Altozano: Origen y Embellecimiento de una plaza singular. Documento del mes de julio de 2022 en el AHP de Albacete.
La ciudad, como las personas que la habitan, se transforma continuamente, por eso retrotraernos al pasado y trazar una cronología de ubicaciones es difícil. Es difícil saber cuándo se formó una plaza -salvo que obedezca a un proyecto- y qué nombre le dieron los habitantes antes de que se colocaran los rótulos de las calles y existiera el nomenclátor. Su regulación comenzó en Albacete a finales del siglo XIX.
La antigüedad de la plaza del Altozano reclama una contextualización. Contamos con dos escollos: en primer lugar, la escasez de documentos conforme nos alejamos en el tiempo, y, en segundo, debemos abstraernos de nuestra cotidianidad donde los odónimos se imponen por los ayuntamientos tras un procedimiento administrativo y asimilar que en su origen los nombres dependían de la tradición y las apreciaciones sociales, lo que conllevaba que para unos el nombre de la calle respondiera al personaje relevante que viviera en ella, y, para otros, fuera la toponimia lo determinante, por poner unos ejemplos. Por supuesto la evolución del callejero ha estado marcada por factores políticos, sociales y urbanísticos derivados principalmente de épocas de guerra o paz y crecimiento demográfico con su consiguiente expansión geográfica.
El origen de la plaza del Altozano actual es medieval, como el resto del centro histórico. Circula una leyenda, sin citar la base en la que se sustenta, que asegura que en la Edad Media fue denominada plaza del arrabal. Pero esta afirmación es arriesgada, cuando no errónea, porque tal designación solo la encontramos en un documento del Archivo General de Simancas, que trata de un suceso ocurrido el día de San Juan de 1488. Aquel día festivo y tras correr los toros en la plaza del arrabal, un joven le lanzó una garrocha a otro provocándole la muerte. El agresor se refugió en la iglesia de San Juan. La cercanía de ambos espacios es evidente, pero no podemos vincular el arrabal al altozano sin más evidencias porque, en el medievo, «arrabal» era todo lo que excedía de los muros y los muros en aquel momento se limitaban a Villacerrada. Además, había muchas plazas cercanas, la misma plaza Nueva, la del cerrillo de San Juan…Cualquier ensanche podría recibir ese nombre, teniendo en cuenta lo limitado y desordenado del casco urbano.
Los nombres de calles se podían repetir sobre todo si su base era toponímica, por ejemplo, una puerta, una ermita o una cuesta podían ubicarse en varios lugares, para diferenciarlas se utilizaba un adjetivo o un complemento del nombre. Lo mismo ocurría con el Altozano.
Recordemos que etimológicamente la palabra «altozano» nos remite a elementos urbanísticos; ésta deriva del castellano antiguo «antuzano», y ésta a su vez del latín ante-ostium, ‘lo que está delante de la puerta’. La palabra designa a la plazuela ante la puerta de un edificio, especialmente atrio de una iglesia. El uso popular fue transformando la grafía –n por –l, al considerar que lo identificativo de estas plazuelas era su emplazamiento en zonas altas, -propio en palacios, conventos y castillos- y no de la «plaza» o «jardín» que se anteponía a las casas principales.
La primera mención al altozano se halla en un acuerdo entre representantes de los concejos de Albacete y Chinchilla en el año 1414. El documento es importante porque no sólo cita el lugar, sino que, además, lo situa: «en el altoçano de delante la eglesia de Sant Juan». La preposición «de» indica pertenencia, especifica (salvando la homonimia) y delimita el atrio de la entrada principal a la iglesia. La frase sería distinta si no utilizase esa «de» -complemento del nombre- y fuera una aposición, como lo han transcrito algunos investigadores poniendo en su lugar «el altoçano delante de la eglesia de San Juan». Pero no. El texto dice claramente «el altozano de delante».
Y si este altozano se especifica como el «de delante de la iglesia de San Juan», ¿podría existir otro? Podría, desde luego, y, de hecho, existió. Pero este lugar que nos aparece en documentos tan antiguos no se identifica con la plaza que conocemos hoy en día como plaza del Altozano, sino con los alrededores de la iglesia de San Juan en el cerrillo donde se levantó la principal y más antigua defensa medieval de la villa.
Vuelve a aparecer su nombre en una ordenanza sin fecha (aunque por el tipo de letra de mediados del siglo XV) sobre los pesos y medidas, prohibiendo a los carreteros estacionar con sus bestias y darles de comer en el «altozano desta villa». Deducimos, por lo tanto, que el Altozano es un espacio de tránsito y con anchura suficiente para permitir el aparcamiento de vehículos.
En 1512 se empedró ascendiendo su coste a mil maravedís. Con criterios urbanísticos, las calles, una vez empedradas, conllevaban una protección regulada por ordenanzas y sanciones. Así lo refleja un acuerdo de 26 de marzo de 1512, en que se da cuenta de la reclamación de un vecino de Yepes, quien, desconociendo la ordenanza de prohibición, había sido multado por pasar con su carro por la calle empedrada. Otra ordenanza posterior, de 1524, prohibía verter fluidos por los albollones de las calles empedradas, al tiempo que obligaba a los vecinos a barrerlas regularmente.
