Los Privilegios Rodados de Alfonso X el Sabio. Documento del mes de noviembre del Archivo Histórico Provincial de Albacete
Los privilegios rodados de Alfonso X el Sabio en el Archivo Histórico Provincial de Albacete. Conmemoración VIII Centenario de su nacimiento (1221-1284)
Introducción
El 23 de noviembre se cumplen 800 años del nacimiento de un personaje de importancia trascendental para las artes en general, nos referimos a Alfonso X, un rey que destacó en la literatura, la música, las leyes, la historia, la astronomía… No en balde, ha pasado a la posteridad con el apelativo de ‘El Sabio’.
Nuestro particular homenaje se centrará en la difusión de los tres privilegios rodados que conserva el Archivo Histórico Provincial de Albacete. Tenemos que destacar que somos el único de los históricos provinciales de Castilla-La Mancha que custodia este tipo de documentos y, a nivel nacional, solo son seis los que cuentan con ellos. Los tres son excepcionales, no solo por el contenido, sino también por la forma, ya que esta reúne una serie de símbolos que tenían un fin propagandístico que no era otro sino realzar la autoridad real.
Qué es un privilegio rodado. Cuál es su importancia
El Privilegio rodado es el documento más solemne de los emitidos por la cancillería real castellana. El rey Alfonso X en Las Partidas fijó las fórmulas diplomáticas que caracterizan a este tipo de documentos y que son las más solemnes de todas.
Su nombre deriva, por una parte, de su contenido jurídico –privilegio–, y, por otra, de uno de sus rasgos diplomáticos característicos –la rueda– que envuelve el signo del monarca.
El privilegio, como su nombre indica, era una concesión real o ventaja exclusiva que el monarca otorgaba especialmente a una comunidad, lugar o señor. En origen se vincularon a la repoblación, ya que su concesión giraba, principalmente, en torno a la exención de impuestos para atraer población a zonas recién conquistadas como es el caso de las poblaciones que cuentan con estos documentos en el archivo: Alcaraz y Almansa.
Alcaraz era una población de sobra conocida por don Alfonso, ya que hasta en tres ocasiones permaneció unos días en ella; la primera, siendo un joven de veintidós años, cuando en representación de su padre, Fernando III, firmó el Tratado de Alcaraz en el que el emirato de Murcia se sometía a vasallaje castellano. No es extraño que una de sus Cantigas de Santa María esté dedicada al niño de Alcaraz y su mula, bien pudo oír este cuento o leyenda en el lugar.
Descripción de los privilegios
El más antiguo data del 15 de abril de 1262. El Rey, cuya Corte se encontraba en Sevilla, le otorgaba al incipiente concejo de Almansa el fuero y las franquezas que gozaban los de Requena, quienes ya habían recibido, en 1257, el fuero de Cuenca, especialmente apropiado para crear fuertes concejos urbanos en zonas fronterizas.
El documento de Almansa hace hincapié en que se concede “para guarda de la tierra”. Las ventajas que disfrutaría Almansa comprendían: el derecho a repartir la tierra y recursos de la Corona, licencia para comprar a los moros –con ciertas limitaciones- sus heredades, exención del pago de portazgo al paso por varias aduanas y de impuestos sobre alimentos que se introdujesen en la villa. Está claro que se intentaba afianzar la colonización castellana, minimizar el componente demográfico musulmán y crear una fuerte línea defensiva que protegiera La Mancha.
El segundo, con fecha 7 de marzo de 1268, otorgaba licencia a Alcaraz para celebrar dos ferias anuales cuyo objetivo era afianzar la población en esa zona conquistada a los musulmanes en 1213. Las ferias propiciaban el intercambio de ganados y productos agrícolas, el desarrollo de rutas comerciales y el abastecimiento de la población. Estas ferias serían las más antiguas que existieron en nuestra provincia. Su duración sería de quince días cada una y se celebrarían coincidiendo con ciclos de las labores del campo, una, en torno a Cincuagésima (domingo anterior al miércoles de ceniza) y la otra, ocho días antes y ocho días después de San Miguel.
