.4. Localización de los Sectores 1 y 2 en el área excavada
Fig.4. Localización de los Sectores 1 y 2 en el área excavada

 

 

Fig.5. Tumbas situadas en la ladera del Sector 1 entre los restos islámicos. Al fondo a la izquierda el Cerro de los Obispos
Fig.5. Tumbas situadas en la ladera del Sector 1 entre los restos islámicos. Al fondo a la izquierda el Cerro de los Obispos

 

Fig.6. Tumbas situadas en el Sector 2 entre los restos tardorromanos. Al fondo a la izquierda el Cerro de Oretum
Fig.6. Tumbas situadas en el Sector 2 entre los restos tardorromanos. Al fondo a la izquierda el Cerro de Oretum

 

La diversidad morfológica (Figs. 7 y 8) de las 224 tumbas permitió establecer una clasificación en 9 tipos y que, apoyada en los diferentes modelos de cubiertas y en la naturaleza de los materiales que las constituyen, generó diferentes variantes, como puede apreciarse en la siguiente tabla. 

 

tabla

 

 

 

Fig.7. Distintas tumbas de latericio. Arriba: Tipo I.2.f.  Abajo: Tipo V.2.f
Fig.7. Distintas tumbas de latericio. Arriba: Tipo I.2.f.  Abajo: Tipo V.2.f

 

Fig.8. Tumba infantil de lajas. Tipo III.3.m (a,f) con señalización en la cabecera
Fig.8. Tumba infantil de lajas. Tipo III.3.m (a,f) con señalización en la cabecera

 

Los inhumados fueron colocados en decúbito supino con la cabeza situada en el W, bien directamente en la fosa, en ataúd o en parihuela como sugiere la presencia de clavos, restos de madera y refuerzos metálicos. Algunos de ellos estaban envueltos con un sudario. Un poco más de la mitad (57.58%) son enterramientos individuales (Fig.9) depositados en un alto porcentaje en tumbas de fosa simple. La reutilización de las estructuras funerarias se asocia en su mayoría a fosas revestidas y cuando hay restos agrupados “en reducción”, aparecen situados en el lado oriental (Fig.10) con los cráneos, más frecuentemente, en la zona occidental y junto a la cabeza del último individuo enterrado (Fig.11). También, en ocasiones, se depositan en osarios y sobre la cubierta (Fig.12).

Fig.9. Enterramiento individual en tumba de lajas
Fig.9. Enterramiento individual en tumba de lajas

  

Fig.10. Cráneos depositados al W, rodeando la cabeza del individuo principal
Fig.10. Cráneos depositados al W, rodeando la cabeza del individuo principal

 

Fig.11. Enterramiento triple, con los dos últimos inhumados superpuestos
Fig.11. Enterramiento triple, con los dos últimos inhumados superpuestos

 

 

Fig.12. Cráneos depositados sobre la cubierta de una tumba de lajas
Fig.12. Cráneos depositados sobre la cubierta de una tumba de lajas

 

Son muy pocas las tumbas que contienen algún ajuar (24.55%), ya sean ofrendas funerarias de carácter simbólico (cerámica, vidrio, monedas), elementos de indumentaria (broches, hebillas, fíbulas), de adorno (pulseras, pendientes, anillos, alfileres, cuentas, engarces, apliques, etc.), útiles de uso (cuchillos, encendedores) y algunos objetos indeterminados (Fig.13). 

Fig.13. Porcentaje de los tipos de ajuar
Fig.13. Porcentaje de los tipos de ajuar

 

 

El conjunto cerámico recuperado se compone de una docena de jarritas que presentan características comunes como la ausencia de decoración y el que todas dispongan de una sola asa. Las hay piriformes (Fig.14) y globulares, con asas de cinta simple ligeramente estranguladas o con acanaladura marcada en su parte central y que pueden arrancar tanto del borde de la vasija como del cuello; con bordes exvasados y rectos; con pico vertedor y con pitorro (Fig.15); con cuellos desarrollados, cortos, gruesos y finos, con molduras o baquetones y la mayoría de ellas con bases sensiblemente convexas. 

