Castillo de Sigüenza
La historia del castillo de Sigüenza se remonta a tiempos de los romanos pero cuando se tienen noticias documentadas de él es en plena Edad Media, cuando sirvió de alcazaba a los árabes.
En tiempos de la Reconquista cristiana la fortaleza fue tomada por el obispo guerrero D. Bernardo de Agén el 22 de enero de 1124, y poco después, en 1146 el rey Alfonso VII le otorgó a este obispo el edificio junto con el Señorío de Sigüenza, pasando a convertirse a partir de entonces y durante casi siete siglos (hasta 1796), en la cabeza de la Sede Episcopal de Sigüenza.
En 1297 el castillo fue tomado, brevemente, por los partidarios de Alfonso de la Cerda, aspirante al trono de Castilla, aunque los vecinos de la ciudad reconquistaron la fortaleza prendiendo fuego a sus puertas.
Pedro I de Castilla encerró en él a su esposa Doña Blanca en 1355, para evitar que sirviera de apoyo a los nobles que querían deponerle del trono.
En el siglo XV sirvió de refugio contra las razzias efectuadas por los navarros, durante la guerra de los Infantes de Aragón.
En 1465 D. Diego López de Madrid se nombró obispo a la muerte del anterior, acuartelándose en el castillo. A éste le sustituyó Don Pedro González de Mendoza, que llegaría a ser cardenal. Mendoza fue el responsable del antemuro o barbacana que hoy podemos contemplar protegiendo la puerta principal, y de transformar la fortaleza en un palacio.
Durante la Guerra de Sucesión, en 1710, habitó en él el pretendiente austriaco al trono de España, archiduque Carlos de Austria.
A finales del siglo XVIII el obispo Don Juan Díaz de la Guerra aumentó el carácter residencial del castillo, haciendo viviendas de funcionarios y oficinas.
Durante la ocupación napoleónica el castillo abandonó su carácter de residencia obispal para ser cuartel de las tropas francesas desde 1808. El hostigamiento de Juan Martín el Empecinado les obligaría a abandonarlo momentáneamente, volviendo a ocuparlo en 1811.
En 1827 volvía a ser residencia de obispos, y albergó al rey Fernando VII y su séquito cuando volvían del balneario de Solán de Cabras.
Todavía sirvió de fortaleza en las Guerras Carlistas, por última vez, sufriendo grandes destrozos y siendo abandonado por los obispos como residencia. Una ruina que se completó en la Guerra Civil de 1936, y cuya restauración fue acometida en 1972.
La entrada de la fortaleza se abre al norte, hacia la población, en el lado más vulnerable, lo que obligó a levantar una alta barbacana rectangular que la protegiera y dos torres, en origen semicirculares, que la flanquearan. En la actualidad existen dos patios.
Del antiguo edificio se conservan el pozo del centro del patio y los salones con cubierta de crucería.
De los cuatro lados de que se compone el conjunto, donde mejor se pueden apreciar los paramentos originales es en el norte y especialmente en el oeste, que todavía conserva las torres semicirculares que flanqueaban la entrada primitiva al castillo en el siglo XIII. En medio del lienzo se alza una torre rectangular y en las esquinas dos cuadradas.
El castillo, probablemente, estuvo rodeado por un foso en sus tres cuartas partes, completando la defensa natural del barranco situado al este.
Actualmente el castillo está totalmente restaurado y alberga el Parador Nacional de Sigüenza, recreando las partes interiores a la perfección, los salones y estancias en piedra tallada en que vivieron los obispos y su corte: mobiliario de época, armaduras, labradas chimeneas...
Castillo de Sigüenza
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