El hallazgo del torreón de la puerta este de la muralla romana, en coincidencia con la entrada moderna, constituye un salto cualitativo en la puesta en valor del Parque Arqueológico de Libisosa en Lezuza (Albacete)
Una de las preguntas más recurrentes a las que se enfrentan los arqueólogos es “cómo se sabe dónde excavar”. Cómo se elige el lugar. Y la respuesta no es sencilla. Incluso cuando se trata de un yacimiento que ya se conoce relativamente bien. No todo se reduce a la prospección (tradicional y geofísica). A veces la cosa no sale bien, y, otras, como en lo sucedido este verano en el Parque arqueológico de Libisosa (Lezuza, Albacete), mejora las perspectivas, en espacio y tiempo.
La hipótesis de partida, que ha resultado acertada, era que la interrupción del bancal moderno (Figura 1), perfectamente orientada al este, que ha servido de acceso a la parte alta del cerro y, a la postre, del yacimiento, se debía al vano dejado por la muralla antigua.
El resultado de la excavación llevada a cabo en ese sector en julio y agosto del 2022 es la localización de un tramo de la muralla romana y el torreón meridional de la puerta Este (Figura 2). Se trata de un hallazgo que, sin que sirva de precedente, se puede encuadrar, entender y, por tanto, divulgar, enseguida. Y es así porque el conocimiento que tenemos de la fortificación que engloba la parte más elevada del enclave (9 ha) era, a priori, muy amplio. Fue levantada apresuradamente por el ejército romano en el s. I a. C., presuntamente en el contexto de las Guerra de Sertorio, tras la destrucción del poblado indígena oretano. En pasadas campañas se habían excavado y puesto en valor tres de sus puertas, flanqueadas todas por sendas torres: la Norte, que se erige directamente sobre los escombros del poblado ibérico, la Sur y la Noroeste. Los 6 m de anchura del recuadro de la torre, los 3 m del lienzo y su técnica constructiva, con un doble paramento de mampostería ordinaria, en seco, y el interior relleno de piedras y tierra, recordando la técnica del emplecton de Vitrubio, no dejan margen para la duda.
Así y todo, queda todavía mucha tarea por delante: a corto y medio plazo, la intervención en el otro torreón, el septentrional, ubicado, sin duda, al otro lado del camino, y el vano de entrada. Y, a largo plazo, la investigación de los ambientes directamente apoyados en la construcción defensiva.
La torre, en todo caso, se erige con un cinturón cuadrangular perfecto, y se rellena de mampuesto. Es, en cierto modo, una adaptación de la técnica del lienzo. El vaciado casi completo que se ha llevado a cabo, pues no puede ser total hasta su consolidación, buscando alguna pista material que complemente lo que ya se sabía de la cronología/autoría de la edificación no ha aportado, en niveles superiores, ningún rastro de cerámica u otros elementos, salvo una pieza que dice mucho en ese contexto (recuérdese, en Arqueología se investigan contextos, no objetos: el objeto fuera de su contexto pierde la mayor parte de su valor). Se trata de un stilus, un punzón que usaban los romanos para escribir sobre las tablillas (Figura 3). Y es de hueso, como toca en época republicana; en el período imperial se generalizarán los de metal. Conserva la punta, y le falta la espátula o la cabeza de botón del otro extremo, lo que hacía las veces de borrador. Es muy común que aparezcan rotos, quedando parcialmente inutilizados ¿Se le cayó a un militar dentro del relleno de la torre o lo tiró al romperse? Y es que estos estiletes de hueso podrían funcionar como un fósil director de la presencia castrense romana en la Hispania recién conquistada, pues su uso entre el s. II-I a.C. se ha vinculado con el desarrollo del control del correo, mercancías y aduanas por parte de guarniciones militares y negotiatores romanos. Las mismas guarniciones que llevaban desde el inicio de la conquista pululando por el oppidum oretano, puesto que el paso del Sur al Levante peninsular, por la vía Heraclea, se controlaba por y desde Libisosa.
Pero esta puerta Este de la muralla romana que levantó ese ejército romano en el contexto de las guerras civiles no es una más. Se encuentra flanqueando el único acceso moderno al yacimiento (Figura 4). El Parque Arqueológico de Libisosa tendrá, de este modo, un acceso monumental original, a la altura (literalmente) de lo que se espera de un enclave de semejante relevancia, solucionando, al mismo tiempo, un problema logístico. Era uno de los objetivos primordiales de esta campaña, que tendrá que completarse, en breve, con su consolidación y puesta en valor.
En Libisosa “solo” se ha intervenido en el 10 % yacimiento. Y eso en términos horizontales, porque hay muchas “Libisosas” superpuestas: la del Bronce Final, la oretana (con, posiblemente, el horizonte ibérico final más relevante de todos los conocidos hasta la fecha), la romana y la bajomedieval. De momento, un trozo de la historia de Lezuza, en todo su esplendor, dará la bienvenida, muy pronto, a todos sus visitantes.
Esta excavación se ha llevado a cabo en julio y agosto de 2022, en el marco de las subvenciones de la Consejería de Educación de Cultura y Deportes de Castilla-La Mancha para la realización de proyectos de investigación del patrimonio arqueológico y paleontológico, en colaboración con la Universidad de Murcia, la Diputación de Albacete, a través del Instituto de Estudios Albacetenses, y el Ayuntamiento de Lezuza, que proporciona los peones que, junto a estudiantes y técnicos, constituyen los recursos humanos en el trabajo de campo.
Para saber más:
Consúltese el apartado “publicaciones” de la página web del proyecto Libisosa
Autor
Héctor Uroz Rodríguez (Arqueólogo y Profesor de Historia Antigua de la Universidad de Murcia. Codirector del Proyecto Libisosa)
Directores del Proyecto: Héctor Uroz Rodríguez y José Antonio Molina Gómez ( Universidad de Murcia) y José Uroz Sáez, catedrático jubilado de la Universidad de Alicante.