 

Fig. 14. Jarritas pirifomes. (Foto J.L. Sobrino)
Fig. 14. Jarritas pirifomes. (Foto J.L. Sobrino)

Fig. 15. Jarritas globulares con pitorro y piquera
Fig. 15. Jarritas globulares con pitorro y piquera

 

Los recipientes de vidrio están representados por una copa, una base de copa, una jarrita y un cuenco. La copa, decorada con una serie de hilos enrollados puede encuadrarse dentro de la forma Isings 111 y apareció junto a un broche de cinturón de placa rígida y lengüeta. La jarrita, forma Isings 120 (Fig.16) se halló de pie, al lado izquierdo de la cabeza de una inhumada. El cuenco se identifica con el tipo Isings 116.  

 

Fig. 16. Jarrita de vidrio y su situación en la tumba
Fig. 16. Jarrita de vidrio y su situación en la tumba

Los elementos de indumentaria que acompañan a los inhumados son los mejores indicadores para establecer una datación, y, aunque escasos (13%), ofrecen una significativa variedad tipológica, pues hay documentadas desde producciones muy tempranas, como la fíbula de tipo omega y la anular de origen romano así como la de arco y charnela (piezas que suelen ser calificadas como residuales) hasta broches de tipo bizantino liriformes, uno de ellos decorado en el extremo distal con nueve trazos radiales incisos, a modo de rueda (Fig.17), y otros dos con roleos esquematizados (prótomos de grifo) y motivos geométricos. No obstante, debemos señalar que estos últimos aparecieron fuera de contexto, pero en el espacio cementerial, muy posiblemente procedentes de sepulturas destruidas o expoliadas.

 

Fig. 17. Broche de tipo liriforme
Fig. 17. Broche de tipo liriforme

Otras piezas recuperadas son dos hebillas simples con el eje recto y la zona central del arco ensanchada y con rebaje para el ajuste del hebijón (una de ellas dorada al fuego). Otra, decorada con motivos puntiformes (Fig.18) perteneciente a un broche de placa articulada, apareció asociada a un fragmento de varilla de enmarque, a una fíbula tipo omega y a un anillo de cinta. En una tumba de lajas se halló, a la altura de la cadera izquierda del inhumado, una hebilla ovalada con aguja de base escutiforme junto a dos pequeñas hebillas de correaje, varios apliques o remates y restos orgánicos procedentes de lo que pudo ser una cartuchera. También se constata la presencia de broches de placa rígida y base de la aguja escutiforme localizados en tumbas de mampostería (Fig.19).

 

Fig. 18. Hebilla decorada perteneciente a un broche de placa articulada
Fig. 18. Hebilla decorada perteneciente a un broche de placa articulada

Fig. 18. Hebilla decorada perteneciente a un broche de placa articulada
Fig. 19. Broche de placa rígida y lengüeta. (Foto J.L. Sobrino)

 

Entre los adornos personales hay pendientes de bucle (Fig.20), de aro simple; la mayoría rematados con diferentes molduras y algunos de ellos con aritos ensartados (Figs.21, 22 y 23); anillos filiformes y de cinta, bien cerrados o abiertos, con remate cónico, con ensanchamiento frontal y facetados. De entre las pulseras, las más destacables, abiertas y de sección circular, aparecieron colocadas en el antebrazo izquierdo de una mujer que se adornaba también con pendientes de bucle y un collar de cuentas. Están documentados alfileres para el cabello y una plaquita de tocado, además de engarces, cabujones, apliques y diversas cuentas.