El tercero con fecha de 28 de febrero de 1272 otorgó a Alcaraz el Fuero de Cuenca incentivando la repoblación con medidas como la propiedad y reparto de la tierra y recursos entre los colonos. Además, los que tuviesen casa poblada dentro de los muros y caballo gozarían de exención de impuestos incluyendo el montazgo y portazgo cuando transitasen desde el Tajo al Sur, salvo en Toledo, Sevilla y Murcia.
Análisis simbólico y ceremonial de los documentos
Como ya dijimos era el documento más solemne que expedía la Real Cancillería, su prestigio se reforzaba en aspectos externos y simbólicos como:
El soporte utilizado, pergamino, la materia más cara y laboriosa, pero también la más perdurable, acorde con el contenido a garantizar, pues el privilegio se concedía a perpetuidad. Por ello se validaba con:
El sello de plomo unido con la cinta o torzal de seda que le daba carácter eterno al documento. Lamentablemente en ningún caso se conserva el sello de plomo pendiente en «filos de seda» que lo validaba y autentificaba. En su lugar permanece la plica con varios orificios que nos recuerdan la pérdida de este elemento.
Las grandes dimensiones que les proporcionan un carácter escénico y visual impactante acorde con el contenido, de vital importancia para los municipios, por ello se guardaron celosamente durante siglos en el arca de las tres llaves.
La letra, minúscula de privilegios, elegante y cuidada sobre líneas pautadas. El Rey Sabio estipulaba que las cartas que salieran de su Corte debían ser dictadas con «palabras buenas y apuestas y buena letra, que se pudiera bien leer», puesto que el documento es una escenificación de la majestad real y debía mostrar que «de Corte de rey sale e ome entendido la fizo». Se destacan en mayúscula los nombres del rey don Alfonso y de la reina doña Yoland (doña Violante) en colores rojo y verde. Este resalte implicaba una inflexión mayor de la voz a la hora de la lectura pública.
El crismón o monograma de Cristo inscrito en una rueda -a modo de invocación divina- con que comienza el documento. Elaborado con las letras entrelazadas «X» [ji], «P» [ro] y «Ʃ» [sigma], iniciales de Cristo en griego, más «A» [alfa] y «Ω» [omega] suspendidas a ambos lados de la «X», que significan que Dios es principio y fin de todas las cosas en la liturgia católica. Constantino, primer emperador cristiano, soñó con este símbolo antes de una gran batalla que se desarrolló con éxito para las tropas romanas, de ahí que la visión de Constantino se tomase como insignia imperial y divisa de los ejércitos. Del mundo romano pasó a la Cancillería pontificia, y de aquí, por influjo, a la castellana.
La relación de los confirmantes en columnas que flanquean la rueda, todos ellos de altos prelados y nobles; aunque en la práctica fueran puro artificio cancilleresco, pues es materialmente imposible que todas esas personas se reunieran para la redacción de cada documento.
La rueda, expresión formal del signum regis, símbolo del reino. Desde Alfonso VII se incorporó a los documentos la cruz como signo emblemático de un imperio. Probablemente aluda a la asturiana cruz de la Victoria, que se dice fue la que portó el rey Pelayo en Covadonga. Esta cruz servirá para cuartelar los reinos de Castilla y León posteriormente. El símbolo del monarca se refuerza con el nombre del rey en el anillo más cercano a la cruz: «SIGNO DEL REY DON ALFONSO» y en el círculo exterior los nombres de los oficiales palatinos más próximos al monarca.
En fin, un protocolo de detalles exhaustivo que hace presente la figura real y le imprime, al primer golpe de vista, ese carácter de solemnidad y gravedad que transmite el documento para obtener reacciones de obediencia, respeto y sumisión en sus vasallos.