Catalina de Austria, la hija menor de la toledana Juana I de Castilla, cumpliría hoy 14 de enero de 2022, la friolera de 515 años. En plena revisión histórica del papel jugado por su madre en las Comunidades de Castilla y de reivindicación de su papel en la historia como mujer, madre y reina, queremos dar breve protagonismo a su gran compañera de viaje, su hija Catalina de Austria, con la que compartió en Tordesillas parte de su infancia y juventud.
Catalina nunca pudo conocer a su padre, pues vino al mundo casi 4 meses después de que Felipe “El Hermoso” falleciera. A su muerte, acaecida el 25 de septiembre de 1506, Felipe fue sepultado en la Cartuja de Miraflores, en Burgos, donde había abierto los ojos por última vez; los rumores propagaron que había fenecido por envenenamiento. Pero, al inicio de las navidades de 1506, doña Juana hizo desenterrar a su esposo y obligó a los cortesanos a pasar una ronda de reconocimiento pese a que “no se distinguía bien si tenía rostro de hombre, porque envuelto en vendajes impregnados en ungüentos y embadurnado todo en espesa cal, nos parecía estar viendo una cabeza hecha de yeso”.
Después, Felipe emprendió el viaje más terrorífico que se ha registrado en la Historia de España y, en medio de ese cortejo fúnebre, Juana tuvo que parar en Torquemada (Palencia) para dar a luz el 14 de enero de 1507 a su benjamina, Catalina. De algún modo, Felipe seguía vivo a través de su criatura...
En abril de 1507 Juana volvió a los caminos con el féretro de su esposo y con su hija pequeña. Cuando la comitiva llegaba a las puertas de un monasterio, no las traspasaba pues la reina no podía soportar que otras mujeres, ni siquiera las monjas, estuvieran cerca del finado. Los ayudantes pasaban las noches al raso y, en ocasiones, hubo motines y protestas por aquella extravagante decisión de querer exhibir a un cadáver.
El abuelo de Catalina, Fernando el Católico, consiguió arrastrar a Juana hasta cerca de Burgos, pero ella se negó a pasar a la ciudad y se quedó en Arcos con el cadáver insepulto durante más de un año. En febrero de 1509 ella se echó de nuevo a las veredas y tardó 40 días en llegar a Tordesillas (Valladolid) adonde, paradójicamente, se desinteresó por el esqueleto, aunque no fue inhumado, sino depositado en la iglesia del convento de Santa Clara. Para después llegar a Granada.
Catalina creció pegada a las faldas de su madre. En Tordesillas vivió desde 1509 hasta 1525, estuvo 16 años sin poder pisar la calle con libertad. Las horas transcurrían en un cuarto por el que solo se podía acceder a través del de Juana. Pero recibieron juntas la visita de los Comuneros: del toledano Padilla, del atencino Bravo y del madrileño Zapata.
¿Fue feliz Catalina? Juana, fue su profesora, le enseñó todo cuanto sabía. A Juana los Reyes Católicos le contrataron grandes docentes; a Catalina, su madre le dio clases particulares de manera intensiva. A pesar de la reclusión, aquella niña no paraba de bailar y de cantar. Era la candidata mejor preparada para ser reina, y todo gracias a su progenitora, que le enseñaba latín, humanidades, teología..., así como música, ya que era experta en tocar el clavicordio, el monocordio y la vihuela. ¿Cómo iba a pensar Catalina que su mamá estaba loca? Era la persona que más la quería y, aunque tenían personal de servicio, era prácticamente, a la única que veía.
Cuando en 1525 Catalina se casó con Juan III de Portugal, Juana se quedó sin defensa alguna. Ya no tenía a su lado a quien trataba de frenar los atropellos de los marqueses de Denia, que en su falta de respeto a Juana llegaron a la violencia física.
Catalina, fue reina de Portugal por el matrimonio con su primo Juan III de Avis (hijo de María de Aragón y de Manuel el Afortunado). El enlace tuvo lugar en Salamanca el 5 de febrero de 1525. Se trató de una doble unión hispano-lusa. Carlos I también se casaría con una hija de María de Aragón y de Manuel el Afortunado. La boda de Carlos con Isabel de Portugal se celebró en los Reales Alcázares de Sevilla el 11 de marzo de 1526.
