Ayuntamiento de Cuenca

La Casa del Ayuntamiento de Cuenca, desde finales del S. XV, estuvo enclavada en la Plaza Mayor, pero en otro tiempo los Consejos se celebraban en un lugar próximo a la Puerta de San Juan.

A mediados del siglo XVI se tuvo que acometer una gran reforma en el edificio, debido a su mal estado, encargada al arquitecto Pedro de Alviz.

En el siglo XVII, concretamente en 1676, el concejo municipal acuerda ampliar el edificio mediante la anexión de una casa adyacente, propiedad de la iglesia.

A principios del siglo XVIII, de nuevo, la Casa Consistorial amenazaba ruina procediéndose a demolerse el edificio, y construyéndose uno nuevo en el mismo solar. Las obras duraron dos años (1760-1762) ajustándose al proyecto diseñado por Jaime Bort, buscando la simetría, hecho difícil de conseguir a causa de la topografía y la disponibilidad del solar (pequeño e irregular), por lo que fue necesario adquirir otro solar en el lado oeste de la plaza, enfrente de que ocupara el viejo edificio.

En 1788 se decide acometer la última gran reforma del edificio, ampliándose el mismo y encargándose de las obras al arquitecto Mateo López las obras. Fue entonces cuando se construyó el archivo, el oratorio, la sacristía y el guardarropas.

Como consecuencia de todo lo anterior, el Ayuntamiento se presenta hoy como uno de los edificios más representativos del barroco en la ciudad. Es de planta rectangular, con dos cuerpos a ambos lados.

La fachada está articulada en tres plantas, y se matiza cada una de ellas con pilastras de diferente orden.

La primera planta está constituida por una arquería abierta, que permite el paso de la calle principal a la plaza. Se disponen unas pilastras cajeadas de orden toscano entre los arcos, a los que el pie forzado del zaguán ha obligado a trazar en sección apuntada, con el fin de hacerlos más esbeltos y dar más luz al arco central.

Esa misma división tripartita, con pilastras jónicas, en este caso, se mantiene en la planta noble, en la que Bort situó la Sala del Ayuntamiento y sus oficinas. En esta planta se abren tres vanos, con un balcón corrido, que están decorados con baquetones, pilastras cajeadas y frontones curvos y rotos.

En la tercera planta, se duplican los vanos y, por tanto, el ritmo y las proporciones de los elementos arquitectónicos que la componen.

El amplio ático con el que termina la fachada, oculta, desde la plaza, la vista del tejado. En el centro hay un remate, a modo de peineta, que culmina con la figura de un león.

La fachada posterior, asomada a la calle Alfonso VIII, está compuesta con más claridad, y su ritmo es más clásico. Se articula en tres calles, con balcones en la planta noble y ventanas a eje en la superior.

Las puertas, que están situadas bajo el pórtico, son de traza muy sencilla y muestran cierta relación con la arquitectura francesa.