La fábrica de harinas Fontecha y Cano, llamada así por sus propietarios y fundadores, Francisco Fontecha y Filiberto Cano, como tantos edificios en Albacete, es la única muestra del pasado industrial en la elaboración de harinas que queda en la capital.
La llegada del tren a Albacete en 1855 cambió las referencias urbanísticas de la entonces villa. Más allá de la ermita de San Antón, en la zona norte, todo era un gran despoblado, por lo que esa amplia área cercana a la estación de ferrocarril se posicionó como estratégica para que se asentaran en ella industrias e incluso barriadas para obreros. Ocho fábricas de harinas llegaron a cohabitar en aquel lugar desde finales del siglo XIX hasta la década de los años 20 del pasado siglo: La Manchega (Paseo de la Cuba), La Unión (entrada por Padre Romano), Los Arcos (calle Iris, 26) Fontecha y Cano (Paseo de la Cuba), en la Veleta estaban la de Rafael Velasco, el molino moderno y el Zepelín (Carretera de Madrid o la Veleta con ambas direcciones se sitúa) y en la carretera Ocaña-Alicante la de Flores y Falcó. Por eso a esa zona se la llamó y se la llama barrio de la Industria. De ahí que Azorín, a su paso por Albacete, le escribiera un poema acuñando la frase “el Nueva York de la Mancha”.
Para que nos hagamos una idea del impacto que tuvo la llegada del tren a Albacete, basta con decir que los planos, desde ese momento y hasta bien entrado el siglo XX, se norteaban con la estación como geo referencia y no con el punto cardinal. La ruta desde el Altozano a la estación se llamó calle del Progreso porque el tren significó el progreso para Albacete.
Un factor importante para la industrialización fue contar con una fuente de energía moderna, la electricidad, que había llegado muy temprano a Albacete, en 1888. Ambas circunstancias propiciaron un desarrollo basado en el comercio de los productos agrarios y derivados con las zonas de Levante y Madrid, a lo que debemos añadir un hecho coyuntural como fue la Primera Guerra Mundial, en la que la neutralidad de España benefició a la economía por la exportación de productos agrícolas (alimentos, harinas, alcoholes, vinos, fibras, etc.) ya transformados y elaborados en las nuevas fábricas hacia los países beligerantes. Como fruto de esta transformación social se asentaron en Albacete desde finales del siglo XIX una serie de ricos comerciantes, una burguesía emergente, que si bien, fundaron sus fábricas en el barrio de la industria, levantaron sus viviendas en la nueva zona en expansión, el elegante paseo que comunicaba la estación con el parque inaugurado en 1911.
El primer plano de Albacete que ya recoge esta nueva expansión urbana es del año 1918 aproximadamente. En él ya tenemos los rótulos con dos fábricas que existieron en el paseo de la Cuba: La Manchega, de 1897 (desaparecida) y la de Fontecha y Cano (hoy sede de la Administración de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha).
Su edificación comenzó en 1916, durante la I Guerra Mundial, en tan solo 15 meses su construcción estaba lista. Fue inaugurada, el día 22 de enero de 1917 y el 15 de marzo obtuvo el alta en la contribución industrial. La casa suiza “Daverio, Henrici y Cía” fue la encargada de sus máquinas.
¿Quiénes eran los propietarios?
La sociedad “Fontecha y Cano, S.A. San Francisco” estaba formada por Francisco Fontecha Nieto y su cuñado Filiberto Cano Nieto, ambos procedían de Quintanar de la Orden, Toledo y se dedicaban a actividades de industria y comercio.
Filiberto Cano acabará instalándose en Murcia donde tenía otros negocios. La gestión de los intereses de la sociedad en Albacete los defenderá Francisco Fontecha, que es el personaje que se vinculará intensamente a la ciudad en la que llegó a ser alcalde, socio de otros negocios relacionados con el comercio y la industria y miembro fundador de la Caja de Ahorros y del Banco de Albacete.
Francisco Fontecha murió a la edad de 55 años, el 3 de febrero de 1924. Una vez desaparecido este se hicieron cargo de la dirección de la fábrica, sus sobrinos, Francisco y José Cano Fontecha, hijos de Filiberto Cano. Cuando éstos la dejaron, su gestión y la del resto de sociedades pasaron a José Luis Fernández Fontecha, nieto de Francisco Fontecha. Este murió en 1984, y pocos años después, en 1989 cerró la fábrica.
