La rebotica del Archivo. Documentos sobre sanidad y farmacia en el Archivo Histórico Provincial de Toledo
La preocupación por la salud siempre ha sido una de las prioridades de los seres humanos y, por tanto, siempre han existido actividades dirigidas a cuidar de nuestra salud, de la propia pero también de la de los demás. Sin embargo, durante gran parte de la Historia, la atención sanitaria ha quedado reducida al ámbito privado, dejando que cada cual procurase como pudiese su bienestar físico y el de las personas cercanas. La existencia, indudable, de médicos y farmacéuticos, o de personas que ejercían como tales, estaba sometida a las relaciones sociales propias de cada momento, lo que en muchos casos significaba la necesidad de pagar por estos servicios. En términos generales, durante casi toda la Historia el que quería un médico o una medicina tenía que pagársela o acudir a instituciones benéficas, cuando existían. Solo a partir del siglo XIX podemos empezar a hablar de una sanidad pública en la que es el Estado quien se ocupa de que los ciudadanos tengan buena salud y puedan acceder a los medicamentos que necesitan. Naturalmente, esto significa que siempre se han producido documentos que ayudaron a atender a las personas enfermas y que después sirven como testimonio de que esa ayuda se ha realizado, aunque a partir de la llegada del Estado liberal esta documentación empieza a multiplicarse.
En todo caso, en el Archivo Histórico Provincial de Toledo (AHPTO) conservamos no pocos de esos documentos producidos en nuestra actual provincia. Así que, una vez que ya la pandemia de COVID-19 va quedando afortunadamente lejana, ahora que ya se apagaron los ecos de los más que merecidos homenajes a los sanitarios y farmacéuticos que cuidaron de todos nosotros, cuando todo parece haber vuelto a una cierta normalidad en los temas sanitarios, el AHPTO quiere acordarse de estos profesionales a través de los documentos que dan testimonio de su actividad y que reflejan cómo la sociedad ha tratado a sus enfermos, ha prevenido las enfermedades y ha controlado la fabricación y uso de los medicamentos a lo largo de los últimos dos siglos y medio.
Para eso hemos preparado una exposición de casi treinta documentos, entre documentos textuales, fotografías, planos y algunos objetos que sirva a la vez de reflexión y de homenaje a la tarea de cuidar de la salud de los demás. Mostramos fotografías e informaciones sobre hospitales y farmacias, pero también sobre el control que a partir del siglo XIX el Estado ha ido ejerciendo sobre estas actividades para garantizar que lleguen a todos con la suficiente calidad y seguridad. Y, por supuesto, reservamos un lugar muy especial para todo el personal sanitario, médicos y farmacéuticos, que siempre han estado atentos al cuidado de la salud de los demás. De hecho, no hemos querido que sea solo una exposición de testimonios del pasado sino que hemos buscado la colaboración de una profesional actual y la hemos encontrado bien cerca, en una de las farmacéuticas de nuestro barrio, Esther Bernal, que nos ha ayudado aportando una balanza y algunos botes de componentes farmacéuticos que contribuyen a dar mayor realce a la exposición. La muestra, que estará abierta en la Sala de Exposiciones del AHPTO desde principios de octubre hasta después de Navidad, se estructura en tres partes, señaladas físicamente mediante tres hitos formados por cajas de archivo pintadas.
La primera parte se dedica a la gestión de la salud pública, la segunda a las farmacias y hospitales y la tercera a las personas que los regentan, es decir, los médicos y farmacéuticos.
En primer lugar, la gestión de la salud. Puede parecer algo insulso, incluso poco adecuado para una exposición. Pero cuidar de la salud de los ciudadanos es un trabajo complejo y, a veces, sorprendente. Por ejemplo, hay que asegurarse de que los médicos y farmacéuticos son auténticos profesionales. Lo vemos en el acta del examen de Medicina del famoso doctor Francisco Javier Balmis, difusor de la vacuna de viruela, o en la orden de creación de una “Junta Superior de Medicina”. Aun así, las Administraciones se han venido ocupando directamente del control de la distribución y uso de determinadas sustancias especialmente delicadas, como lo muestran registros como el de la farmacia de Camuñas.
A veces, sin embargo, no se podía evitar su uso fraudulento e incluso penal, y así encontramos la caja de ampollas que fueron utilizadas como abortivo en 1961 y que acabaron como prueba en un juicio en la Audiencia Provincial. Incluso, durante mucho tiempo, el Estado procuraba fijar a los médicos rurales en los pueblos con determinadas atenciones, especialmente ofreciéndoles casa, a veces incluso construyendo “casas del médico”, de las que ofrecemos el bonito ejemplo de Villamuelas. Por supuesto, también se construyeron edificios funcionales para la gestión sanitaria más administrativa, como el Instituto Provincial de Higiene, muy cerca de la actual sede del AHPTO. Finalmente, la actividad pública coexistió y sigue coexistiendo con la sanidad privada, a veces a través de sociedades mutuas como “La Protectora”, de Mora, de cuya actividad hemos seleccionado un “Libro de socorros” de 1931 y un certificado médico de diez años antes.
La segunda parte de nuestra exposición está dedicada a los establecimientos sanitarios más visibles, es decir, los hospitales y las farmacias. Y es que, como casi todo, la salud también necesita infraestructuras bien dotadas. Durante el Antiguo Régimen estas instituciones eran propiedad, casi siempre, de la Iglesia. Es el caso del Hospital de la Misericordia, del que ofrecemos una cuenta de gastos y un recibo de medicinas del siglo XVII, o el Hospital Tavera, cuya famosa farmacia se mantiene hoy prácticamente intacta; el inventario hecho en 1938 demuestra que sobrevivió incólume a la guerra civil. En el siglo XIX muchas de estas instituciones pasaron a ser propiedad del Estado. Algunas simplemente desparecieron, como el Hospital de Chinchilla, pero otras se fueron convirtiendo en hospitales modernos. Así ocurrió con el Hospital de Albacete, el nuevo Hospital de la Misericordia (ofrecemos dos fotos de su inauguración en 1933) o el Hospital del Nuncio, especializado en enfermedades mentales.
Por último, no podíamos olvidarnos de las personas que cuidan de los enfermos: los médicos y los farmacéuticos. Son, sin duda, la personificación del cuidado por los demás. Muchas veces, la mera presencia del médico o incluso del farmacéutico devuelve la tranquilidad al enfermo. En esta última sección rendimos homenaje a estos profesionales que siempre han estado al servicio de los demás. Conoceremos al boticario y al médico de Bargas de mediados del s. XVIII, a la plantilla de médicos y sanitarios del Hospital Provincial de Albacete de hace un siglo o a un orgulloso farmacéutico de Toledo al frente de su establecimiento. Es verdad que su vida no era siempre fácil, y, por ejemplo, un farmacéutico de Talavera demanda a un vecino gamberro que le había roto la lámpara de gas. También encontramos al médico y el cirujano (hoy diríamos “enfermero”) de Magán pleiteando por la mala praxis profesional a finales del siglo XVIII. Pero queremos finalizar con buen sabor de boca, con médicos que llegaron a ser muy famosos y reconocidos por todos. Por eso presentamos tres fotografías de la visita que hizo a Toledo en 1948 Sir Alexander Fleming, descubridor de la penicilina y premio Nobel: una con los profesores del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, otra con unos amigos en el claustro de la Catedral y otra con su huésped, colega y también amigo el doctor Gregorio Marañón, tan vinculado con Toledo por muchos motivos.