De entre todas las obras pintadas de la mano de Doménikos Theotokópoulos El Greco (1541-1614), que se custodian en el Museo de Santa Cruz de Toledo, destaca, por su excepcional calidad artística, una obra devocional de piedad, de impecable factura, encargada al genio candiota para la parroquia toledana de Santa Leocadia entre 1577 y 1580. Se trata de ‘La Verónica con la Santa Faz’ (MSCTO DO1174) un tema muy demandado en este momento histórico a raíz de la expansión de las doctrinas de la Contrarreforma. Esta representación, que cuenta tres variantes de la mano de El Greco, muestra a La Verónica, de media figura, sosteniendo delicadamente el paño con la Santa Faz. Sobre el fondo, neutro y oscuro, destacan de forma radiante las manos, el rostro y la cabeza velada de la protagonista femenina mientras que el lienzo blanco del paño, enmarcado en dorado y azul, muestra el rostro de Cristo representado de una manera frontal, a la manera de un icono bizantino, mostrado con la corona de espinas y con los cabellos cayéndole en largas guedejas tentaculares. La Verónica, con una leve torsión del rostro y en un principio de escorzo profundamente manierista, desvía la mirada hacia su izquierda, lo que ayuda a que la faz de Cristo, mirando directamente al espectador, concentre toda la carga emocional de la pintura. El acabado de La Verónica, intencionalmente difuso y etéreo, contrasta con la expresividad y el realismo del rostro de Cristo, con la intención de acaparar toda la atención del espectador.
La leyenda de la Santa Faz está narrada en el evangelio apócrifo de Nicodemo (s. III-IV) aunque será Jacobo de la Vorágine, en su Leyenda Dorada (s. XIII), el que la popularice, surgiendo la versión definitiva en torno al s. XIV-XV en Europa Occidental, Armenia y el Oriente Ortodoxo. Esta tradición narra el momento en el que Berenice, para algunos la hemorroisa curada por Jesús y una de las santas mujeres que acompañan a Cristo camino del Calvario, en un gesto de profunda piedad, le enjuaga el sudor y su sangre en un paño en el que milagrosamente queda grabado el rostro del Nazareno. No cabe duda de que la educación en la tradición bizantina de El Greco, donde se rendía el culto al Mandylion, lienzo de Edesa, o Santo Sudario, como reliquia cristológica, influyó en la elección de este tema durante sus primeros años de su estancia en Toledo. La imagen, de medio cuerpo o tres cuartos, facilita el encuentro entre el fiel y el objeto de su devoción. Al concebirse la pintura como un icono, sin elementos que abstraigan la atención del espectador, se facilita la empatía y capacidad de recogimiento del devoto, que busca la intimidad con la divinidad, cumpliendo el objeto último de estas denominadas ‘obras de devoción o meditación’. La etimología del nombre de Verónica alude a la ‘vera icona’ o verdadera imagen de Cristo, siendo la única santa a la que se nombra por su atributo. Esta imagen se considera por la tradición la ‘vera efigie’ o verdadera imagen de Cristo, como así probablemente lo asimiló el Greco a través de su propia educación y formación pictórica.
Julián Gallego encuadra esta obra dentro de la tipología de ‘el cuadro dentro del cuadro’ ya que la protagonista femenina sujeta a su vez un lienzo donde, de forma milagrosa, se reproduce la imagen grabada del rostro de Cristo. Para Felipe Pereda, El Greco, con La Verónica, explora las ambigüedades de la ilusión pictórica, neutralizando el fondo en oscuro para mostrar el paño sin profundidad, como superpuesto al soporte pictórico, produciendo una suerte de trompe-l’oeil o trampantojo que cautiva de sobremanera al espectador. A su vez, el rostro de Cristo parece flotar sobre la tela, lo que acentúa este efecto artificioso pero que a la vez refleja el virtuosismo técnico del maestro cretense.
Casi todos los especialistas coinciden en que estamos ante una obra fechada en los primeros años de la estancia de El Greco en Toledo. También coinciden en que la primera en ejecutarse debió ser la Verónica que pintó para el gran retablo del convento de Santo Domingo el Antiguo, que muestra solo el paño con la Santa Faz y quizá se inspiró en una famosa estampa de Durero. El paralelo más claro, ya con la figura femenina sujetando el paño, es ‘La Verónica con la Santa Faz’ de la antigua colección Caturla, de un tamaño ligeramente mayor, autógrafa, considerada la original de esta tipología por su factura más refinada. La Verónica que nos ocupa se encargó para la parroquia de Santa Leocadia, donde se situó en la capilla absidial denominada de Santa Inés, del lado del Evangelio. Esta pintura constituía el ático o coronación de un retablo cuyo lienzo central era un ‘Expolio’, copia de taller de la obra maestra que preside la Sacristía de la Catedral Primada de Toledo, y que también se expone en el Museo de Santa Cruz. La semejanza de la figura femenina representada con las tres Marías del Expolio de la Catedral de Toledo, fechado en 1578, en especial con María Cleofás o de Cleofé, hace pensar a los especialistas que nuestra Verónica fue pintada en esos mismos años. Algunos investigadores, sin embargo, consideran que La Verónica estaba inspirada en el retrato de Doña Jerónima de las Cuevas, la que fuera pareja de El Greco y madre de su único hijo conocido. El rostro de Cristo, por otra parte, tiene su paralelo más claro en la magnífica Santa Faz (1580) del Convento de la Purísima Concepción, o de las Capuchinas, de Toledo.
La obra formó parte del desaparecido Museo parroquial de San Vicente, de Toledo, de 1929 a 1961, fecha en la que ingresa en el Museo de Santa Cruz como depósito de la Parroquia de Santa Leocadia. Desde esta fecha se ha podido disfrutar de su contemplación ininterrumpida en la sección de bellas artes del Museo. En 1994 la obra fue adquirida por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y adscrita a la colección estable del Museo de Santa Cruz. La pintura ha sido restaurada de forma integral en dos ocasiones, una en 1963 en los talleres del antiguo I.C.R.O.A. y la otra en el Museo Nacional del Prado, de la mano de Rafael Alonso, premio nacional de restauración y conservación y uno de los máximos expertos en la técnica pictórica del genio cretense. Desde su ingreso en el Museo de Santa Cruz, en 1961, esta obra ha figurado en numerosas exposiciones temporales tanto nacionales como internacionales, dedicadas a la figura de El Greco o a la pintura manierista, de lo que queda constancia en los numerosos catálogos en los que aparece reflejada y estudiada.
Hoy uno de octubre celebramos el aniversario del nacimiento de El Greco, un motivo más para acercarse en persona a disfrutar de los tesoros artísticos de este genio de la pintura universal con los que cuenta el antiguo museo provincial de Toledo, uno de los museos más importantes de España tanto por la calidad y variedad de sus colecciones como por los excepcionales inmuebles históricos en los que se custodian.
Fernando Luis Fontes Blanco
Director del Museo de Santa Cruz de Toledo y sus museos filiales