Fig. 20. Pendientes de bucle (Foto J.L. Sobrino)
Fig. 20. Pendientes de bucle (Foto J.L. Sobrino)

 

Fig. 21. En plata, pendientes de aro decorados con punteado (Foto J.L Sobrino)
Fig. 21. En plata, pendientes de aro decorados con punteado (Foto J.L Sobrino)

 

 

 

 

 

 

 

Fig. 22. Pendientes de aro (Foto J.L Sobrino) (los aritos aparecieron ensartados e “in situ”)
Fig. 22. Pendientes de aro (Foto J.L Sobrino) (los aritos aparecieron ensartados e “in situ”)

 

Fig. 23. Ofrenda funeraria y arete perteneciente a un inhumado en una tumba de lajas
Fig. 23. Ofrenda funeraria y arete perteneciente a un inhumado en una tumba de lajas

 

En el análisis morfológico de las estructuras funerarias en relación con su distribución en el espacio cementerial hasta el año 2009, existe una notable diferencia ya que, desde la mitad oriental del Sector 1 hacia el Sector 2 incluido, predominan las fosas revestidas de lajas junto a las fosas simple y algunas cistas, no estando presentes las revestidas de mampostería ni las de perímetro delimitado, que son las que imperan en la mitad septentrional, tampoco se constata en este Sector la presencia de tumbas de hiladas de latericio (Fig.24). Relacionada esa distribución con las características de los enterramientos y de los depósitos funerarios y valorando su secuencia estratigráfica se han podido establecer distintos momentos o fases de uso de la necrópolis.

 

Fig.24. Tipología, porcentaje y distribución de las estructuras funerarias
Fig.24. Tipología, porcentaje y distribución de las estructuras funerarias

 

La Fase I se corresponde con el núcleo funerario originado en un periodo comprendido desde mediados del siglo IV d. C. hasta finales del siglo V y los probables inicios del VI. Está representada por sepulturas pertenecientes a hispanorromanos, inhumados en fosas delimitadas perimetralmente por mampuestos y emplazadas en la zona norte y en el patio interior de la actual ermita. Otro tipo de tumbas son las que emplean material latericio para su construcción y que perduran, aunque en número muy escaso, en los siglos posteriores. En una de ellas se recogió una moneda bajoimperial. Está incluido en esta fase el mausoleo de un eclesiástico (Fig. 25) que por las características morfotécnicas y en razón a la epigrafía y simbolismo de la lauda que cubre la tumba podría fecharse en la primera mitad del siglo V. El epígrafe (Fig.26) está dedicado al diácono Aurelius Vincentius quien ejerció su ministerio durante siete años (información proporcionada por la Profesora A. Canto).

Fig.25. Mausoleo del diácono con las alteraciones provocadas por estructuras de posterior cronología (silo en ángulo sureste y fosa en el noreste-este). En su entorno algunas tumbas de latericio
Fig.25. Mausoleo del diácono con las alteraciones provocadas por estructuras de posterior cronología (silo en ángulo sureste y fosa en el noreste-este). En su entorno algunas tumbas de latericio

Fig.26. Restos del mausoleo y lauda durante el proceso de limpieza y consolidación previa, tras su aparición en el 2008
Fig.26. Restos del mausoleo y lauda durante el proceso de limpieza y consolidación previa, tras su aparición en el 2008

 

La vinculación de estas estructuras funerarias con los restos edilicios del yacimiento no está suficientemente evidenciada, aunque como hipótesis, pudiera ser que el edificio romano altoimperial, ya en ruinas, se reutilizara adaptándolo o modificándolo en parte para destinarlo a edificio de culto cristiano en época tardorromana, dando así lugar a una primitiva iglesia a la que se adicionó en su lado suroccidental una piscina bautismal. Está constatada la temprana cristianización del lugar en la inscripción honoraria de Vasconius, encontrada en el entorno de la Ermita, fechada en el año 387 d. C y en la que aparece un crismón dentro de la expresión utere felix in (Christo). 

En el momento más temprano de la Fase 2, desde la primera mitad del siglo VI, se constata un cambio sustancial en el uso del área cementerial con la instalación de nuevas tumbas sobre los restos de la villa rustica, por lo que esta zona se convierte en un espacio funerario donde conviven fundamentalmente estructuras sepulcrales de fosa simple y de lajas, desapareciendo las fosas delimitadas por mampuestos y las revestidas de ladrillos. Se ocupan también zonas pertenecientes a la Fase I, como se comprueba por la presencia de superposiciones de tumbas (Fig.27).