Características del edificio
El solar donde se construyó tenía una superficie de 18.000 m² y se hallaba vallado. Formaban el conjunto industrial, el edificio principal -que permanece- donde se desarrollaba el proceso de elaboración de la harina y que se caracteriza por pertenecer a la tipología de “fábrica de pisos”. Alrededor de este inmueble existieron otros de tipología menor que ya no se conservan como eran dos naves de almacenaje a ambos lados, una para el trigo y otra para la harina. En las esquinas se levantaron las viviendas del maestro molinero, del gerente, del jefe de oficina y del guarda. A la espalda se hallaban construcciones menores para diferentes servicios: cocheras, capilla, almacenes, talleres y cuadras. En 1920 se construyó una barriada para los obreros.
Descripción del edificio principal
El edificio principal consta de cuatro alturas rematadas por un frontón, antepechos y petos que cubren las cubiertas y le dan un carácter palaciego. Su estilo es modernista, con una fachada en la que predomina la simetría y el orden. La perfecta composición de huecos ornamentados que la decoran tenía como fin la ventilación e iluminar el interior. Destaca por su carácter monumental gracias a su sencillez y simetría. El elemento más característico de la fachada es esa escalinata volada, que nunca se destinó a entrada y salida de obreros -estos accedían por un lateral- sino que fue un elemento que realzaba majestuosamente la centralidad del edificio. Rematan el pasa manos de la balaustrada sendas cabezas de león, con alegorías del comercio, como el yelmo de Mercurio y la vara de Caduceo. De la industria, con la rueda dentada. De la prosperidad y la fortuna, con la cornucopia. La agricultura, con las espigas de trigo. Y como símbolo de la fábrica, los sacos de harina sobre los que se grabaron las iniciales de los dueños F&C (Fontecha y Cano). Todo el recinto está cerrado por una cerca de fábrica de mampostería, a excepción de la fachada principal, que se cierra con una verja de hierro que permite ver toda la monumentalidad del edificio y sus jardines.
Funcionamiento
Sobre el funcionamiento de la fábrica podemos decir que se componía de un único motor situado en la planta baja con un eje de transmisión. Un pórtico metálico sujetaba el forjado de la planta superior donde estaban los molinos. El eje era el encargado de mover toda la fábrica y transmitir movimiento a las máquinas de las diferentes plantas por medio de poleas de hierro fundido y correas de cuero.
El trigo accedía al edificio por la planta tercera y las harinas elaboradas salían de la fábrica hasta la nave de almacenaje a través de la planta segunda, conocida como de caídas (izquierda según miramos la imagen).
En sus mejores años, la factoría llegó a tener una producción de harinas superior a sesenta mil kilos diarios. Por sus dimensiones y características, fue fábrica de referencia en la provincia de Albacete y en la región.
La recuperación
En 1990 el Ayuntamiento de Albacete adquirió el emblemático edificio con fines públicos para, posteriormente, en el año 2000 cederlo a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. En el año 2002 comenzó la rehabilitación del edificio que amenazaba ruina. El presupuesto total ascendió a ocho millones de euros. Los arquitectos responsables fueron Emilio Sánchez García y Manuel Pedro Sánchez García. Fue en 2003, bajo la presidencia regional de José Bono cuando se reinauguró la Fábrica de Harinas de Albacete como sede de la Delegación de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Actualmente se denomina Delegación Provincial de Hacienda, Administraciones Públicas y Transformación Digital.
Lamentablemente el concurso de rehabilitación contemplaba su vaciado interior, motivo por el que no se ha conservado ningún elemento de la antigua fábrica. Aunque solo han transcurrido veinte años la sensibilidad hacia el patrimonio industrial ha cambiado gracias una mayor conciencia sobre este y su amplio abanico de manifestaciones que incluye las industrias del pasado reciente.
Fuentes documentales y bibliográficas:
- María Nieves Sánchez Casado (2017): Estudio de las fábricas de harinas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Análisis arquitectónico y reconstrucción gráfica de estas edificaciones en la provincia de Albacete. Córdoba: Universidad.
- Guías de Albacete y la provincia de 1926 y 1948. Documentación del Archivo Histórico Provincial
Autora: Elvira Valero de la Rosa. Directora del Archivo Histórico Provincial de Albacete