La Venta de Los Llanos como edificio ferial pionero de la Arquitectura de la Ilustración de Albacete. Documento del mes de septiembre en el AHP de Albacete.
LA VENTA DE LOS LLANOS COMO EDIFICIO FERIAL PIONERO DE LA ARQUITECTURA DE LA ILUSTRACIÓN EN ALBACETE
Introducción
La Feria de Albacete como todas las de Europa occidental surge en la Edad Media y está ligada al origen de la ciudad. El primer lugar donde se celebró la feria fue la calle de su nombre. Por distintas circunstancias el acontecimiento no se consolidó hasta que, a partir del año 1672, y como consecuencia de la instalación de los franciscanos descalzos en el paraje de Los Llanos (situado a unos 7 km. de distancia) la feria resurgió al calor de los peregrinos que acudían a la ermita, principalmente, el día 8 de septiembre.
Tras la concesión del Privilegio de Feria a Albacete por Felipe V, en 1710, comenzó el largo proceso por el control de esta que no se logró hasta 1767. Fueron años de constantes conflictos con la comunidad franciscana que impidió que la feria se mudara al casco urbano como era el deseo del consistorio. Un segundo conflicto surgió con la familia Cantos, quienes, en un principio, colaboraron con el ayuntamiento para apartar la feria del convento construyendo unas lonjas para los vendedores, pero que, una vez percatados del rendimiento, intentarían por todos los medios arrobarse con la propiedad del terreno concejil, y, con ello, el producto de la Feria.
Los puestos de venta de los frailes y las lonjas de don Pedro de Cantos
Los puestos de venta en Los Llanos consistían en unos andamiajes que todos los años se levantaban adosados al convento. Pero, al ser el espacio insuficiente también se colocaban en el interior de la propia ermita, tanto en el atrio como en el hospicio. Colocar el comercio en lugar sagrado fue el comienzo de una serie de denuncias que obligaron a los frailes a alejar la feria de las inmediaciones del convento. Ante el temor de perder las limosnas y aprovechando que don Pedro de Cantos -natural de Albacete, pero residente en Madrid por sus cargos en la Corte- erigía una casa-venta y parador, acudieron los frailes a él solicitándole la construcción de unas lonjas o cobertizos que se inauguraron en 1746 y 1747. Tras la muerte de don Pedro, estas lonjas serían permutadas por 169 fanegas de tierra de labor entre el Ayuntamiento y los herederos en 1767. La propiedad de los terrenos sobre los que se levantó la venta propició un largo pleito entre las partes que, curiosamente, nos proporcionará unos planos, elaborados en 1780, en los que vemos cómo fueron aquellas venta y lonjas.
La venta de Albacete como edificio ferial utilitario
En el año 1768 se realizó formalmente el acta de toma de posesión de la venta por parte de la villa con sus dos funciones: acogimiento de trajineros que pasan por el camino, y, unos porches que sirven a los comerciantes que concurren a la feria. Evidentemente, hay dos espacios con dos usos, el interno de la venta, estable, y el externo con puestos desmontables. Ese año fue el primero que se llevó a cabo el expediente de arrendamiento el edificio, iniciando la contabilidad en un libro registro.
Desde ese momento, la venta desaparecía con esa función -aunque se la continuara llamando «venta»- y pasaría a dedicarse exclusivamente a recinto ferial. La situación en la que el ayuntamiento la encontró era «próxima al hundimiento». Por ello, más los juicios con los herederos, no es extraño que el consistorio sopesara la posibilidad de construir un nuevo edificio y encargara un proyecto al arquitecto lorquiano Lucas de los Corrales; plano y memoria fueron entregados entre 1771 y 1772. El presupuesto ascendía a 143.000 reales de vellón, un precio muy elevado, teniendo en cuenta la pobreza de la villa, por lo tanto, no se realizó. En su lugar, en el año 1773, se llevó a cabo una profunda reforma de la venta, que se asemejó al proyecto del arquitecto. Esta obra se describe en el «expediente de Feria de los Llanos. Cuentas de sus productos y reparos hechos en la venta, cuadras, porchados y otros» mostrándonos que estamos ante una obra de envergadura. Comienza con la visita de inspección por parte de cuatro peritos con el maestro alarife, Francisco León, y el maestro carpintero, Fulgencio de Andújar, al edificio en Los Llanos, redactando un informe, en el que declaran que los elementos se hallan en la mayor parte destrozados y parte de sus cuadras hundidas y, las que no, amenazan ruina.
Lo más interesante del proyecto es el levantamiento de un hilo de tapias con el que se aumenta la capacidad de puestos (de 60 pasamos a 250), con porchados nuevos y cubiertos. Por primera vez se realizó una «graduación» de estos, interiores y exteriores, que repercutirá en el precio del arrendamiento. En total, el alquiler de los 250 puestos para los días del 7 al 9 de septiembre ascendió a 7.311 reales, frente a los 3.800 de 1768. Los gastos de la obra sumaron 5.074 reales, frente a los 1.325 del año anteriormente citado. Pese a la inversión, quedaron 2.237 reales a favor de las arcas públicas.
