Pasar al contenido principal
26 Febrero 2022

La compleja historia del Convento de Mercedarios Descalzos Recoletos de Nuestra Señora de la Concepción de Ciudad Real es un espejo en el que se reflejan con inusitada nitidez los principales acontecimientos sociales, económicos, religiosos y políticos acaecidos en España en los últimos cuatrocientos años.

 

Imagen eliminada.
Claustro del Convento de Mercedarios Descalzos Recoletos de Nuestra Señora de la Concepción de Ciudad Real. Pilar Molina


Sus inicios entroncan con el imperio español contrarreformista de los Austrias, fruto de los mandatos testamentarios del capitán Andrés Lozano Requena, personaje cuya biografía reproduce la de tantos otros vecinos de Ciudad Real que, llevados por la necesidad y el deseo de prosperar, marcharon de su tierra buscando las oportunidades que ofrecía el “sueño americano”. Establecido como próspero comerciante en el barrio de San Juan de la Palma de Sevilla, creo distintas alianzas mercantiles, encargándose del transporte de mercadurías entre España y la provincia de Tierra Firme, sobre todo textiles y esclavos, cuya venta le proporcionó grandes beneficios económicos.

Su prometedora carrera quedó truncada con una muerte inesperada, cuando contaba con cincuenta y cuatro años. Antes de morir, siguiendo la mentalidad del momento, ordenó sus asuntos en un testamento escriturado en 1610. En este documento dejó ordenado que parte de su fortuna se invirtiese en censos cuya renta debía emplearse, para bien de su alma, en la realización de distintas obras piadosas, siendo la principal la fundación de un convento de mercedarios, pertenecientes a la recién reformada rama de la descalcez, en su Ciudad Real natal.

 

Imagen eliminada.
Antigua puerta de acceso desde el claustro bajo al coro de la iglesia. Pilar Molina


Las negociaciones entre los albaceas testamentarios y el concejo de la ciudad se prolongaron durante once largos años debido a la frontal oposición manifestada por las tres parroquias y por algunos de los conventos más antiguos previamente fundados en el lugar, fundamentalmente dominicos y franciscanos. En el fondo de esta negativa subyacía el temor a compartir las limosnas y los cada vez más mermados medios económicos de unos fieles acuciados por los impuestos, la estrechez de las cosechas, las enfermedades y la enorme pérdida de mano de obra provocada por la expulsión de los moriscos, cuya presencia había sido vital para la economía de la ciudad.
Tras vencer todos los escollos, se suscribieron distintos compromisos con las distintas partes implicadas, como adecuarse a la escasa renta establecida por el fundador y someterse a la jurisdicción eclesiástica y seglar. La escritura fundacional se firmó el 14 de septiembre de 1618, ocupando los frailes procedentes del convento mercedario de Salamanca unas casas mesón situadas en la calle Toledo, con la intención de adecuarlas a su nueva función monástica añadiéndoles una iglesia.

 

Imagen eliminada.
 Cueva situada bajo e callejón de los Mercedarios. Pilar Molina



Pero pronto cambiaron las intenciones de los nuevos frailes, al considerar su nueva morada poco adecuada para desarrollar convenientemente los requerimientos que su regla les imponía, por lo que solicitaron y consiguieron de los disponedores del patronato Lozano la compra de distintas casas entre las calles Toledo y Caballeros, para derribarlas y comenzar a construir, desde los cimientos, una nueva y más ambiciosa sede conventual.
Las obras comenzaron a finales del año 1621, buscando maestros y elaborando las trazas constructivas, aunque el acontecimiento más importante de esta primera fase tuvo lugar el sábado 26 de febrero de 1622, fecha en la que se colocó solemnemente la primera piedra de su primitiva iglesia.

 

Imagen eliminada.
 Fragmento de jícara con el escudo mercedario.Pilar Molina


El convento, generado en torno a un pequeño claustro, tardó muchos años en completarse condicionado por la escasez de fondos económicos derivados de los tiempos difíciles experimentados durante el reinado de los Austrias menores. En su construcción trabajaron distintos maestros de obras, canteros, carpinteros, pintores, etc. cuyos nombres afortunadamente han llegado hasta nosotros gracias a la importante documentación conservada en distintos archivos nacionales y provinciales. La mayor parte de ellos formó parte de las cuadrillas de trabajadores que se desplazaban por la provincia, destacando la vinculación con el cercano centro artístico generado en torno al Campo de Calatrava, encabezado por la poderosa villa de Almagro. No obstante, como era habitual en este tipo de obras, la Orden Mercedaria controló desde un primer momento, a través de sus visitadores provinciales, tanto el diseño constructivo como el volumen de gastos a realizar, entablando contactos con distintos centros artísticos, manifestando claras influencias de otras fundaciones recoletas andaluzas y madrileñas, como las patrocinadas por doña Beatriz Ramírez de Mendoza, IV condesa del Castellar, en Viso de Alcor (Sevilla) y Rivas (Madrid).

