En la región natural de La Mancha, los molinos de viento eran conocidos desde el siglo XIV, pero no comenzaron a generalizarse hasta mediados del siglo XVI, en respuesta a un incremento sostenido de la demanda de molienda al que no pudieron hacer frente ni las tahonas, de muy bajo rendimiento, ni los molinos hidráulicos, desigualmente repartidos y severamente limitados por las variaciones estacionales del caudal de ríos y arroyos. Desde entonces, y hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XIX, los molinos eólicos experimentaron una notable expansión en ese ámbito geográfico.
A comienzos del siglo XVII, además, La Mancha fue elegida por Miguel de Cervantes como escenario principal de su obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, cuyo capítulo VIII trata del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento. El éxito de la novela a través de los siglos proporcionó fama universal a La Mancha, y convirtió sus molinos de viento en el símbolo identitario por excelencia de toda una región.
A continuación, presentamos un breve resumen de los orígenes del molino de viento manchego, las causas y los canales de su expansión, y las razones de su condición de elemento definitorio del paisaje y la identidad de La Mancha.
La primera cita documental conocida sobre molinos de viento en La Mancha la proporciona un documento fechado el 11 de octubre de 1330, mediante el cual el Infante Don Juan Manuel, Adelantado Mayor de la Frontera y del Reino de Murcia, otorga al concejo de Chinchilla de Montearagón licencia para la construcción de estos ingenios.
Diversos estudiosos han defendido que el molino de viento manchego tuvo su origen en los molinos de torre que abastecían de harina a las fortalezas de los cruzados en Tierra Santa. Sin embargo, las noticias más antiguas conocidas sobre la existencia de molinos de viento en Tierra Santa son posteriores a la primera mención de su presencia en La Mancha.
También se ha afirmado frecuentemente que los molinos de viento llegaron a la península ibérica en general, y a La Mancha en particular, procedentes de Flandes y Países Bajos, bien en tiempos de Felipe el Hermoso, conde de Flandes y duque de Borgoña y Brabante desde 1482, y rey consorte de Castilla entre 1504 y 1506; o bien durante el reinado de Carlos V (1516-1556), quien heredó de su padre la soberanía sobre aquellas tierras. Pero el molino de torre —tipología a la que pertenece el molino de viento manchego— está indudablemente vinculado al área mediterránea, en donde se documenta por primera vez hacia finales del siglo XIII, y no penetró con fuerza en Países Bajos hasta muy avanzado el siglo XVI.
A la luz de los datos disponibles, por tanto, debemos situar el origen del molino manchego en el mundo mediterráneo hacia finales del siglo XIII o comienzos del siglo XIV, y desvincularlo tanto del fenómeno cruzado como del ámbito flamenco.
Hacia mediados del siglo XVI, los molinos de viento debían de estar ya muy extendidos por determinados sectores de la región, tal como ponen de manifiesto diversas noticias documentales. Los primeros molinos de viento de Campo de Criptana se construyeron hacia 1540. En 1553 los había también en Mota del Cuervo, y hacia 1565 se documentan en Belmonte.
La implantación masiva de molinos de viento en La Mancha a partir de un determinado momento del siglo XVI pudo estar favorecida, en primera instancia, por la fase alcista en la producción agraria que venía experimentando la región desde finales del siglo XV, auge que se sumó a un crecimiento demográfico vigoroso y sostenido iniciado algunas décadas antes, que impulsó a su vez la roturación de nuevas tierras para hacer frente al incremento de la demanda. Una buena parte del incremento de la producción fue absorbida por el propio aumento de la población en toda la región, lo que hizo crecer la demanda de molienda en los ámbitos local y comarcal.
Los molinos hidráulicos, ampliamente difundidos en toda la península ibérica desde fechas muy tempranas, dependían de la existencia de corrientes fluviales con caudal suficiente para su funcionamiento, pero en la región natural de La Mancha, éstas se encuentran desigualmente repartidas y presentan regímenes muy contrastados, con aguas altas en primavera y acusados estiajes en verano. Los arroyos más próximos a los centros habitados eran de poca entidad y marcadamente estacionales, de modo que los molinos establecidos sobre ellos tenían una limitada capacidad de producción, y se veían obligados a paralizar su actividad por falta de caudal, no sólo en los meses más calurosos del año, sino también durante los frecuentes periodos de sequía.
