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25 Marzo 2022

En 2021 se celebra el 150 aniversario de la edición de la Memoria de las notables excavaciones hechas en el Cerro de los Santos (Madrid, 1871, Imprenta de J. Limia y G. Urosa), que encabezó el escolapio Padre Lasalde. El Cerro de los Santos (Montealegre del Castillo, Albacete)  fue, sin duda, el gran yacimiento arqueológico de la protohistoria española del siglo XIX, al que inmediatamente se sumaron otros hallazgos que culminaron con el descubrimiento de la Dama de Elche en 1897.

El Museo de Albacete ha realizado una exposición conmemorativa, donde se realiza un recorrido por diversos aspectos de los iberos, y también de los pueblos que les fueron contemporáneos, la exposición la cual se ha divido en ocho áreas temáticas: "El descubrimiento de una nueva cultura" , "Hacia un nuevo ambiente cultural: lo íbero", "Nuevos paisajes urbanos", "Los otros “íberos”, "Los íberos ante el espejo", " Imágenes fascinantes", " 150 años para conocer a los íberos" y  "Entre Iberia, Cartago y Roma", ha tenido lugar entre el 28 de noviembre de 2021 al 27 de marzo de 2022.

Hoy os acercamos a 10 de sus piezas y os recordamos que se puede encontrar que catálogo de la exposición, recursos educativos y más información  AQUÍ

Pugilistas: Cerrillo Blanco, Porcuna (Jaén), Museo de Jaén, s. IV a.C.

El conjunto escultórico es un altorrelieve que formó parte de un discurso que relata los avatares en la vida de un personaje importante a través de un gran monumento conmemorativo: el fundador de un linaje presentado a través un relato heroico.
El grupo de púgiles representa la adolescencia del héroe y la lucha cuerpo a cuerpo con otro personaje de igual edad. El movimiento de los cuerpos es evidente a través de la posición de las distintas partes del cuerpo: la flexión de las rodillas, de la posición de los brazos asidos a los cinturones del contrario, de los cuerpos de ambos contendientes que inclinados cierran la composición en un círculo figurado, así la atención del espectador queda perfectamente centrada en la escena.
Las esculturas, fechadas en el siglo V antes de nuestra era, están realizadas en una piedra caliza sin impurezas, especialmente elegida para contribuir a la dignificación del héroe, aunque luego cada una de las esculturas fuera cubierta con pinturas de colores que el tiempo ha lavado y perdido. El conjunto monumental de Porcuna fue abatido y destruido, antes de su pérdida total algunas personas cavaron una gran zanja y enterraron los restos del monumento, preservando así su memoria. En 1975 fueron descubiertas casualmente y recuperadas para el Museo de Jaén, donde se exhiben. 

 

Pugilistas: Cerrillo Blanco, Porcuna (Jaén), Museo de Jaén, s. IV a.C.
Pugilistas: Cerrillo Blanco, Porcuna (Jaén), Museo de Jaén, s. IV a.C.


 

El Ceremeño, Herrería (Guadalajara), Museo de Guadalajara, s. VI a. C.

En algunos yacimientos de la Edad del Hierro, ibéricos y celtibéricos, han sido hallados vasos calados que genéricamente han sido catalogados como “braserillos”, pues muestran varias particularidades: algunos tienen una boca ancha y abierta quizás para recibir algún recipiente tipo olla o marmita, otros, como éste, carecen de base y se colocarían directamente sobre el fuego o las brasas; el cuerpo calado difundía el calor. Realmente su funcionalidad pudo ser otra, como concentrar la luz y proyectarla a través de los calados, como indican Mª L. Cerdeño y P. Juez, o como quemaperfumes relacionado con una actividad ceremonial como apunta J. A. Arenas. 
El recipiente, encontrado en la vivienda H del poblado de El Ceremeño, está fabricado a mano en una arcilla grosera de color beige, y muestra distintos focos de fuego en su base, como prueba de la función de recibir brasas. Y forma parte de un conjunto de piezas relacionadas con actividades ceremoniales, quizás los rituales en torno al primero de noviembre, cuando se celebraba el final de un año y el comienzo de otro.
 

"Braserillo” El Ceremeño, Herrería (Guadalajara), Museo de Guadalajara, s. VI a. C.
"Braserillo” El Ceremeño, Herrería (Guadalajara), Museo de Guadalajara, s. VI a. C.