Podemos considerar por tanto que el proyecto de Lucas de los Corrales sirvió de modelo para adaptar la venta, un espacio amplio que ya contaba con parador para albergar las mercancías y a los foráneos, mientras que los responsables del orden y la justicia utilizaban un aposento en el hospicio del convento. Con esta adaptación tan práctica y rentable económicamente para las arcas municipales se consiguió pasar de un mercado al aire libre y provisional con puestos que se desmontaban anualmente a unos habitáculos fijos en el interior del edificio. La novedad que presenta esta construcción en Los Llanos de Albacete la coloca como pionera, ya que “hasta el siglo XVIII no existen más que edificios aislados o provisionales sin llegar a sistematizarse los recintos feriales”. Se gana en funcionalidad con este diseño por primera vez estable, un concepto muy importante en la arquitectura barroca -según Bonnet Correa- para quien “la construcción de un edificio-bloque unitario destinado a una función específica y concreta fue un ideal de la Ilustración”.
¿Por qué se trasladó la feria a Albacete?
Siempre se ha dado por supuesto que la villa ganó el pleito de 1779-1783 con los frailes franciscanos y acordó construir un nuevo edificio en el casco urbano. Pero la realidad es muy distinta, ese pleito, que se encuentra en el Archivo Histórico Nacional, tiene dos partes, la primera, trata de la ocupación por la fuerza del hospicio que hacen las autoridades albacetenses el 4 de septiembre de 1779, y, una segunda, sobre la remoción de la feria. Esta es la que más nos interesa. De su lectura se desprende que con fecha 6 de agosto de 1781 los frailes habían solicitado al Consejo Real que se removiera la feria de Los Llanos por los excesos y escándalos que se cometen «en perjuicio del sosiego y quietud espiritual de aquella comunidad». Los autos se entregaron a la villa el 19 de julio de 1782 para que alegara lo que considerase conveniente. El Ayuntamiento se opuso al traslado por los muchos gastos realizados (ochenta o noventa mil reales), no sólo con la permuta de las 169 fanegas de tierra sino, también, con las obras ejecutadas «cuyos edificios con los adelantos últimamente de sus productos asciende a dichas sumas». Y todo ello porque las sucesivas provisiones falladas en relación con su traslado (14 de julio y 7 de noviembre de 1712 y 1742) fueron contrarias y lo habían impedido, dejando a la villa «atada y ligada desde aquel tiempo y en la precisión de construir dichos edificios». Se lamentaba del cambio de opinión del convento, al que ahora, cínicamente, molestaba lo que antes le atrajo, sencillamente, por perjudicar a Albacete porque «no se le oculta que removida de dicho sitio pierde la villa todos los edificios que tiene construidos y las tierras de las que se desapropió […] y que para continuarla, si se removiere, se hace preciso el buscar sitio proporcionado y construir nuevos edificios para su celebración cuyos gastos no le es fácil soportarlos» ya que la villa sobrelleva varias cargas: una, los censos de su acreedores y de Justicia, y, otra, la atención a la enseñanza de primeras letras y gramática que en años precedentes recaía en los jesuitas recientemente expulsados y ahora debía ser asumida por el Ayuntamiento. Este decreto se inscribió en el libro de acuerdos del consistorio de 1782 pero, lamentablemente, no se conserva por lo que no podemos ampliar la información. Con todo, cabe añadir que no sería hasta el 11 de julio de 1783 cuando se recibiría en Albacete el auto definitivo que permitía celebrar la feria dentro de la villa.
Una vez trasladada la feria a la villa en 1783, el edificio de Los Llanos se sumió en el abandono, hasta que en 1872 una denuncia de la Comisión de Policía Urbana daba cuenta del peligro de las tapias ruinosas del antiguo local de feria, sin propietario conocido (debió ser desamortizado como bien de propios a mitad del siglo XIX) y cuya demolición la asume un vecino aceptando como retribución los materiales aprovechables del edificio, entre ellos cuatro puertas viejas, una armadura de cubierta, algunos tableros y otros enseres de poco valor.
El 4 de agosto de 1783 el concejo municipal acordó la construcción de un recinto ferial en los ejidos de Santa Catalina. La proximidad de un abrevadero cercano al puente del Acequión, la dehesa de propios para pasto del ganado, y la buena comunicación por la proximidad a dos vías pecuarias le proporcionaban una situación inmejorable.
El tiempo demostró lo acertado de la decisión. Estábamos a las puertas de un cambio de ciclo que conduciría, a partir de 1812, a la caída del Antiguo Ré¬gimen. La desamortización de 1835 hizo clausurar el convento y, pocos años después, el terreno se privatizó a favor de don José de Salamanca. La Virgen de los Llanos sería alojada en su capilla de la iglesia de San Juan y la feria seguiría su curso, siendo en todo momento un factor de crecimiento para Albacete.
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Nota: este artículo es un resumen del artículo publicado por la autora en Albasit, nº. 68, donde constan referencias documentales y bibliográficas. En:
https://www.iealbacetenses.com/es/2/452/AL-BASIT-Revista-de-Estudios-Albacetenses-numero-68.html
Elvira Valero de la Rosa (directora del Archivo Histórico Provincial de Albacete)