Convento de San Francisco de Guadalajara

El convento de San Francisco de Guadalajara consta que ya existía en 1309; se incendió en 1394, siendo reconstruido posteriormente, aunque el edificio no se terminó hasta finales del siglo XV.

Tras la desamortización de Mendizábal en 1836, el edificio pasó a formar parte del Parque Militar del Cuerpo de Ingenieros, fortificándose sus inmediaciones y adaptándose el interior a las nuevas necesidades (se cerró los arcos del claustro con ladrillos y se dividió el patio). Fue entonces cuando se abordó también la reconstrucción de la iglesia franciscana, rehabilitándose algunas bóvedas y cubiertas del interior del templo; en el exterior, los muros de la fachada y la torre fueron recubiertos con losas de piedra blanca artificial y se construyó un rosetón ciego y una puerta de entrada de estilo neoclásico con arco apuntado.

La iglesia que hoy podemos apreciar consta de una sola nave, sin crucero, de cinco tramos, con capillas laterales, con pilares góticos y arcos rebajados. Los paramentos interiores son totalmente lisos, dando una sensación diáfana y amplitud de espacios. Un friso sencillo y liso recorre los tramos de nave y encima de éste, en cada tramo de la nave, se abren sencillos vanos enfrentados destinados a la iluminación del templo.

Detrás de la capilla mayor aparece un espacio cuadrado, comunicado con ésta por un vano con arco de medio punto, a modo de camarín.

La capilla mayor, la nave central y las laterales están cubiertas con bóveda de crucería estrellada.

Posee coro en alto a los pies sobre un arco carpanel y sotocoro abovedado también con crucería.

El trazado de las bóvedas y arcos, junto con la decoración pictórica que aparece en alguna de sus capillas son los únicos elementos que rompen la austeridad decorativa de la iglesia.

Bajo el ábside se encuentra el Panteón Ducal de la Casa del Infantado que es de traza similar al Panteón Real del Escorial con paredes y suelo que se tapizan de mármol rosa y negro, procurando al recinto una belleza barroca.