Sítula, Pintor de Ascoli Satriano, Apulia (Italia), MAN, 330-320 a.C.

En el siglo IV antes de nuestra era los grandes talleres de producción de cerámica griega se situaron en la Magna Grecia (sur de la península itálica y Sicilia), de donde salieron espléndidos vasos. En la Apulia, en la segunda mitad del siglo IV antes de nuestra era, fueron fabricados vasos caracterizados por la profusión de adornos, con los que satisfacer el prestigio y la cultura helénica de sus poseedores.
El pintor de Ascoli Satriano nos dejó una hermosa sítula (vaso ritual para agua o vino, tiene forma de cono truncado e invertido) en la que está relatado el último de los trabajos de Heracles: el robo de las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides o Euhesperides, el huerto que la diosa Hera poseía en el norte de África. A su regreso al reino de Euristeo tal vez Heracles atravesó la península Ibérica, generando un relato mítico alimentado desde el siglo XVI según el cual Heracles recorrió un trayecto que arrancaba en la antigua Gades (Cádiz) y recorría el sureste peninsular, como lejano recuerdo del comercio griego en Iberia.
En la escena están representados el árbol de las manzanas de oro, que tiene enroscada a la serpiente Ladón (el guardián del Jardín). Entre las Hespérides (Egle, Eritía y Héspere) aparece Heracles separado de una Hespéride por un pilar, y Pan (de patas de macho cabrío como imagen del mundo no civilizado) vinculado a los pastores y los rebaños, figura que relaciona el jardín de las Hespérides con el jardín de Dionisio. 
La sítula procede de la Colección Varez Fisa, fue adquirida por el Estado en 1978 y depositada en el Museo Arqueológico Nacional.

 

Sítula, Pintor de Ascoli Satriano, Apulia (Italia), MAN, 330-320 a.C. (vaso ritual para agua o vino, tiene forma de cono truncado e invertido)
Sítula, Pintor de Ascoli Satriano, Apulia (Italia), MAN, 330-320 a.C.

 


Calatos, Ilici (La Alcudia, Elche, Alicante), Fundación La Alcudia, s. I a.C.

Desde finales del siglo III antes de nuestra era algunos talleres alfareros ibéricos fabricaron espectaculares vasos ornados con pinturas que representan escenas simbólicas, heroicas o de la vida cotidiana, sobresaliendo los centros alfareros del Tossal de Sant Miquel de Lliria (Valencia) donde estuvo la antigua Edeta, y de Ilici (Elche, Alicante).
El estilo pictórico de Elche está lleno de símbolos desarrollados entre una exuberante vegetación de hojas, roleos… donde aves con alas explayadas y feroces carniceros aluden a la diosa y a la muerte. Uno de los vasos más sobresalientes en es conocido como el de “La pepona”, que muestra, bajo las dos asas pegadas en forma de arco, los rostros de sendos personajes femeninos identificados como imagen de una diosa o diosas. Las recientes investigaciones realizadas en el yacimiento y Museo de la Alcudia han desvelado la funcionalidad de este gran recipiente: el de recoger el cereal nuevo y guardar una parte como signo de prosperidad y buena cosecha. Para eso fuera posible, siguiendo los relatos mitológicos clásicos, ha sido precisa la intervención de dos figuras femeninas, las representadas bajo las asas. Deméter y Perséfone, la madre que llora ante Zeus el rapto de su hija llevada a las profundidades por Hades, dios del mundo de los muertos. Conmovido Zeús consiente en el regreso de Perséfone en primavera, posibilitando el florecimiento del campo y las cosechas. 
Este tipo de vasos, que requerían de las habilidades del alfarero y la destreza del pintor, fueron hechos de encargo, en este caso decorado para expresar el mito de tipo agrario que muestra un ciclo vital: el de la fecundidad del campo. 

 

Vaso “La pepona”. Calatos, Ilici (La Alcudia, Elche, Alicante), Fundación La Alcudia, s. I a.C.
Vaso “La pepona”. Calatos, Ilici (La Alcudia, Elche, Alicante), Fundación La Alcudia, s. I a.C.

 

Diosa de Libisosa, Cerro del Castillo, Lezuza, Museo de Albacete (depósito en Centro Agripina de Lezuza), s. II a.C.

