La Feria de Albacete como todas las de Europa occidental surge en la Edad Media. La primera noticia documental data del 21 de marzo de 1325. Se trata de una carta en la que se daba cuenta del traslado de la feria de Albacete a Chinchilla mientras que aquella se repoblase.
El primer lugar donde se celebró la feria fue la calle de su nombre. Un apunte del año 1444 ya menciona la barrera con que se cerraba el acceso a la villa por la calle de la Feria. Por diferentes motivos se perdió su celebración, recuperándose en 1542 en la misma calle y lugares cercanos como calle Zapateros, plaza Mayor y Carnicerías. Para los ganados se designó el actual Paseo de la Feria y barrio del Pilar.
Sin embargo, el acontecimiento no se consolida, circunstancia que es aprovechada por los frailes franciscanos del convento de Los Llanos para retomarlo en su favor. Tras muchos años de conflicto y tras la concesión del Privilegio de Feria por Felipe V en 1710, la villa logra el control y por ello encarga al arquitecto Lucas de los Corrales, en 1771, el primer proyecto ex profeso para la Feria.
A pesar de que la historiografía ha negado la construcción de él, la documentación del Archivo demuestra lo contrario -como ya apuntó Luis Guillermo García Saúco-. Ciertos croquis del convento franciscano de Los Llanos en 1780 (encontrados por Vicente Carrión) y un plano de ampliación de la cañada corroboran la existencia del recinto donde se celebraba «la vieja Feria»
El 4 de agosto de 1783 el concejo municipal acuerda la construcción de un recinto ferial en los ejidos de Santa Catalina. La proximidad de un abrevadero cercano al puente del Acequión, la dehesa de propios para pasto, y la buena comunicación por la proximidad a dos vías pecuarias le proporcionaban una situación inmejorable.
El 7 de septiembre de 1783 se inaugura la parte del edificio, diseñado por Josef Ximénez, que dio tiempo a construir en cuatro semanas. Plenamente funcional, basado en el utilitarismo Ilustrado, con toda una serie de dependencias administrativas y de control, pero sobre todo comerciales que le dan una peculiar personalidad.
En 1784, un nuevo maestro retoma la obra, Antonio Cuesta, mejorando el proyecto anterior. Se completa el segundo anillo se alarga la carrera o “rabo de la sartén” y se comienza la Casa del Ayuntamiento que culmina en 1813. El plano original no se conserva, pero contamos con un grabado realizado en 1784 para aprobación de la Real Academia de San Fernando, institución que supervisaba todas las obras oficiales.
Símbolos: «El Pincho» el Kiosco y la Puerta de Hierro
Los proyectos de 1783 y 1784 repiten el obelisco en el centro de la plaza, pero en ningún caso se construyó. Según Juan Calduch este vacío puede estar en relación con la aguja rematando el frontón de la puerta de entrada, «el pincho». Nosotros creemos que así es porque en 1819 cuando se subasta la construcción de unas puertas de hierro - las tropas francesas habían destruido las anteriores- uno de los elementos que el maestro cerrajero, Lorenzo Carrosini, describe en el proyecto aprobado por el Consejo de Castilla, es el bastidor para asegurar el remate o adorno. De lo que se deduce que ya existía ese elemento puesto que sólo necesita colocación. Después, trata del escudo, otra pieza ya existente a la que se añade un murciélago en hierro. Ambos son símbolos del edificio y la villa respectivamente. Nos preguntamos si ese remate de la puerta que señala el acceso y nos guía hasta el círculo central -conocido popularmente como «el pincho», por su forma de estilizado obelisco metálico coronado por una estrella- no podría simbolizar el Caput mundi, ‘cabeza del mundo’, un centro del mundo civil y mercantil que es la Feria, cuya geometría (calle y plaza) semeja más a un espacio urbano que a un edificio.
A pesar de la existencia de ese proyecto de puertas de 1819, su construcción no se llevó a efecto. En su lugar se colocó un portón de madera que perduró hasta 1863 en que se instalaron las definitivas. En 1889 hubo varias reformas a tener en cuenta. Se abrieron dos accesos laterales a la portada central lo que facilitó la fluidez de la circulación. La energía eléctrica llegó a la Feria, sustituyendo velas, candiles y carburos por una brillante luz. Y se instalaron columnas de hierro en las galerías laterales de los puestos.
Obras emblemáticas: el templete del círculo interior
Al no realizarse el obelisco del centro de la plaza en su lugar quedó una balsa para recoger aguas pluviales. La historia de habilitación de ese punto tan estratégico comenzó en 1871 cuando unos vecinos solicitaron la construcción de un pabellón para reuniones sociales. El expediente no prosperó, pero en 1875 el ayuntamiento levantó un airoso kiosco de madera, cubierto de pizarra y con dos cuerpos, el superior para la música y el inferior para botillería. Los graves desperfectos que sufría aconsejaron su demolición en el año 1895. Desde ese año se presentan peticiones particulares y proyectos del arquitecto municipal Juan Peyronnet. ¡Hasta cinco proyectos le fueron desechados! Uno de ellos contemplaba el hierro, material de moda en la época como elemento principal.
Por fin, en 1912 se construyó el kiosco que todavía existe. Se trata de un proyecto de Daniel Rubio. La obra se inauguró aquel año, pero sin instalar la balaustrada, sin piso de cemento y sin columnas para el alumbrado, quedando terminado en 1913. De estilo modernista, con forma octogonal y cúpula redonda. En su forma destaca el hierro, que le da ligereza. Los mosaicos en colores tanto en el bajo como en la cúpula son una de sus principales características. El kiosco es uno de los emblemas del recinto ferial, junto con la puerta, la Virgen de los Llanos y «el pincho».
En 1944 tiene lugar la transformación radica
La justificación de este proyecto en unos momentos tan difíciles en plena postguerra tenía como finalidad la continuidad de la Feria en su aspecto comercial evitando que fuera reducida, como en tantas ciudades españolas, a un programa de festejos. Se trataba de pasar de la tradicional feria-mercado a la feria de muestras con una elevada inversión y una amplia gama de bienes de consumo e industriales que mostraban los avances en mecanización del campo, rentabilidad y especialización en productos agrícolas y ganaderos. Este concepto de Feria de Muestras, regulado por Decreto de 26 de mayo de 1943, obligó al ayuntamiento a convocar un concurso de anteproyecto que recayó en Manuel Ortiz Iribas y Julio Carrilero Prat y cuyo objetivo era la remodelación del recinto ferial.
El proyecto lo transformó totalmente en casi todos los elementos y agrandó su espacio sumando un tercer anillo y nuevos pabellones en una calle Carrera ensanchada que debía acoger las actividades y expositores. La ampliación y reforma acrecentó el espacio pasando de unos 11.000 m² a 28.000 m². La Feria de Muestras la ocuparían los dos pabellones simétricos exentos a ambos lados de la calle de entrada. Según Cristina Caro, plantea «una feria nueva que contenga la anterior. Aquí el proyecto actúa como organizador de programas distintos, tal y como el encargo requería. Este reto lo consigue, que no es poco, y se convierte en el gran Recinto Ferial».
Por último, en 1974 se construye la nueva entrada, con proyecto de Manuel Carrilero de la Torre, conservando la Puerta de Hierro y el legendario y original «Pincho de la Feria» sobre su frontón.
Autora
Elvira Valero de la Rosa
Directora del Archivo Histórico Provincial de Albacete
Fuentes y bibliografía:
Documentación del Archivo Histórico Provincial
CARO GALLEGO, Cristina: Arquitectura del recinto ferial de Albacete. Antología documental 1771-1974. Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses, 2015.
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