Las tahonas, equipadas con molinos de sangre y emplazadas en el interior de los núcleos urbanos, atendían la demanda local de molienda durante los períodos en los que los molinos hidráulicos más próximos se veían obligados a parar por falta de caudal. Pero tanto su rendimiento como la calidad de la harina resultante eran muy inferiores a los obtenidos con molinos de agua, y con frecuencia trabajaban en condiciones higiénicas deficientes.
Las nuevas máquinas eólicas vinieron a paliar muchas de estas dificultades. Dado que su emplazamiento era independiente del de los cauces fluviales, los molinos de viento pudieron ser instalados a las afueras de las poblaciones, o en el interior de las mismas, en llanuras bien ventiladas o sobre pequeñas elevaciones. Los molinos de viento ofrecían harina de calidad con suficientes garantías higiénicas sin necesidad de realizar largos desplazamientos que encarecían el proceso, podían funcionar durante la mayor parte del año, y no sufrían los múltiples inconvenientes que aquejaban a los molinos hidráulicos, tales como crecidas, estiajes, sequías, paso de maderadas, complejas disputas legales… La tecnología del molino eólico resultó especialmente eficaz en un área geográfica poco accidentada y de horizontes abiertos.
Además, los monopolios señoriales sobre determinados medios de producción se hallaban en abierta regresión desde finales de la Edad Media, lo que provocó que se multiplicase la concesión de permisos de los poderes establecidos para la construcción de molinos por parte de particulares, e hizo del siglo XVI una época excelente para la proliferación de estos ingenios. Más allá de las imposiciones del medio físico y de la relajación de los usos monopolísticos medievales, la implantación masiva de los molinos de viento en La Mancha a partir de mediados del siglo XVI pudo haber estado favorecida por la intervención política de las autoridades santiaguistas y sanjuanistas en el proceso, dado que las áreas con mayor concentración de molinos eólicos en la Submeseta sur fueron el Común de La Mancha desde mediados del siglo XVI, y el Priorato de San Juan a partir de las últimas décadas del siglo XVIII. A estas zonas se sumó, desde fechas muy tempranas, el Señorío de Villena, en La Mancha de Montearagón.
El número de molinos de viento en estos tres grandes sectores de la región natural de La Mancha no dejó de crecer hasta el último cuarto del siglo XIX, cuando se quebró la coyuntura económica favorable debido, por un lado, al acusado descenso del precio de los cereales, y por otro, a la crisis del vino en Francia desencadenada por el ataque de la filoxera, que generó un aumento de la demanda de mosto en España. La combinación de ambas circunstancias dio lugar, en La Mancha, a la sustitución masiva de los cultivos de cereal por el viñedo, que entre 1875 y 1910 se convirtió prácticamente en monocultivo en muchas localidades de la región.
Como consecuencia de ello, el número de molinos harineros de viento descendió bruscamente en toda la región a partir del último tercio del siglo XIX. Esta tendencia se vio acelerada, además, por la implantación generalizada de nuevos procesos de producción industrial basados en el uso de combustibles fósiles y en la electricidad como fuentes de energía. Las nuevas fábricas de harina, movidas primero con carbón y después con electricidad, asestaron el golpe definitivo a los molinos tradicionales, tanto hidráulicos como eólicos. Los molinos de viento manchegos quedaron arruinados o desaparecieron masivamente en las primeras décadas del siglo XX, y muy pocos de ellos continuaron en funcionamiento tras la Guerra Civil de 1936-1939.
Pese a que La Mancha en su conjunto es considerada por el imaginario popular como la tierra de los molinos de viento por excelencia —lo que se debe, sin duda, al incontestable éxito de Don Quijote y su batalla contra los desaforados gigantes—, éstos fueron mucho más abundantes en el área levantina de la península ibérica y en Baleares. Además, la distribución de los molinos de viento fue muy desigual dentro de La Mancha a lo largo de la historia. Como ya hemos mencionado, su concentración fue especialmente notable en tres circunscripciones administrativas de origen medieval: el Común de La Mancha santiaguista, el Priorato de San Juan, y el Señorío de Villena. Dentro de estas demarcaciones, a su vez, algunos núcleos de población concentraron en el pasado un número de molinos de viento muy elevado.