En el universo de la mitología ibérica, muy mal conocida, sobresale la imagen recurrente de una diosa madre: sentada en tronos en la estatuaria del Cerro de los Santos, o alada se muestra sentada entre aves y flores de loto en el monumento de Pozo Moro (Albacete) y en el mosaico del Cerro Gil (Iniesta, Cuenca), o sus rostros aparecen repetidos en los vasos pintados surgiendo entre la fecunda naturaleza. 
El vaso de Lezuza muestra una imagen femenina ataviada con un manto decorado y enjoyada, así, rica y espléndida, se presenta sobre un vaso ritual. A sus pies, sobre un escabel, una pequeña figura humana masculina trata de alcanzarla, y de poseerla. 
El relato por el que un ser humano que se une sexualmente a la diosa en una escena de hierogamia, ya aparece en uno de los relieves del monumento de Pozo Moro.  Se trata de la representación simbólica de un personaje que alcanza el grado de héroe lo que le permite ser sancionado por la divinidad, así su poder es absoluto. Rememorando otra iconografía del mundo antiguo recordemos como en la estela de Hammurabi el rey recibe las leyes directamente del dios, o en la iconografía egipcia el faraón Akenaton recibe el poder directamente de los rayos del dios Amon-Ra. 
El vaso se halló una estancia que posiblemente tuvo una función cultual, estaba asociada a tres vasos con representaciones de aves, uno de los símbolos de la diosa.

 

Diosa de Libisosa, Cerro del Castillo, Lezuza, Museo de Albacete (depósito en Centro Agripina de Lezuza), s. II a.C.
Diosa de Libisosa, Cerro del Castillo, (Lezuza, Albacete) Museo de Albacete (depósito en Centro Agripina de Lezuza), s. II a.C.


 

Ofrendas a los dioses, Alarcos, Ciudad Real, Museo de Ciudad Real, ss. IV-I a.C.

En Alarcos, el santuario situado junto a una gran calzada de losas de piedra, ha proporcionado numerosos exvotos, ofrendas a la divinidad en agradecimiento por alguna petición concedida o presentes entregados como rogativa para conseguir algo. 
 La gran cantidad de piezas, su estilo que es diferente al de otros lugares, y los temas que recogen, llevan a pensar que fueron realizados por un taller metalúrgico ubicado en el propio poblado, quizás hasta dependiente del santuario. 
A diferencia de los exvotos el santuario del Cerro de los Santos, los de Alarcos son de pequeño tamaño y están realizados en bronce, en vez de piedra. Muchos son esquemáticos, algunos reflejan partes de la anatomía humana, mientras que otros son figuras completas, de hombres y mujeres, desde la infancia hasta la madurez adulta, tal y como muestran las piezas escogidas para formar parte de la exposición.
 Los santuarios, como lugares de peregrinación siempre han reunido a su alrededor gentes de diferentes sitios, numerosos oficios, bienes y riquezas, actuando como lugares que propician el intercambio y el desarrollo económico del territorio donde se encuentran.

 

Exvotos. Ofrendas a los dioses, Alarcos, Ciudad Real, Museo de Ciudad Real, ss. IV-I a.C.
Exvotos. Ofrendas a los dioses, (Alarcos, Ciudad Real) Museo de Ciudad Real, ss. IV-I a.C.

 

 

Bicha de Balazote, vaciado en escayola, Museo de Albacete, 1943

La escultura que muestra a Aqueloo formó parte de una construcción, quizás una torre al estilo del monumento de Pozo Moro en Chinchilla. Encontrada en el último tercio del siglo XIX, pasó a las colecciones del Museo Arqueológico Nacional, cedida por la Diputación Provincial de Albacete, de cuyo museo formaba parte.
Aqueloo era un dios-rio que se enfrentó a Hércules por el amor de Deyanira. Entre ambos tuvo lugar un feroz combate en el que Aqueloo fue el perdedor. 
Como bien cuenta Teresa Chapa, en los territorios griegos del sur de Italia y Sicilia se vinculó al mundo de los muertos, ya que vivía en grutas desde la que manaban los ríos que vivían en el inframundo. El de Balazote pudo ser un monumento en honor al dios-rio para implorar su benevolencia frente a las crecidas del rio Jardín y/o formar parte de un conjunto funerario.
De sus barbas mana agua, por ello los bigotes de la Bicha de Balazote se parten en dos series de líneas que se dispersan a izquierda y derecha, como los meandros y brazos de los ríos. Una de sus formas es la de serpiente, pues el río serpentea por entre los campos en busca del mar; otra es la de toro por su carácter fertilizador y porque las aguas, cuando corren, suenan como mugidos.