Fig.27. Tumba de latericio tardorromana bajo una de época visigoda

 

Entre finales del siglo VI d. C. y principios del VII se lleva a cabo una ampliación de los restos edilicios existentes convirtiéndolos en un edificio tripartito (Fig.28), que amortiza a la pila bautismal e incluye en su ángulo suroccidental una tumba de mampostería muy bien enlucida y de importantes dimensiones proporcionando al edificio un carácter funerario. 

Fig.28. Arriba: Planta y sección longitudinal del edificio tripartito.  Abajo: Reconstrucción ideal (Seg. W. Palomino)
Fig.28. Arriba: Planta y sección longitudinal del edificio tripartito.Abajo: Reconstrucción ideal (Seg. W. Palomino)

 

Oficialmente dentro de este periodo se constata la existencia de la sede episcopal oretana, por el subscripti en tercer lugar, del obispo Andonio en el III Concilio de Toledo (589), pero como tal sede y atendiendo a la importancia que en los asientos tenía la colocación de los obispos según su antigüedad de consagración, podría haber estado constituida antes de esa fecha y disponer por lo tanto de algunos edificios civiles y religiosos. Es también muy posible que uno de los obispos anónimos participantes en el II Concilio de Toledo (527) pudo ser representante de la sede oretana. El episcopado subsistió en el siglo VIII, no figurando ya en el Concilio de Córdoba (862).

En torno a ese edificio se desarrolla una gran área cementerial (de la que aún queda mucho por excavar) con una evidente continuidad del uso de las tumbas de lajas y de fosa simple y con un gran incremento de las construidas con mampostería localizadas en la zona noroeste y sur del edificio tripartito y con características muy semejantes, en cuanto a su técnica constructiva, a la existente en su interior, lo que lleva a pensar que pudo existir un expreso deseo de situarlas en las cercanías del que, suponemos, un importante personaje que podría haber pertenecido a la élite episcopal, planteándonos el que este espacio pudiera corresponder a una zona de prestigio o privilegiada. 

Para concluir, la necrópolis de Oreto y Zuqueca abarca un arco cronológico que hay que situar entre mediados del siglo IV y las primeras décadas del VIII lo que refleja no solo la evolución de las estructuras funerarias, de los depósitos funerarios y de los cambios detectados en la utilización del área cementerial, sino también la existencia de una tradicional perduración del uso del espacio sagrado (religioso y funerario) desde época antigua, espacio que fue transformándose y adaptándose a lo largo de los siglos, pues la sacralización del lugar es un hecho evidente ya que sobre los restos de un edificio pagano se erigió una iglesia cristiana, que se fue ampliando con la adición de nuevas dependencias exigidas por la liturgia, llegando  a constituirse en sede episcopal y donde, con bastante probabilidad, pudo en época musulmana estar también ubicada la mezquita. Desde 1397 hasta 1840 fue iglesia del priorato calatravo, edificio que objeto de muchas reformas posteriores es en la actualidad ermita de advocación mariana. 

En cuanto a la vinculación de la necrópolis  con un núcleo urbano, no cabe duda de que este tuvo que ser el existente en el Cerro Domínguez, donde se ubicó el antiguo oppidum conocido como la Oretum Germanorum, solar de una importante ocupación continuada desde finales del siglo VI y principios del V a. C., hasta el siglo XIII d. C., a juzgar por el repertorio del material y estructuras de habitación aparecidos en las campañas de excavaciones realizadas en el yacimiento, núcleo que se extendería en época tardoantigua con las explotaciones agropecuarias de carácter rural de la zona sur, hacia el puente, hacia el este del yacimiento y en ambas riberas del río Jabalón.

 

Bibliografía:

ROMERO SALAS, H., 2022: El Complejo Funerario de Oreto y Zuqueca. Instituto de Estudios Manchegos. Monografías Arqueológicas, 1. Ciudad Real. ISBN: 978-84-87248-67-2

 

Autora

Helena Romero Salas. Arqueóloga. Codirectora de las excavaciones del yacimiento de Oreto y Zuqueca (1996-2009)

 

Comentarios: 1

Nietecitopro el Sáb, 24/06/2023 - 16:09

Que Chuli.

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