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08 Julio 2021

La estatua a caballo de Diego de Almagro, cuyo bronce fue donado en la década de los años 80 del pasado siglo por el Estado chileno, se levanta en medio de unos jardines que en 1538 ocupaban una enorme iglesia tardogótica en el extremo oeste de la Plaza Mayor de Almagro, su ciudad natal. En un día como hoy, 8 de julio de 2021, se cumplen 483 años de su muerte, ajusticiado por garrote vil, a manos de sus enemigos los pizarristas, en la ciudad peruana de Cuzco, cuyo cadáver, para más saña, fue decapitado posteriormente en su plaza mayor y enterrado en la iglesia de la Merced de la misma ciudad.


Por cierto, una estatua idéntica de Diego de Almagro a caballo preside el parque Diego de Almagro en Santiago de Chile. La estatua situada en los jardines de Almagro es una copia de la original chilena, obra del escultor García Donaire.

 

Estatua a caballo de Diego de Almagro en la Plaza Mayor de su localidad de origen, Almagro (Ciudad Real)
Estatua a caballo de Diego de Almagro en la Plaza Mayor de su localidad de origen, Almagro (Ciudad Real)


Julio fue también, en este caso de 1535, cuando Diego de Almagro partió de la ciudad de Cuzco, la capital de su gobernación por decreto del rey de España,  para llevar a cabo su gran hazaña: cruzar desde Perú la cordillera de los Andes y descender a territorios ignotos que hoy conforman el norte de Chile. Esta fue la gran aportación de Diego de Almagro en la enorme tarea colectiva del descubrimiento y conquista de América.


Esta hazaña, realizada con tecnología del siglo XVI, que hoy nos parecería inapropiada, es el motivo del reconocimiento público que países como Chile, Perú, Argentina o Bolivia dispensan hoy a este explorador, descubridor y conquistador. Es más, la primera sala del Museo Histórico Nacional de Santiago de Chile está dedicada a Diego de Almagro y a sus hazañas. En Chile consideran a Almagro el fundador del país, el primer europeo que llegó a lo que hoy es su territorio e inició el proceso de creación de una identidad colectiva como país.


Universidades chilenas, peruanas y argentinas aún debaten hoy sobre el recorrido que siguió la expedición de Diego de Almagro para, desde Cuzco, llegar a lo que hoy es el norte de Chile atravesando la enorme muralla de los Andes. Diego de Almagro echó a andar a través del Camino de los Incas, que desaparecía en las estribaciones de la cordillera. A partir de ahí todo fue improvisación, sentido de la orientación, riesgo, fe en la providencia y en sí mismo, determinación, inquebrantable fuerza de voluntad y mucho heroísmo.


¿Salvó Diego de Almagro el punto más accesible y alto de los Andes a través del paso de San Francisco, situado a 4.726 metros de altitud? Casi quinientos años después, ahí siguen debatiendo, analizando y opinando los académicos y expertos de América del Sur sobre la ruta más probable de Diego de Almagro en una hazaña comparable a los grandes descubrimientos geográficos de la historia.


La búsqueda de oro y riquezas era el gran motivo que impulsaba a los conquistadores españoles a llevar a cabo este tipo de expediciones y aventuras. En el caso de Diego de Almagro, quien en 1535 ya atesoraba una gran fortuna y era propietario de varias encomiendas, hay que sumar su enorme decepción con su socio, el también conquistador y aventurero Francisco Pizarro, con quien entablaría, como catarsis de sus desencuentros, una de las primeras guerras civiles entre españoles en territorio americano y que, a la postre, acabaría con el ajusticiamiento del propio Almagro y posterior asesinato del propio Pizarro.
El oro y la búsqueda del reconocimiento personal fueron los motores de esta descomunal hazaña. Almagro necesitaba encontrar un territorio propio que administrar, alejado de las disputas con Pizarro y sus hermanos, quienes no le reconocieron lo que el emperador Carlos sí lo había hecho: la gobernación de Cuzco.
No está claro aún cuántos españoles participaron en la aventura de llegar a Chile atravesando los Andes. Se apunta que debieron ser entre 200 y 300, la mitad de ellos a caballo. Los europeos fueron acompañados, muchos de ellos a la fuerza, por miles de indígenas yanaconas y decenas de porteadores negros. Además de los caballos, las llamas, animal natural del territorio, fueron de vital importancia para el éxito de la operación. Al igual que los cerdos, vitales para asegurar la alimentación de los expedicionarios.


Como gran estratega y organizador, Diego de Almagro formó grupos de hombres, europeos e indígenas, como avanzadillas para explorar el camino, negociar con las aldeas que se encontrasen el avituallamiento y, sobre todo, la información más certera para proseguir el camino. Necesitaba crear una infraestructura básica, una dirección segura y un avituallamiento de víveres para garantizar la marcha del grueso de la expedición.