En el Común de La Mancha santiaguista estuvieron presentes desde al menos 1540, y fueron muy numerosos en localidades como Campo de Criptana, Pedro Muñoz, El Toboso o Mota del Cuervo. En cambio, en el Campo de San Juan no se generalizaron hasta finales del siglo XVIII, lo que sin duda se debe al férreo monopolio ejercido sobre la molienda por las autoridades sanjuanistas, que desplazó la construcción de molinos de viento a localidades próximas bajo jurisdicción de la Orden de Santiago, mucho más permisiva al respecto. La relajación del monopolio sanjuanista hacia finales de la Edad Moderna se tradujo, finalmente, en la aparición de importantes centros de molienda eólica en su territorio, tales como Consuegra, Alcázar de San Juan o Herencia.
En cualquier caso, la mención documental más antigua conocida a molinos de viento en la región natural de La Mancha se refiere al territorio del Señorío de Villena: se trata del ya mencionado privilegio de 1330, mediante el cual el Infante Don Juan Manuel concedía licencia al concejo de Chinchilla de Montearagón para construir este tipo de ingenios. En esta circunscripción, los principales centros de molienda eólica fueron Belmonte y Villarrobledo.
Conclusiones
Los molinos harineros de viento desempeñaron un papel destacado en la economía de algunos territorios de La Mancha a lo largo de toda la Edad Moderna, pero no dejaron de ser una mera alternativa al molino hidráulico, que era considerado entonces el molino por excelencia, como demuestran una y otra vez las fuentes escritas de la época. La falsa impresión de que, en La Mancha, los molinos de viento llegaron a competir a escala regional con los hidráulicos se debe, no sólo a la fama adquirida por aquellos gracias a la celebrada aventura de Don Quijote contra los pretendidos gigantes, sino también a que, por su ubicación en altozanos contiguos a los núcleos de población, los molinos de viento siempre resultaron mucho más visibles que los hidráulicos, y terminaron por convertirse en protagonistas del paisaje.
Una vez elevados a la categoría de símbolo por el genio de Miguel de Cervantes, los molinos de viento trascendieron el ámbito de la arquitectura y se convirtieron en literatura, tal como afirmó Miguel Fisac. De modo que continuaron siendo objeto de atención por parte de numerosos escritores posteriores a Cervantes, algunos de ellos entre los más destacados de la historia de la literatura española, como Miguel de Unamuno y Azorín. La ruta de Don Quijote por La Mancha se convirtió en un paradigma del viaje romántico, y ejerció una poderosa atracción sobre numerosos escritores a lo largo del siglo XIX.
El molino de viento manchego fue convertido en un referente literario universal por el genio de Cervantes, y consagrado como tal por muchos otros autores posteriores, lo que no sólo transformó dichos ingenios en uno de los principales elementos identitarios de La Mancha, sino también garantizó la supervivencia de buen número de ellos hasta la actualidad.
Para saber más:
Miguel Ángel Hervás Herrera y Juan Bautista Sánchez-Bermejo: Campo de Criptana. Molinos de La Mancha, Gigantes del Quijote. Guía oficial del Centro de Interpretación, Campo de Criptana, Ayuntamiento de Campo de Criptana y Diputación Provincial de Ciudad Real, 252 págs. ISBN: 978-84-09-42773-4.
Autores:
MIGUEL ÁNGEL HERVÁS HERRERA (Baraka Arqueólogos, S.L., Ciudad Real)
JUAN BAUTISTA SÁNCHEZ BERMEJO (La Bóveda Fecit S.L., Campo de Criptana)
Pablo Sevilla el Mar, 27/02/2024 - 06:53
Me encantó leerles.
Tengo en Barichara-Colombia una parcela donde me gustaría construir un molino de viento.
¿Pueden decirme donde puedo encontrar planos y documentacion?