 

Bicha de Balazote, vaciado en escayola, Museo de Albacete, 1943
Bicha de Balazote, (Albacete) vaciado en escayola, Museo de Albacete, 1943


Una diosa para el Cerro de los Santos, Montealegre del Castillo, ss. IV a.C.- I d.C.

El Cerro de los Santos (Montealegre del Castillo, Albacete) fue un lugar sagrado para los íberos. En el siglo IV antes de nuestra era sobre un pequeño cerro se alzó un templo que debió tener estructuras leñosas y que, andando el tiempo, ya hacia el cambio de era, fue monumentalizado mediante el empleo de piedra de sillares de los que conocemos muy poco: los fotografiados a finales del siglo XIX y los recortes tallados en la roca para asentarlos. Tenía una entrada flanqueada por dos columnas con capiteles jónicos, y frontón. En su entorno otras construcciones configuraban el complejo santuario de peregrinación alzado junto a una importante vía antigua: la que comunicaba las costas de levante con las ricas tierras béticas.

Los romanos señalaron el lugar como Ad Palem, seguramente en alusión a la diosa Pales, de la fecundidad y de las bestias. La alusión a una diosa está presente en algunas pocas esculturas que representan a una figura femenina sentada en un trono, pues solo los dioses tenían la facultad de presentarse sentados. Un pequeño fragmento de cerámica muestra un  ánodos, o imagen de la divinidad ascendente mostrada en una de sus partes, generalmente la cabeza. En este caso está coronada (dea stephanophoros) y acompañada de un ave y una estrella como símbolos, y un carnicero. Se fecha en los siglos II y I antes de nuestra era. 

 

Una diosa para el Cerro de los Santos, Montealegre del Castillo, ss. IV a.C.- I d.C.
Una diosa para el Cerro de los Santos, (Montealegre del Castillo, Albacete) ss. IV a.C.- I d.C.


 

Mujeres y hombres devotos en Cerro de los Santos, Montealegre del Castillo, ss. IV a.C.- I d.C.

Era mediados del siglo XIX cuando en Montealegre del castillo (Albacete), en el camino de Yecla, comenzaron a aparecer esculturas en un pequeño cerro. A finales de los años 60 ya había rebuscas, y en 1970 tuvieron lugar las primeras excavaciones científicas que comenzaron a desvelar la cultura material del pueblo de los íberos, de cuya personalidad había relatos contenidos en la literatura de época clásica. 

Mujer devota en Cerro de los Santos, Montealegre del Castillo, ss. IV a.C.- I d.C.
Mujer devota en Cerro de los Santos, (Montealegre del Castillo, Albacete) ss. IV a.C.- I d.C.


El descubrimiento fue muy importante. Las esculturas, fragmentadas, aparecieron por centenares (hoy contabilizamos más de 600). Representan hombres y mujeres concebidos según gustos estéticos muy diferentes: los que tienden al realismo idealizado, los que son esquemáticos, o los realizados por manos poco diestras, todas esculpidas para ser vistas de frente. Los hombres ataviados con calzas y mantos que a veces cubren todo el cuerpo, las mujeres con túnicas y manto se muestran ricamente ataviadas en sus tocados y joyas, unos y otras a veces portan vasos de ofrendas, en general están en actitud estante. Se trata de exvotos, de ofrendas a la divinidad a cambio de un bien recibido que tenía que ver con la ingesta de aguas de carácter medicinal, pero no fueron las únicas, pues el santuario recibió otras más modestas como fíbulas, anillos, cerámicas, etc., el carácter votivo de todos es similar a los actuales santuarios de peregrinación mariana.

Hombre devoto en Cerro de los Santos, Montealegre del Castillo, ss. IV a.C.- I d.C.
Hombre devoto en Cerro de los Santos, (Montealegre del Castillo, Albacete) ss. IV a.C.- I d.C.


      Autor: Museo de Albacete 
 

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