Como la historia ha demostrado en repetidas ocasiones, el general invierno es un enemigo feroz y casi imbatible. La expedición de Almagro fue diezmada por las bajas temperaturas, por el mal de altura, por la falta de alimentos frescos y de agua, por ríos desbordados a causa del deshielo, por la hostilidad de los pocos habitantes de la cordillera y por las dificultades propias de caminos intransitables para expediciones tan numerosas. Atravesar pasos de montaña de una altitud superior a los 4.500 metros con armaduras de acero como única protección no era ni mucho menos el mejor equipamiento. Peor le fue a los cientos de indios que se sumaron a la expedición. Descalzos y nada habituados al mal de altura, fueron los grandes sacrificados, las víctimas de esta epopeya. Los que no murieron helados o por cansancio, desertaron.
Con grandes penalidades que se prolongaron durante meses, con largos periodos de descanso, la expedición de Almagro superó la heladora meseta del altiplano boliviano, el valle de Salta, hoy en Argentina, y logró cruzar los Andes y descender al valle de Copiapó y al desierto de Atacama, actual territorio del norte de Chile. Por el camino quedaron los cadáveres de más de 1.600 personas, la mayoría indios y varias decenas  de europeos. El espectáculo del rastro de cadáveres helados de personas y animales a lo largo del camino debió de ser dantesco.

 

Retrato de Diego de Almagro en la primera sala del Museo Histórico Nacional de Santiago de Chile
Retrato de Diego de Almagro en la primera sala del Museo Histórico Nacional de Santiago de Chile


Diego de Almagro nunca fue consciente de la hazaña que representaba haber sido el primer europeo (S. XVI) en atravesar la cordillera de los Andes. Su única obsesión era la gloria personal, la fama, descubrir y conquistar nuevas tierras, enriquecerse, crear su propio ejército de leales seguidores y reclamar al emperador lo que Pizarro le había disputado: reconocimiento y gloria.


Tras adentrarse varias decenas de kilómetros por el inhóspito y desértico norte de Chile y no encontrar riquezas que le compensasen tan enorme esfuerzo, Almagro, temeroso de perder definitivamente sus derechos sobre la gobernación de Cuzco, en Perú, decidió replegarse y regresar a su punto de origen, pero esta vez por la costa y atravesando el tórrido y peligroso desierto de Atacama. Otra aventura desgraciada y otra hazaña culminada con enormes sufrimientos y pérdidas humanas.


Antes de iniciar el regreso, como gesto quijotesco propio de un personaje natural de La Mancha, Diego de Almagro rompió los documentos en los que se reconocía la deuda que sus leales seguidores habían contraído con él. Almagro había financiado la campaña y, como único responsable del fracaso económico de la expedición, él correría con todos los gastos.

 

Retrato de Diego de Almagro en el salón de plenos del Ayuntamiento de Almagro (Ciudad Real)
Retrato de Diego de Almagro en el salón de plenos del Ayuntamiento de Almagro (Ciudad Real)

 

El regreso de Diego de Almagro a Cuzco en 1537 supuso el inicio de los enfrentamientos con los seguidores de Francisco Pizarro y sus hermanos. Las diferencias se sustanciaron en el campo de batalla en una cruel guerra civil entre españoles, en las que un Diego de Almagro cansado, envejecido y enfermo se llevó la peor parte. Su ejército fue batido en los campos de Las Salinas y hecho prisionero, tras un rápido y breve juicio sumarísimo fue ajusticiado rápidamente por los pizarristas,  quienes trataron de evitar por todos los medios la intermediación del emperador.


De nada sirvió para los intereses de Almagro, que, al final, el emperador español llamase a capítulo a la Corte española a Hernando Pizarro, hermano de Francisco, lo juzgase y lo mantuviese en prisión durante más de veinte años. El reconocimiento le llegó demasiado tarde al conquistador almagreño.
La crónica de la expedición de Diego de Almagro y el testimonio de quienes participaron en ella hicieron posible que tan solo dos años después de la muerte de Almagro, otro conquistador, Pedro de Valdivia, retomase los planes de la conquista y exploración definitiva del territorio al sur de Cuzco, que terminaría por llamarse Chile.

Cada 8 de julio, es un día para recordar a Diego de Almagro, un castallanomanchego universal por sus gestas e increíbles hazañas, el dramático vencedor del general invierno en los Andes del siglo XVI. Cada 12 de  octubre, como conmemoración del día del descubrimiento de América, la Corporación Municipal de Almagro rinde homenaje al conquistador depositando una corona de flores a los pies del caballo que le inmortaliza. Este ilustre almagreño debería ser más conocido en los diferentes ámbitos educativos, culturales e institucionales.

 

Autor: Francisco J. Martínez Carrión

Periodista y escritor

 

Comentarios: 3

Isidro el 27-03-2024

Increíble hazaña. Increíble historia.
Personaje desconocido que poco a poco va siendo reconocido.

Luis salvador … el 27-03-2024

Muy bueno. Fiel descripción de cómo la búsqueda de reconocimiento, gloria, dinero y poder concluyen con la muerte propia y de tantos seres humanos. Viva la pereza! Gracias. Luis salvador

Fidel el 27-03-2024

A Almagro también le debemos la expresión "costar un ojo de la cara", ya que fue él el que lo utilizo por primera vez al querer reivindicar ante Carlos V su papel en la conquista del Perú: "Defender los intereses de la corona me ha costado un ojo de la cara

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