En 1475 una escritura de compra de las casas que fueron del hospital viejo (lo que demuestra que ya debía existir el nuevo) nos vuelven a hablar del altozano, lugar dónde se hallaron éstas. Una vez revisada la documentación de los edificios que se encontraban en el cerrillo de San Juan (Tercia, iglesia vieja y carnicerías), creemos que el emplazamiento primitivo del hospital se hallaba en el cerrillo de San Juan, y no en el Altozano actual como hemos creído hasta ahora.
Las obras de acondicionamiento del otro Altozano
Aún faltaban años para su consolidación en el trazado urbano porque este lugar necesitaba una gran obra de remodelación, principalmente allanándolo, rellenando con piedra, enlosando y canalizando la «madre» o alcantarilla principal. Las cuentas municipales indican que estas obras tuvieron lugar a partir de 1533. Una vez acabada la obra el proceso será igual que en las demás calles: prohibir el paso de carros -al menos los de mayor tamaño- y eliminar los albollones. Con anterioridad, las actas nos dan cuenta de cierta permisividad en su cuidado. Por ejemplo, en 1523 se anota el gasto de cuatro clavos para los maderos del albollón del Altozano y en septiembre de 1524 se concede licencia a Pedro de Segovia, zapatero, para que pueda canalizar el desagüe «desde un hoyo que está en el altozano hasta lo empedrado que está en la madre». Sin embargo, años después, el 17 de noviembre de 1535, se ordena a Pedro de Segovia que «quite el albollón que sale a la calle nueva del Altoçano e lo eche por otra parte».
Las cuentas de las obras en este Altozano nos permiten localizarlo ya que mencionan lugares cercanos como el bosque de los Villanueva (inmediaciones del palacio de la Diputación, hoy) y la salida hacia La Cuesta (plaza de Carretas actual). Además, el 31 de octubre de 1533, se acordó arreglar los recantones que están en la calle del Altozano, cerca de la casa de Antón Ximenez, dueño de la vivienda en la que se instalarían las Justinianas en 1583. Su situación nos indica que estamos en uno de los accesos al altozano, cuyo empedrado también se trataba de proteger del paso de los chirriones colocando los recantones que disminuían la anchura de la calle de forma que las ruedas chocaran con ellos impidiendo su paso. Siguiendo con el acondicionamiento del Altozano, en 1543, se taló un olmo del altozano porque había necesidad.
El aspecto lúdico y festivo del Altozano
El aspecto lúdico que no cabía en la plaza Mayor se trasladó muy pronto a la plaza del Altozano. La plaza fue resaltando su presencia con casas de importantes familias que embellecían las fachadas con escudos, corredores y balcones desde los que disfrutaban los espectáculos festivos: toros, juegos de cañas y procesiones, sin olvidar las visitas reales. Allí fue agasajado Felipe II con unos bailes en 1586.
Tan apreciada situación conllevaba unas cláusulas inauditas en arrendamientos y ventas, pues los dueños solían retener el derecho de disfrute de ventanas. Por ejemplo, en 1607, el regidor Diego de Rojas, alquiló al procurador, Pedro Martínez Teruel, una casa en el Altozano, con condición que, de tres ventanas, dos se reservaran para disfrute del propietario en «la fiesta de toros que hubiere en la plaza del altozano». En 1613, otra venta de unas casas propiedad de Pedro el Royo de Cantos condiciona a los compradores de esta forma: «an de ser obligados por todos los días de mi vida a me dar una ventana de las dos que ay en la dicha casa para dende ella ver las fiestas que obiere y fezicieren en el dicho altoçano». Incluso en 1680, los dueños del inmueble donado a la comunidad de Justinianas para levantar la iglesia de San Lorenzo se reservaron un balcón para presenciar los toros y otras fiestas que aquí se celebraran.
El primer proyecto de paseo y jardín de 1866
Dos hechos habían cambiado la fisionomía del Altozano por aquella época, el primero la instalación de la Audiencia Territorial en 1834, y el segundo, la llegada del ferrocarril en 1855. Desde 1866 comienzan alineaciones de calles cercanas a la estación y el ornato de la ya titulada ciudad que va perdiendo su carácter rural, conformándose más urbana. En 1859 había comenzado el alcantarillado desde la calle Concepción al Altozano, por lo que, tras su fin, esta zona quedaba expedita para seguir con las obras de embellecimiento de esta plaza, llamada desde 1854 del Progreso.
El primer proyecto conservado con plano y memoria es de fecha 8 de abril de 1866 y nos muestra un jardín trapezoidal rodeado de una verja de hierro (que hoy se encuentra en los «Jardinillos»), en el centro destaca una fuente circular rodeada por dos anillos de árboles, a su vez protegidos por vallas. La verja de hierro, elaborada por el cerrajero Pedro José Tejados, se colocaría sobre un zócalo de piedra. Los accesos con escalera habían aumentado de cuatro, que tenía el jardín precedente, a seis. En su cimentación se había usado la piedra del derruido convento de San Agustín. El mobiliario urbano era moderno con elegantes bancos de madera y hierro en sustitución de los de piedra. En el centro una fuente de alfarería, más tarde sustituida por otra de hierro que había en la plaza Mayor. En 1867, la luz emergía en cuatro farolas sobre columnas de hierro y no de madera como años atrás.
Las reformas del Altozano han sido numerosas y han cambiado completamente la fisionomía de la plaza. Desde hace unos meses nos hemos visto sorprendidos con otra obra. Como siempre, resulta gravosa para transeúntes y vecinos. Esperamos con expectación y alivio que llegue a su fin.
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES:
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ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ALBACETE (AHPAB, Libros de actas, cuentas, obras municipales y protocolos notariales).