Reinó Catalina cuando Portugal era el primer país europeo en establecer contactos con China y con Japón y, con su marido, en suelo luso, se estableció la Inquisición. Catalina tuvo 9 hijos, pero solo llegaron a edad adulta dos: María Manuela (fallecida en 1545 al dar a luz a don Carlos) y Juan Manuel (heredero al trono, aunque muerto en 1554). Fue una buena suegra de sus sobrinos, Felipe II y Juana de Austria, los dos hijos de Carlos I que se casaron con sus vástagos. Además, tuvo que ser Catalina una abuela coraje, ya que ejerció de regente de su nieto, el rey don Sebastián, al fallecer su marido, Juan III, en 1557 y haber marchado la madre del niño, Juana de Austria, a Castilla para ejercer la regencia cuando su hermano, Felipe II, se casaba con María Tudor en Inglaterra. Tenía entonces Sebastián 3 años.
Catalina falleció en la ciudad de Lisboa el 12 de febrero de 1578, a los 71 años de edad. Siete meses más tarde, el 4 de agosto, moría en la batalla de Alcazarquivir, su nieto, el rey Sebastián, con 24 años, empeñado en llevar la Cruzada a África en un tiempo en que resultaba anacrónico.
Fue una reina bondadosa y dejó su huella creando orfanatos y escuelas. Tuvo una de las mayores bibliotecas. Coleccionó objetos suntuarios, tapices y pinturas, afición que ya cultivó su abuela Isabel. Creó un museo de curiosidades procedentes de las colonias portuguesas, y hasta una casa de fieras, donde los lusitanos vieron por primera vez elefantes y jirafas.
El binomio Juana de Castilla y Catalina de Austria está acreditado actualmente que sufrió diferentes tipos de violencia en el castillo de Tordesillas, convertido en su mazmorra. Desde el desamparo al que fueron sometidas por su padre y abuelo respectivamente, Fernando el Católico, hasta la condena tácita de su hijo y hermano, el rey y emperador Carlos, pasando por el maltrato doméstico infligido por sus guardeses transformados en carceleros. Aparte del vínculo materno-filial, Juana y Catalina fueron compañeras, amigas y maestra y discípula en tantas artes de la vida…
La primera imagen que se tiene de Catalina puede ser un díptico familiar del Museo de Santa Cruz, de Toledo. Es un anónimo flamenco donde aparece con apenas 1 año de edad. Se puede contemplar en una parte a sus hermanos Carlos y Fernando y, en la otra, están ella y sus hermanas Leonor, Isabel y María.
En el Museo del Prado se custodia una pintura de Antonio Moro que refleja a Catalina, de pie junto a una mesa con un pergamino doblado para presentarla como soberana. El flamenco la realizó durante su estancia en Portugal.
Por el Museo de Santa Cruz pasó un cuadro de Domingo Carvalho, obra que se conserva en el Prado. Se trata del lienzo titulado Santa Catalina de Alejandría. Tal vez, al unísono que el portugués captó a la mártir del siglo IV, quiso retratar a su tocaya, con la corona, la rueda dentada y la espada luciendo el nombre del artista. Claves de la iconografía que a la infanta castellana le pudo enseñar la toledana Juana que, en no pocas facetas, fue mártir.
Autoras:
Doctora MARÍA LARA MARTÍNEZ y Doctora LAURA LARA MARTÍNEZ
Profesoras universitarias, escritoras, Premio Algaba, Hijas Predilectas de Castilla-La Mancha, historiadoras de las Cortes de Castilla-La Mancha para el V Centenario de las Comunidades, y comunicadoras de la Historia en radio y televisión.
Anónimo el Jue, 22/06/2023 - 16:14
Me gustaría saber que precio paga Juana ,y sus hijos en la historia de Castilla
Anónimo el Sáb, 06/04/2024 - 06:30
Me gustaría saber si la Reina Catalina tuvo algún tipo de contacto (personal o epistolar) con la Reina Juana I luego de su partida hacia Portugal.
Anónimo el Mié, 24/07/2024 - 14:02
Volvió a ver a su madre❓