Destacan las figuras de los maestros de obras Juan Ruiz Sigler, Juan Díaz Galiano, Pedro Martínez Cejudo, Esteban Díaz Romero o Juan Vizcaíno el Mozo. La imagen de la hoy desaparecida portería fue realizada por el maestro Juan de Espinosa, discípulo de Juan de Vellorino. Entre los pintores destaca la presencia de Pedro Rijel, autor de cuatro grandes lienzos, también desaparecidos, que en su día adornaron las cuatro galerías del claustro con escenas de la vida de San Pedro Nolasco, fundador de los mercedarios.

Imagen eliminada.
 Iglesia de la Merced, cúpula de la nave del Evangelio.Pilar Molina


En 1674, don Álvaro Muñoz de Figueroa, caballero de Santiago, rico hacendado de la ciudad y protector del convento, decidió costear la ampliación de la antigua iglesia, levantando y adornando un magnífico templo que, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción, vino a completar el conjunto conventual. Su traza se vincula con fray Antonio de la Concepción, maestro arquitecto mercedario. El conjunto fue adornado con un retablo encargado en 1677 al arquitecto y maestro entallador de origen toledano Manuel Vázquez Ágrelos, en cuyas calles se instalaron magníficos cuadros, sobresaliendo el central dedicado a la Inmaculada Concepción, de autor desconocido pero entroncado con la escuela madrileña de Carreño de Miranda. La ornamentación del templo se complementaría durante el siglo XVIII con la construcción de una nueva capilla adosada al crucero de la Epístola (dedicada a Nuestra Señora de las Mercedes usada como comulgatorio y depósito del Santísimo Sacramento), mediante el encargo de otros retablos secundarios y con bellas pinturas murales.

 

Imagen eliminada.
 Iglesia de la Merced, pinturas murales del crucero del Evangelio.Juan Crespo y Luis Pérez de Madrid.


Los mercedarios continuaron en la ciudad hasta el siglo XIX, cuando la falta de vocaciones y los nuevos aires liberales favorecieron el triunfo de políticas de exclaustración y el definitivo abandono del convento en el año 1833, pasando a formar parte de los bienes desamortizados por Mendizábal, iniciándose así una nueva etapa para el edificio convertido en instituto de segunda enseñanza, función que desempeñaría hasta finales del siglo XX.

Durante esta segunda etapa histórica el edificio conventual experimentó grandes reformas, interiores y exteriores, para adecuarse a su nueva función docente, destacando las obras de ampliación que afectaron a las zonas inmediatas a la antigua huerta (transformada en jardín botánico) y a todo el frente abierto a la calle de la Rosa. Entre los arquitectos que participaron en estas modificaciones y proyectos destacan los nombres de Cirilo Vara Soria y Alfredo López Alcrudo.

Tras más de ciento sesenta años y después del traslado de los alumnos del Instituto Santa María de Alarcos, últimos inquilinos del lugar, en el año 2005 el antiguo convento mercedario experimentó una nueva remodelación, acorde con el respeto a su complejo pasado histórico, para convertirse en centro expositivo, albergando en la actualidad la sección de Bellas Artes del Museo de Ciudad Real.

 

Imagen eliminada.
Portada de la iglesia de la Merced. Pilar Molina


Bibliografía: 
 
JARA BARREIRO, A. (2001). La segunda enseñanza en la Mancha. El Instituto de Ciudad Real. Ciudad Real: BAM.

MOLINA CHAMIZO, P y CRESPO, J. (2011). Un nuevo mecenas en Ciudad Real: el contador Felipe Muñiz y el camarín de la Virgen del Prado. Veracruz. Puertollano: Hermandad de la Vera Cruz y Nuestra Señora de la Soledad. nº 22, pp. 53 a 62.

MOLINA CHAMIZO, P. (2016). Don Álvaro Muñoz de Figueroa: un caballero sin sombra. II Congreso Nacional Ciudad Real y su provincia. Ciudad Real: IEM. pp. 290 a 309.

VVAA (2005). Un convento, un instituto, un museo: rehabilitación del Instituto Santa María de Alarcos, antiguo convento mercedario de Ciudad Real. Memoria histórica y sentimental. Ciudad Real: JCCM, Fundación Quijote IV Centenario.

VVAA (2020). 175 años enseñando. El IES Maestro Juan de Ávila de Ciudad Real, un instituto histórico, Ciudad Real: Instituto de Estudios Manchegos, CSIC, Ciudad Real.
 

Autora: 

Pilar Molina Chamizo.

Técnico gestor cultural Fundación Impulsa 

Museo de Ciudad Real / Convento de la Merced. 

 

Deja un comentario

HTML Restringido

  • Etiquetas HTML permitidas: <a href hreflang> <em> <strong> <cite> <blockquote cite> <code> <ul type> <ol start type> <li> <dl> <dt> <dd> <h2 id> <h3 id> <h4 id> <h5 id> <h6 id>
  • Saltos automáticos de líneas y de párrafos.
  • Las direcciones de correos electrónicos y páginas web se convierten en enlaces automáticamente.